Las Adoratrices han pedido «visibilizar» el problema de la trata con fines de explotación sexual y la prostitución pues «constituyen una grave violación de los Derechos Humanos». Así lo han reclamado con motivo del Día Internacional Contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas, que se celebra este jueves.
La coordinadora de Acción Liberadora del Equipo de Gobierno de las Adoratrices, la hermana Rosaura Patiño, ha explicado que la trata de personas, que afecta sobre todo a mujeres y niñas, es «una de esas formas de opresión existentes hoy en el mundo», a la cual las religiosas tratan de dar respuesta a través de proyectos, acciones coordinadas y en red.
Según ha recordado, en el año 2020 fueron 12.722 las mujeres las que decidieron iniciar un proceso de acompañamiento en los diferentes programas que desarrollan las religiosas y que les ha posibilitado una experiencia de «amor, liberación y encuentro».
Entre las iniciativas de las Adoratrices, destaca el Proyecto Rahab, en Londres, donde ayudan a mujeres en situación de prostitución y mujeres que han sido explotadas sexualmente, incluidas aquellas víctimas de la trata y esclavitud.
La religiosa Ancy Vaniakizhakkel ha detallado que su visión es que cada mujer pueda experimentar dignidad, justicia e igualdad de oportunidad. «Rahab ofrece un lugar seguro y acogedor donde pueden ser ellas misas, expresar sus miedos, alegrías y opiniones. Un lugar donde lo que ellas sienten es lo más importante del momento», ha comentado Vaniakizhakkel.
Desde que empezó el Proyecto de Rahab, han ayudado a más de 1.500 mujeres a diferentes niveles. Según ha señalado la responsable del proyecto, la mayoría de las mujeres atendidas son extranjeras con procesos legales complejos.
«Esto, unido a la falta de recursos económicos, el abuso y engaño sufridos, sus sentimientos de soledad, separación, estigma y vergüenza, genera desconfianza, poca estima personal y desasosiego», ha asegurado.
Por otra parte, las Adoratrices cuentan con el Proyecto Cúcuta, en Colombia, que tiene como objetivo la atención integral a mujeres que se encuentran en alto riesgo de ser víctimas de trata de personas, como son las migrantes provenientes del vecino país de Venezuela, las retornadas, y las mujeres que por la lucha de territorio del narcotráfico se encuentran en situación de desplazamiento interno.
Las religiosas se han encontrado con mujeres que han sido víctimas de la explotación laboral y mujeres a las que les han ofrecido dinero para que «alquilen sus niños», o a las que se los han raptado para introducirlos en bandas que se dedican a la delincuencia en la ciudad.
«Nuestra labor en Cúcuta posibilita en las mujeres procesos personales y familiares que las lleva a salir de esta realidad y ser mujeres empoderadas que con sus conocimientos y talentos puedan mantenerse lejos de las explotaciones», ha subrayado la hermana Soledad Arias.
Por ejemplo, cada 15 días las hermanas de la comunidad de Cúcuta acuden a las autopistas y salidas de la región a encontrarse con mujeres que caminan con sus hijos para llegar al interior de Colombia, a ciudades como Medellín o Bogotá.