Todo el mundo va a San Sebastián a por pintxos, una peregrinación gastronómica casi obligada para cualquiera que pise la elegante capital guipuzcoana, pero el verdadero paraíso, o al menos un paraíso diferente y con un encanto arrollador, podría estar esperándote a apenas quince minutos en coche. Hablamos de Hondarribia, un pueblo pesquero que no solo compite en belleza y sabor, sino que ofrece una experiencia más íntima, un auténtico tesoro escondido a tiro de piedra de la bulliciosa Bella Easo. Aquí, la tradición marinera se fusiona con una historia palpable en cada rincón, creando una atmósfera única.
Descubrir este enclave es como tirar de la manta y encontrar una joya que muchos, en su afán por conquistar las barras de pintxos más famosas de San Sebastián, pasan por alto sin saber lo que se pierden. Hondarribia, o Fuenterrabía en su denominación castellana, es mucho más que una simple excursión; es un destino en sí mismo, capaz de cautivar al viajero más experimentado con su casco histórico amurallado y su vibrante barrio de pescadores, ofreciendo una paleta de colores y sensaciones que se graban en la memoria mucho después de partir.
LA LLAMADA DE LA CONCHA Y EL SECRETO MEJOR GUARDADO A SU VERA
No se puede negar el imán que ejerce San Sebastián sobre cualquier visitante del País Vasco. Su bahía de La Concha, reconocida como una de las más bellas del mundo, el glamour de su festival de cine y, por supuesto, su incomparable cultura del pintxo, son atractivos de primer orden que justifican sobradamente su fama internacional, convirtiéndola en un epicentro turístico y gastronómico de referencia indiscutible. Miles de personas acuden cada año dispuestas a sumergirse en ese ambiente sofisticado y a degustar esas pequeñas obras de arte culinario que han elevado la cocina en miniatura a otra categoría.
Sin embargo, a escasa distancia de este vibrante foco, existe un remanso de autenticidad que aguarda ser descubierto por aquellos que buscan algo más que la ruta establecida. Hondarribia se erige como una alternativa o, mejor dicho, como un complemento perfecto a la experiencia donostiarra, ofreciendo un contrapunto de tranquilidad y sabor local sin renunciar a la excelencia. Es ese secreto a voces que los guipuzcoanos guardan con cariño, un lugar donde el tiempo parece discurrir a otro ritmo, permitiendo saborear cada instante, cada vista y cada bocado, lejos del ajetreo de la cercana San Sebastián.
HONDARRIBIA: UN LIENZO DE HISTORIA Y COLOR ENTRE MURALLAS Y EL MAR
La villa de Hondarribia se presenta ante el visitante con dos caras bien diferenciadas pero armoniosamente unidas: su casco antiguo amurallado y el barrio de la Marina. El primero, declarado Conjunto Monumental, es un laberinto de calles empedradas, casonas blasonadas y rincones llenos de historia, dominado por la imponente figura del Castillo de Carlos V, hoy Parador Nacional, que vigila la desembocadura del Bidasoa. Perderse por sus rúas es como realizar un viaje en el tiempo, descubriendo la Plaza de Armas, la Iglesia de Santa María de la Asunción y del Manzano, y las robustas murallas que hablan de su pasado fronterizo y estratégico.
Descendiendo hacia el puerto, nos encontramos con el barrio de la Marina, un auténtico espectáculo visual. Sus casas tradicionales de pescadores, con sus característicos balcones de madera pintados de vivos colores –principalmente verde, azul y rojo–, crean una estampa alegre y vibrante que invita al paseo y a la fotografía, una imagen icónica que contrasta con la sobriedad pétrea del casco histórico pero que conforma el alma marinera de Hondarribia. Aquí, el aroma a salitre se mezcla con el de los guisos que emanan de sus numerosos bares y restaurantes, ofreciendo una atmósfera bulliciosa y acogedora que recuerda la cercanía de San Sebastián pero con un aire distintivo.
