Teresa Ribera fía su supervivencia política al gasoducto Barcelona-Marsella

La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, lleva unos meses viviendo un auténtico infierno. Casi el mismo al que ha sometido a algunos de sus trabajadores, según detallan fuentes del ministerio. Sin embargo, ha visto la luz al final del túnel al ver que el Midcat ha caído y que Europa necesita una alternativa para el gasoducto que una Argelia con el norte de la UE. Pese a que el Gobierno sopesa echarla a principios de año, Teresa Ribera confía plenamente en que la alternativa Barcelona-Marsella, es decir, el Barmar, podrá salvarle el cuello político si sale adelante de forma satisfactoria. De momento, la idea es que se ponga en marcha cuanto antes, aunque sea mucho más caro que le Midcat, para intentar apuntarse el tanto ante los suyos. Se trata del mayor macroproyecto del Gobierno, aunque no han salido los planes como esperaban.

La ministra de Transición Ecológica presiona a Europa, aunque no con mucha fuerza. Espera que sea Bruselas quien tire de chequera para financiar la alternativa al Midcat. El gasoducto Barcelona-Marsella será mucho más caro porque tiene que ir bajo el agua y por otras complicaciones técnicas que pueden surgir, pero supone un auténtico giro de guion para el papel de España en Europa y en el abastecimiento de gas de la región. Francia se ha convertido en la bestia negra de Teresa Ribera, pero la ministra de Transición Ecológica ha visto el cielo abierto con esta oportunidad que considera de «oro». Fuentes del ministerio aseguran que está decidida a conseguir lanzar algún anuncio positivo respecto al Barmar en los próximos mees para que le sirva de aval ante la purga que se avecina en enero.

Teresa Ribera no deja de lanzar globos sonda a la UE

La situación es complicada, pero Teresa Ribera no deja de lanzar globos sonda a la UE para ver si consigue el objetivo. Ya cuando Wendy Sherman, secretaria de Estado de Estados Unidos, visitó España en un tour que la llevaría además por Marruecos, Argelia y Egipto se puso sobre la mesa la reactivación del Midcat como vía alternativa para abastecer de gas a los países del norte de Europa. El plan era ambicioso, pero permitiría a estos países miembros desligarse de la dependencia del gas ruso. Fue entonces cuando Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, mandó la carta a Mohammed VI para reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental y cuando se empezaron a mover para conseguir reactivar ese gasoducto que va de África a España. Independientemente de las relaciones con Argelia, EE UU confía en que esto se pueda solucionar, aunque ahora quien pone problemas es Francia.

Dentro de toda esta ecuación, Teresa Ribera no veía que le fueran a dar un papel especial. De hecho, consideraba que la dejarían fuera. Sin embargo, con el «no» de Francia ahora ha visto el cielo abierto. La alternativa al Midcat, llamada Barmar, se ha convertido en la mejor opción de supervivencia política para Teresa Ribera. «El gasoducto Barcelona-Marsella se adelanta al futuro», ha afirmado repetidas veces. Ha pasado de defender el medio ambiente y la instalación de placas solares a promover un gasoducto que abastezca de gas a toda Europa. Ya los valores verdes han pasado a un segundo plano cuando hablamos de millones de euros, de posición estratégica como país y sobretodo de supervivencia política.

Teresa Ribera estaba en una posición delicada. Quizá la más delicada de todo el Consejo de Ministros. Tenía todas las papeletas (y tiene) para abandonar el Gobierno porque es conocida, ha fracasado en materia de energía y porque además ha conseguido generar mal ambiente en su propio ministerio. Todo esto la convirtió en la candidata perfecta. Al mismo tiempo, el propio equipo de Pedro Sánchez se dedicó a apartarla de la toma de decisiones clave, de los propios debates del Congreso y de defender sus propias medidas ante los medios de comunicación. Prueba de ello fue la suplantación de responsabilidades que protagonizó la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, quien no dudó en quedarse de forma temporal los galones de la propia vicepresidenta a sabiendas de que estaba más que tocada.

De momento, los planes de Teresa Ribera pasan porque el gasoducto se ponga en marcha antes de enero. Ese el sueño más que improbable de la vicepresidenta. De momento no tiene financiación, pero sí que espera que sea la propia UE la que se ponga manos a la obra y suelte algo de dinero para algo que también le interesa a Alemania. La única duda que reflejan las fuentes del entorno de la ministra es si será capaz de conseguir estos fondos antes de que llegue la crisis de Gobierno que se espera para enero del año que viene.