Los desconocidos rumanos de la Legión española que cayeron en combate en Majadahonda

En la madrileña localidad de Majadahonda, en un desolado descampado, se yergue un curioso monumento a dos rumanos muertos en la Guerra Civil mientras que luchaban encuadrados en  la Legión española. Pese al gran tamaño de la construcción, está escondida para la mayoría de los ojos, solo la frecuentan mayores que pasean, gente de botellón y los reductos falangistas que acuden todos los 13 de enero, junto a rumanos de ideología fascista asentados en España.

El monumento puede ser calificado de muchas maneras, dependiendo de la ideología, pero sin duda es algo grande y actualmente decadente, cuatro inmensos arcos de granito que flanquean una columna coronada por una cruz.   Debajo de la cruz se lee “A Ion Mota y Vasile Marin caídos por Dios, España y Rumania” en letras metálicas y el símbolo de su partido político, la Guardia de Hierro, que asemeja a las rejas de una cárcel, un símbolo de martirio.            El monumento, pese a encontrarse en un buen estado, está lleno de pintadas políticas, restos de latas, botellas y de algunos mástiles que otrora servían en los actos.

La pregunta que cabe hacerse es ¿qué hace que dos rumanos tengan un monumento en un lugar tan lejano como es nuestro país?

La historia comienza en Rumania, donde el nacionalista Codreanu creó su propio movimiento fascista, la Guardia de Hierro, cuyos militantes que eran denominados legionarios, eran nacionalistas rumanos, anticapitalistas y anticomunistas, sus enemigos eran los judíos, los húngaros y los gitanos. Se les suele denominar fascistas clericales por su conservadurismo y por ser fervientes ortodoxos.

Ocho de sus militantes decidieron viajar a España en plena Guerra Civil, inspirados por la similitud ideológica que guardaban con el bando del general Franco.  Visitaron el Alcázar de Toledo, donde hacía poco había acaecido el sitio, tras una serie de reuniones y el regalo de una espada réplica de un regalo de Felipe III a Miguel el Valiente, un líder anti turco que logró independizar y unificar Rumania brevemente.

Tras la visita dos volvieron al país balcánico, mientras que seis se quedaron en nuestro país para luchar, ya que entre otros motivos este movimiento fascista era muy religioso y veían en la Guerra Civil española una cruzada contra el comunismo y el ateísmo, visión que compartía Franco. Fueron alistados en la 21ª compañía de la VI Bandera de la Legión, dirigida por el conocido militar africanista Juan Yagüe. Era habitual que en la Legión se encuadrase a hombres de distintos países y éste probablemente era el mejor sitio para estos curiosos voluntarios.

2 IMG 1786 copia Moncloa

En esos momentos el objetivo del ejército franquista era tomar Madrid. Atacaron en la tercera batalla de la carretera de La Coruña y, tras agotarse su ofensiva, recibieron un fuerte contrataque republicano donde participaba la Brigada «Líster», una de las mejores del Ejército Popular de la Republica que venía apoyada  por carros de combate de procedencia soviética T-26 con tripulaciones de este país. En la batalla también participaron dos Brigadas Internacionales, en donde la presencia rumana fue mucho más amplia a lo largo de nuestra guerra, pero no conmemorada.

Los legionarios españoles y rumanos se atrincheraron deteniendo el ataque republicano, que fue lanzado por las brigadas internacionales y los carros de combate soviéticos T-26 en combinación con artillería. Ion Mota y Vasile Marin murieron a causa de la metralla de un obús republicano el día 13 de enero de 1937.

La batalla terminó el día 15 y sus cuerpos fueron llevados a Toledo, donde fueron objeto de un funeral y fueron embalsamados; un ex general rumano acudió a España y se llevó los cuerpos junto con los cuatro supervivientes que apenas habían participado en la guerra un mes.

Sus cadáveres fueron llevados a Rumania, pero pasaron antes por París y Berlín, donde había militantes afines a las ideas de la Guardia de Hierro. Finalmente a la llegada a su país fueron objeto de un multitudinario funeral, a donde asistieron políticos y embajadores de países fascistas. Este acto fue una demostración de fuerza para su líder Codreanu, que curiosamente era el cuñado de Ion Mota, al ser el esposo de su hermana.

El recuerdo de esta peculiar historia siguió, quizás más en Rumania que emitió sellos de sus “mártires”, como consideraban a Mota y Marín. Estos curiosos sellos tienen la palabra Majadahonda. El incidente en España parece que cayó en el olvido, hasta que en 1970 se construyó el monumento. Recordemos que nuestro país fue un refugio para los rumanos fascistas tras la Segunda Guerra Mundial, entre los que destacó su líder Horia Sima, el sucesor de Codreanu tras su asesinato. Horia Sima no fue solo un simple político, gobernó su país cortamente hasta ser expulsado por conservadores más moderados. Y cuando Rumania se pasó al bando soviético en 1944, fue proclamado como líder del estado balcánico por los fascistas rumanos que todavía luchaban junto con los alemanes. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial logró huir a España, donde murió en 1993 en la capital, aunque sus restos están inhumados en Tarragona.