Las primeras imágenes de los restos mortales de Benedicto XVI han causado un fuerte impacto, no ya por el estado de avejentamiento extremo del Pontífice emérito, sino por la pobre escenografía que lo rodea. Un ralo árbol de navidad con bolas de colores, un nacimiento, en una capilla estrecha y de ladrillo, ocupada en el centro por el féretro del Papa recién fallecido. Muy lejos del boato de la liturgia y los protocolos del Vaticano. Estas imágenes están tomadas en la capilla del monasterio Mater Ecclesiae donde Benedicto XVI vivió sus últimos nueve años.
El Papa emérito huyó de una vida lujosa tras su retiro del Trono de San Pedro. La residencia que eligió, tras una breve estancia en Castel Gandolfo, cerca de Roma- fue un convento de clausura en la misma Ciudad del Vaticano, fundado por el Papa Juan Pablo II. Se trata de un edificio de cuatro plantas con reflectorio, capilla, biblioteca, jardín y una pequeña huerta. Es uno de esos recónditos lugares intramuros en el conglomerado pintoresco de edificios que conforman Ciudad del vaticano, en el corazón de Roma. Ciudad de Vaticano tiene más complejidad de lo que pareciera, ya que el común es pensar que todo el Estado Pontificio se circunscribe a la Basílica y la Plaza de San Pedro.
EDIFICIOS PAPALES
Entre otros edificios está la residencia Santa Marta, que es la que eligió en 2013 Jorge Bergogliio, ya el Papa Francisco para la historia, cuando fue elegido por el cónclave. Renunció al suntuoso palacio papal. En Ciudad del Vaticano hay varios edificios donde está la administración central vaticana, como la Secretaría de Estado, conventos, iglesias, aparcamientos para los miembros de la Curia o jardines y arbolados. Todo concentrado en una isla de 44 hectáreas, como 44 campos de fútbol. Es decir, menos de medio kilómetro cuadrado; por comparar, la ciudad de Madrid tiene una extensión de 604,3 kilómetros cuadrados. En ese minúsculo espacio viven 800 personas, aunque son muchas más las que acuden a diario a trabajar, además de las decenas de miles de peregrinos y visitantes diarios de sus museos y su geografía.
BENEDICTO XVI Y FRANCISCO
En el interior de ese recóndito reino, o Ciudad Estado, vivían dos papas simultáneamente, hasta este día 31 de diciembre, en que falleció Benedicto XVI. Joseph Ratzinger, el Papa emérito, vivía rodeado de un exiguo séquito que componían su histórico ayudante, el atezado sacerdote Georg Garswein, un diácono de nacionalidad belga, y cuatro mujeres laicas consagradas al servicio de la Iglesia, que son las que se ocupaban de la intendencia del grupo.
En estas horas se está configurando cómo será el funeral y entierro de un Papa. Una ceremonia con una liturgia y un protocolo quizás incluso superior a las exequias de la recientemente fallecida reina Isabel II de Inglaterra. Si en algo tiene todo medido, contrastado y con heráldica sobrada, es la Iglesia en sus ceremonias y ceremoniales.
Por eso ha sorprendido a los expertos, el extremo descuido y la tristeza y paupérrima simbología de la escena de esa primera foto de los restos mortales del Papa Benedicto XVI, imagen que acompaña este texto. En una austera capilla, como corresponde, se antoja absolutamente innecesaria la presencia de un árbol de Navidad, que además no es un símbolo estrictamente religioso, sino pagano, de origen romano y celta. No se trata además de un árbol fastuoso, sino más bien ralo, de pocas y poco nutridas ramas, que parece comprado en una tienda de al por mayor. Lo mismo se puede decir de las bolas que lo decoran, que denotan poca calidad y escaso precio.
Sí es católico el Belén o Nacimiento que aparece en el fondo derecho de la capilla. Eso sí, no es uno de esos formidables belenes barrocos que atesora El Vaticano entre sus tesoros, pletóricos de mérito artístico e historia. Con un humilde tapete verde como base, apenas un Nacimiento de pequeñas figuras. Dos reclinatorios, uno cada lado del ataúd, acaban por completar la dantesca escena.
Si se trata de aportar un dato de austeridad sobre la vida del difunto Papa, podría ser discutible. Lo que sin duda parece es descuidado e impropio del lugar en la historia que supone la custodia de los restos mortales de un Papa que, por lo que hizo, estará en los libros.
La austeridad y la cercanía son las consignas del papado de Francisco. Algo razonable teniendo en cuenta lo que y supone la Iglesia Católica y la coherencia con su mensaje de humildad. Lo que pasa es que, teniendo como marco un auténtico museo construido desde el Siglo XVI, con la interminable cantidad de obras de arte de valor incalculable que allí se atesoran, es difícil transmitir esa imagen de austeridad. El secular ceremonial vaticano, la dignidad que merece el enterramiento de un Papa, líder espiritual de miles de millones de personas en todo el mundo, envolverán las exequias en estos días.
En el escenario de la Basílica de San Pedro, entre columnas dóricas y con la Guardia Suiza y sus morriones y alabardas, es poco probable que se cuele un tosco árbol de Navidad con bolas de colores