La cheesecake japonesa, conocida por su textura increíblemente ligera y suave, sorprende con su simplicidad y exquisitez. A diferencia de su contraparte occidental más densa, esta variante japonesa se distingue por su elaboración minimalista, utilizando solo tres ingredientes básicos. En esta versión simplificada, el protagonista indiscutible es el queso crema, cuya cremosidad aporta la base perfecta para la textura característica de este postre. La suavidad del queso se complementa con el chocolate blanco, que añade un toque dulce sutil y una profundidad de sabor única.
La magia de la cheesecake japonesa radica en su preparación meticulosa, donde la incorporación de los huevos desempeña un papel crucial. Al batir las claras a punto de nieve y luego integrarlas cuidadosamente en la mezcla de queso crema y chocolate blanco, se logra una estructura aireada y esponjosa que se deshace delicadamente en el paladar. Aquí te dejo la receta con el paso a paso.
Cómo preparar la cheesecake japonesa
La preparación de la deliciosa cheesecake japonesa comienza con un paso crucial: la separación de las claras de los huevos de las yemas. Este proceso meticuloso garantiza la creación de una textura esponjosa y ligera, que es la firma de este postre icónico. Las claras, una vez separadas, se montan a punto de nieve en un bol aparte, utilizando los 4 huevos, creando una base que será la clave para elevar esta torta de queso a nuevas alturas de ligereza y suavidad.
Mientras tanto, en otro recipiente, se mezclan las yemas con 180 gramos de queso crema y 180 gramos de chocolate blanco derretido. Esta combinación de ingredientes cremosos y dulces establece el corazón de la cheesecake, infundiéndola con su característico sabor suave y sedoso que dejará a todos con ganas de más.
Textura ligera y esponjosa en cada bocado
Una vez que las claras estén montadas a la perfección y la mezcla de queso crema esté suavemente integrada con el chocolate blanco y las yemas, se procede a incorporar ambas masas con movimientos envolventes. Esta técnica cuidadosa asegura que la cheesecake conserve su textura ligera y esponjosa en cada bocado, manteniendo intacta su delicadeza desde el primer hasta el último trozo.
Finalmente, la mezcla se vierte con cuidado en un molde de 15 cm y se hornea al baño María a 160 °C durante 20 minutos, luego se incrementa la temperatura a 170 °C y se hornea por 20 minutos adicionales. Una vez lista, se deja enfriar por completo antes de desmoldar, revelando así una cheesecake japonesa perfectamente equilibrada en sabor y textura, lista para deleitar a los comensales con su exquisita ligereza y suavidad irresistible.