Adentrarse en el universo del deterioro cognitivo siempre genera una punzada de inquietud, especialmente cuando pensamos en enfermedades como el alzhéimer. Sin embargo, la ciencia y la práctica clínica nos brindan herramientas cada vez más accesibles para intentar anticiparnos, o al menos identificar señales de alerta temprana que justifiquen una consulta profesional. Una de esas herramientas, sorprendentemente simple en su ejecución pero profunda en la información que revela, es el llamado test del reloj. Neurólogos y otros especialistas llevan décadas utilizándolo en consulta por su capacidad para evaluar diversas funciones cerebrales clave afectadas por el alzhéimer y otras demencias.
La relevancia de este sencillo test del reloj, la Prueba del Dibujo del Reloj formalmente conocida, radica precisamente en esa dualidad: es una tarea que cualquiera puede intentar realizar, pero su correcta ejecución demanda una compleja interacción de habilidades cognitivas. Desde la comprensión verbal de la instrucción hasta la planificación motora para plasmar un círculo, los números y las manecillas en el lugar correcto, pasando por la memoria visual y la orientación espacial, cada trazo y cada número colocado (o no colocado) ofrece pistas valiosísimas sobre el estado de nuestras capacidades cerebrales. Es por ello que, aunque siempre se recomienda la interpretación por parte de un profesional, conocer en qué consiste y cómo realizarlo en casa puede ser un primer paso útil para quien tenga sospechas o simplemente quiera tener una referencia.
2POR QUÉ ESTE TEST SE CONVIERTE EN ALIADO CONTRA EL ALZHÉIMER
La elección del test del reloj por parte de los neurólogos para el cribado del alzhéimer no es casual. Esta enfermedad neurodegenerativa afecta progresivamente a diversas capacidades cognitivas, siendo la memoria, las funciones ejecutivas (como la planificación y la organización) y las habilidades visoespaciales de las primeras en verse comprometidas. La ejecución correcta de la Prueba del Dibujo del Reloj requiere precisamente la integridad de estas áreas.
Un fallo en este test, aunque no es diagnóstico definitivo de alzhéimer, sí es una bandera roja que alerta al clínico sobre la posible presencia de un deterioro cognitivo que merece una evaluación más exhaustiva. Su sencillez de aplicación, bajo coste y rapidez lo convierten en una herramienta ideal para un primer cribado en consultas, sirviendo como filtro para identificar a aquellas personas que necesitan ser derivadas a pruebas neuropsicológicas más complejas o estudios de imagen cerebral. Este test, en manos expertas, guía el proceso diagnóstico.
