Hay imágenes que se quedan grabadas en la retina, de esas que te obligan a mirar dos veces para creer que son ciertas, y la de esta playa murciana es, sin duda, una de ellas. Imagina por un momento la escena: aguas turquesas, arena dorada y, en lugar de gaviotas, una piara de cerdos vietnamitas tomando el sol y dándose un chapuzón. Aunque suene a un montaje o a una fantasía caribeña, durante un tiempo fue una realidad asombrosa en la costa española, donde
una colonia de cerdos vietnamitas se convirtió en la inesperada atracción principal de la zona. ¿Cómo llegaron hasta allí?
La noticia, como no podía ser de otra manera, corrió como la pólvora en redes sociales, convirtiendo un secreto a voces entre los locales en un fenómeno de masas. Miles de curiosos se preguntaban cómo era posible que estos animales hubieran colonizado una cala de aspecto paradisíaco, haciendo de su arenal un hogar. La insólita convivencia entre bañistas y porcinos generó un torbellino de publicaciones y reportajes, ya que
su presencia transformó un tranquilo rincón del Mediterráneo en un fenómeno viral. Pero toda historia tiene sus luces y sus sombras.
¿UN PARAÍSO SECRETO INVADIDO POR LA FAUNA MÁS INESPERADA?
Antes de que los móviles de media España apuntaran a sus nuevos habitantes, Cala Reona ya era una joya escondida del litoral cartagenero. Se trata de un enclave virgen, protegido por acantilados y con unas aguas de una claridad casi insultante, un refugio para los que buscan algo más que un simple día de sol y mar. En este rincón privilegiado del Parque Regional de Calblanque,
sus aguas cristalinas y su entorno natural la convertían en un refugio para quienes buscaban paz. Nadie podía imaginar lo que estaba a punto de ocurrir.
Todo cambió cuando una pareja de cerdos vietnamitas, presumiblemente abandonados, encontraron en esta playa el lugar perfecto para establecerse. Lejos de ser un hecho aislado, pronto comenzaron a procrear, dando lugar a una colonia que campaba a sus anchas por la orilla. Los primeros bañistas que se toparon con ellos no daban crédito, pero la noticia se extendió y, con ella, la leyenda, puesto que
los animales, abandonados a su suerte, encontraron en este rincón un hogar perfecto para prosperar.
LA CONVIVENCIA ENTRE BAÑISTAS Y CERDOS: CRÓNICA DE UN VERANO VIRAL
Lo que empezó como una anécdota local se descontroló gracias al poder de Instagram y Twitter. La estampa era tan surrealista que nadie quería perdérsela, transformando la costa mediterránea en el escenario de una peregrinación en busca de la foto perfecta. De repente, Cala Reona estaba en boca de todos, demostrando que en la era digital cualquier cosa, por extraña que parezca, puede convertirse en tendencia, dado que
miles de curiosos acudieron en masa para inmortalizar el momento con sus móviles.
La realidad de aquel verano fue una mezcla de fascinación y caos controlado en esta singular playa. Los cerdos, ya acostumbrados a la presencia humana, se movían con total naturalidad entre las toallas, se acercaban en busca de comida y se refrescaban en el mar sin ningún pudor. Para muchos, fue una experiencia inolvidable y divertida; para otros, el principio de un problema, pues
la estampa de los cerdos nadando junto a los veraneantes parecía sacada de una película.
EL DEBATE ESTÁ SERVIDO: ¿ATRACCIÓN TURÍSTICA O PROBLEMA MEDIOAMBIENTAL?
La cara B del fenómeno no tardó en aparecer. Mientras el turismo ocasional celebraba la novedad, surgieron las primeras voces de alarma sobre el impacto de esta colonia en una franja costera tan delicada. Los cerdos vietnamitas están catalogados como especie exótica invasora en España, y su presencia descontrolada suponía un riesgo para el ecosistema local. El debate estaba servido, ya que
ecologistas y vecinos alertaron sobre el riesgo sanitario y el desequilibrio ecológico que suponían.
La situación se convirtió en un verdadero rompecabezas para las autoridades. Por un lado, la presión mediática y la simpatía que generaban los animales; por otro, la obligación de cumplir con la normativa medioambiental y garantizar la seguridad de un espacio natural protegido. Esta playa se encontraba en una encrucijada que requería una solución urgente y no exenta de polémica, por lo que
las administraciones se vieron obligadas a buscar una solución que contentara a todas las partes implicadas.
EL DÍA QUE LOS CERDOS DIJERON ADIÓS A LA PLAYA
Finalmente, la balanza se inclinó hacia la protección del entorno. Tras meses de deliberaciones y planificación, se organizó un dispositivo para capturar a los cerdos y poner fin a su reinado en la bahía. La operación se llevó a cabo con el objetivo de garantizar el bienestar de los animales, que no fueron sacrificados. Lejos de las cámaras,
un operativo especializado se encargó de capturarlos de forma segura para trasladarlos a un santuario animal, donde recibirían los cuidados necesarios.
Hoy, Cala Reona ha vuelto a ser ese remanso de paz que era antes de su salto a la fama. Ya no hay cerdos nadando en sus aguas, pero el recuerdo de aquel verano insólito permanece imborrable en la memoria colectiva. Esta curiosa playa recuperó su estado original, dejando tras de sí una de las historias más extrañas y comentadas de la costa española, dado que
la cala recuperó su tranquilidad, pero la leyenda de los cerdos bañistas ya es parte de su historia.
MÁS ALLÁ DE LOS CERDOS: ¿QUÉ HACE TAN ESPECIAL A CALA REONA?
Despojada de su anécdota más famosa, esta playa sigue siendo uno de los parajes costeros más impresionantes de la Región de Murcia. Su verdadero valor reside en su naturaleza salvaje, en los senderos que la conectan con el Parque de Calblanque y en la riqueza de su vida marina. Es un destino imprescindible para los amantes del senderismo y los deportes acuáticos, ya que
sus fondos marinos son un paraíso para los amantes del buceo y el esnórquel.
La historia de los cerdos de Cala Reona fue un espejismo, un capítulo surrealista que nos hizo mirar hacia este rincón de la costa cálida. Quizás esa fue su gran misión: descubrirnos un lugar que merece ser visitado y, sobre todo, cuidado por su propia esencia. Porque a veces, las anécdotas más disparatadas nos guían hacia los tesoros más auténticos, y
la historia nos recuerda que los lugares más inesperados guardan a veces las anécdotas más extraordinarias.