EL SABOR DEL CANTÁBRICO: MÁS ALLÁ DE LA RUTA DE PINTXOS DE SAN SEBASTIÁN
Si bien es cierto que San Sebastián ostenta el trono de los pintxos, Hondarribia no se queda atrás en cuanto a oferta gastronómica se refiere, especialmente si hablamos de los frutos del mar. Su condición de puerto pesquero garantiza la frescura y calidad del pescado y marisco que protagonizan muchas de sus cartas, brindando una experiencia culinaria auténtica y profundamente ligada a la tradición local del Cantábrico. Desde los restaurantes más sofisticados hasta las tabernas más sencillas del barrio de la Marina, la excelencia del producto es una constante.
Aquí, el ritual del poteo y el disfrute de unos buenos pintxos también tienen su espacio, pero con un sello propio. Las barras se llenan de creaciones que homenajean los sabores del mar, como las anchoas, el bonito o las kokotxas, preparadas con esmero y acompañadas, cómo no, de un buen txakoli. Es una oportunidad para explorar una vertiente diferente de la rica gastronomía vasca, descubriendo que la excelencia no es patrimonio exclusivo de la capital, sino una cualidad extendida por toda la provincia. La oferta es tan variada y de tanta calidad que bien podría competir con la de la vecina San Sebastián.
UN BALCÓN AL BIDASOA: HISTORIA VIVA Y PAISAJES QUE CAUTIVAN
La ubicación estratégica de Hondarribia, en la desembocadura del río Bidasoa y haciendo frontera natural con Francia –visible al otro lado de la bahía en la forma de la localidad de Hendaya–, ha marcado profundamente su historia y su fisonomía. Esta posición le confirió un papel crucial como plaza fuerte, siendo escenario de numerosos asedios y batallas a lo largo de los siglos, cuyas huellas son todavía palpables en sus murallas y fortificaciones. Contemplar las vistas desde sus miradores es asomarse a un paisaje cargado de historia y de una belleza serena, con el ir y venir de las pequeñas embarcaciones y el imponente monte Larrún como telón de fondo.
Este entorno privilegiado no solo ofrece postales inolvidables, sino también la posibilidad de realizar diversas actividades al aire libre, como paseos en barco por la bahía o rutas de senderismo por los montes cercanos. La combinación de patrimonio histórico, belleza natural y una vibrante vida local convierte a Hondarribia en un destino completo, un lugar que sorprende y enamora a partes iguales, ofreciendo una riqueza de experiencias que complementan a la perfección cualquier visita a San Sebastián. Es un rincón donde la historia de Euskadi y sus paisajes se entrelazan de manera magistral.
POR QUÉ ESTE DESVÍO DESDE SAN SEBASTIÁN SE CONVIERTE EN DESCUBRIMIENTO
Aunque el atractivo de San Sebastián es innegable y su visita es casi una obligación para quien viaja al País Vasco, permitirse un desvío de apenas quince minutos hacia Hondarribia es una decisión que recompensa con creces. No se trata de elegir entre uno u otro, sino de enriquecer la experiencia global, descubriendo que la esencia de Gipuzkoa se manifiesta en múltiples y encantadoras formas más allá de su capital. Hondarribia ofrece una perspectiva diferente, más pausada quizás, pero igualmente intensa y memorable.
Este pueblo pesquero demuestra que, a veces, los mayores tesoros se encuentran justo al lado de los caminos más transitados, esperando a ser descubiertos por aquellos viajeros curiosos que se atreven a explorar un poco más allá. La combinación de su imponente casco histórico, el colorido barrio de la Marina, su exquisita gastronomía y su entorno natural hacen de Hondarribia una joya que brilla con luz propia, un lugar que, una vez conocido, se convierte en uno de esos destinos a los que siempre se desea regresar, dejando una huella tan profunda como la que puede dejar la mismísima San Sebastián.