Vox tiene una fundación que utiliza como su think tank particular. Se trata de la Fundación Disenso, cuyas cuentas se guardan discretamente (a excepción de las subvenciones públicas que ha recibido en 2021, que suman unos 100.000 euros públicos). El problema es que Vox no se siente del todo cómodo con la utilidad que le ha dado hasta ahora a esta fundación, que hasta ahora se había limitado a simples informes para adaptar la realidad a los intereses del partido, ya fuera con textos sobre la inmigración o sobre la llegada de Lula da Silva a Brasil. Ahora, Vox quiere redefinir la utilidad de la Fundación Disenso y la quiere convertir en el «banquillo» oficial del partido donde colocar a los políticos que no tengan un futuro definido. Y quien ahora suena para recaer a este cementerio de elefantes recién bautizado es la diputada de la Asamblea de Madrid Rocío Monasterio.
La Fundación Disenso es un think tank que hasta ahora ha dado un tenue soporte ideológico al partido. Tanto es así, que han elaborado informes sobre la inmigración o sobre la llegada de Lula da Silva al poder que han servido a a Vox para lanzar campañas a través de las redes sociales. Hasta ahora, había sido el soporte de Vox para algunas cuestiones, pero el partido no tiene nada claro que esta función haya ayudado lo suficiente al partido y ahora quieren convertirlo en un cementerio de elefantes para colocar a algunos dirigentes que no saben muy bien qué hacer con ellos. El caso Rocío Monasterio lleva tiempo dando vueltas por las cabezas de los «aristogatos», pero nadie ha dado aún con la tecla y sopesan mandarla a esta Fundación para que no moleste y para que les dé tiempo a elegir dónde colocarla.
El Ministerio de Asuntos Exteriores Unión Europea y Cooperación le dio una subvención de 34.580,00 euros. Y el Ministerio de Cultura y Deporte le dio una ayuda de 77.762,98 euros. Ambas en 2021. Este es el único dinero que aparece reflejado en el portal de transparencia de la web de la asociación. La Fundación Disenso es una de las patas ideológicas de Vox. Pero sus cuentas se guardan con cierta discreción, excepto aquellas que vienen de dinero público. En paralelo, las cuentas de Vox reflejaron el año pasado un presupuesto de 14,8 millones de euros, de los cuales, el 65% vienen en forma de subvenciones públicas. Con este cuadro se financia un partido que ha empezado a diversificar y a utilizar a sus Fundaciones para recolocar a los políticos más incómodos, como es el caso de Rocío Monasterio.
Colocar a Monasterio en esta fundación ha aliviado un partido que vive una auténtica revolución interna tras la salida de Macarena Olona. Se sabe poco sobre sus cuentas, pero sí que al menos se prevé que se pueda mantener a Rocío Monasterio con una respiración asistida financiera mientras buscan dónde colocarla. Ya la idea de mandarla al Ayuntamiento de Madrid ha perdido peso porque han visto que Monasterio ha hundido las expectativas de Vox en la Comunidad. Con este cuadro, enviar a Rocío a la Fundación Disenso se ha convertido en una de las operaciones más fáciles y sencillas de los últimos meses. Desde que echaron a Javier Ortega Smith, Vox vive una auténtica revolución interna.
BUXADÉ, CALIENTA QUE SALES
Vox necesita nuevas caras visibles para esta nueva etapa. La salida de Macarena Olona ha supuesto un antes y un después para el partido pese a que los principales cabezas de lista, Santiago Abascal, Iván Espinosa de los Monteros, Javier Ortega Smith y Rocío Monasterio, se mantienen en su sitio. Ahora que hay una vacante enorme, hay dos perfiles de Vox que esperan coger protagonismo y posiciones. El problema es que están a la expectativa de que llegue o no la diputada del Partido Popular Cayetana Álvarez de Toledo, quien ha iniciado conversaciones con Vox para sumarse a sus filas poco después de que rompiera la disciplina de voto. Los dos «betas» de la formación de Santiago Abascal que esperan ascender tras la salida de Macarena con Jorge Buxadé, uno de los artífices de su salida, e Ignacio Garriga. Pero todo depende de que llegue o no Cayetana.
Es curioso, pero cierto. Solo hay dos dirigentes de Vox que no quieren que aterrice en el partido Cayetana Álvarez de Toledo. Estos dos personajes son Jorge Buxadé e Ignacio Garriga, los dos aspirantes a «aristogato». Ambos esperaban coger galones tras la salida de Macarena Olona, quien eclipsaba prácticamente incluso a Santiago Abascal. Ahora que hay vacantes, Buxadé y Garriga intentan coger posiciones y agradar sobremanera tanto a Santiago Abascal como a Ivan Espinosa de los Monteros; pero saben que si la diputada popular llega al partido, con el golpe de efecto que ello conllevaría, ellos se quedarían en su posición de eternos segundones. Con todo esto, los movimientos son discretos. El fichaje de Cayetana Álvarez de Toledo busca nada menos que tapar la herida que ha dejado abierta la salida de Olona, pero tendría consecuencias a nivel interno dado que hay mucha ambición y aspiraciones dentro de una formación teledirigida con puño de hierro por los cabezas de lista.