Hay algo más desagradable que abrir la puerta de la lavadora y que el temido olor a humedad invada toda la casa. Para quienes creen que basta con pulsar el botón de inicio y olvidarse, la palabra clave es lavadora, un electrodoméstico que requiere bastante más mimo del que se suele pensar. En realidad, esos gases malolientes no aparecen de la nada, tienen detrás descuidos habituales que, con el tiempo, convierten la colada en un tormento para el olfato y para la ropa.
Quienes ignoran estos mantenimientos básicos suelen sufrir las consecuencias en silencio, resignados a convivir con prendas recién lavadas que no huelen a limpio. La suciedad, los restos de detergente, y el moho encuentran un hogar perfecto en las zonas menos visibles de la lavadora, especialmente cuando no se cuida el filtro, el cajetín y el interior del tambor. Al final, todo suma para que esa fragancia desagradable acabe apoderándose hasta del cuarto de baño más impecable.
2EL CAJETÍN DEL DETERGENTE, EL GUARDIÁN DE LOS RESIDUOS CAMUFLADOS
El cajetín del detergente parece un simple compartimento, pero es uno de los lugares donde los malos olores de la lavadora encuentran su hábitat. Con el tiempo, los restos de detergente, suavizante y blanqueador se solidifican y generan manchas extrañas, acelerando la aparición de bacterias y mohos. Este proceso es silencioso pero seguro, y pocos se paran a extraer el cajetín y limpiarlo con regularidad.
La limpieza de este espacio tan accesible, pero tan descuidado, es clave para librarse de gran parte del problema oloroso. Basta con retirar el cajetín y sumergirlo en agua tibia con un poco de vinagre blanco para arrastrar la suciedad y desinfectar sin usar productos agresivos. Incluso un cepillo de dientes viejo, reservado a estas tareas, puede eliminar la mugre de los rincones más rebeldes. Así, la lavadora vuelve a oler a limpio y la ropa, también.
