Juan Flores, enólogo (51): «En este pueblo de La Rioja te emborrachas solo con el aire a vino, y solo sucede en septiembre»

El fenómeno se debe a que los gases de la fermentación, cargados de moléculas aromáticas, se liberan a través de respiraderos directamente a las calles del pueblo. Esta experiencia olfativa única es efímera, dura solo unas pocas semanas al año y permite vivir de forma inmersiva el momento clave de la vendimia riojana.

Pocos lugares en La Rioja ofrecen una experiencia tan inmersiva y embriagadora como el pueblo de Briones durante el mes de septiembre. Es un secreto a voces entre los enólogos: un fenómeno tan intenso que transforma un simple paseo en un viaje sensorial al corazón del vino, pues la concentración de bodegas convierte al pueblo en una destilería al aire libre. ¿Te imaginas poder oler la cosecha antes incluso de que se convierta en vino?

Esta magia tiene una explicación, y no es ninguna exageración. Lo que ocurre en esta joya de la región vinícola durante unas pocas semanas al año es único, un espectáculo invisible que ha convertido a la localidad en un lugar de peregrinaje para los amantes del vino, ya que el olor proviene de la fermentación tumultuosa de miles de kilos de uva a la vez. Es el aroma del nacimiento de una nueva añada, y es abrumador.

EL SECRETO QUE SOLO DESVELA SEPTIEMBRE

Este fenómeno único en La Rioja transforma un pueblo entero en una experiencia sensorial inolvidable.
Este fenómeno único en La Rioja transforma un pueblo entero en una experiencia sensorial inolvidable. Fuente Pexels.

Imagínate caminar por calles empedradas y sentir cómo un vapor dulce y punzante, una mezcla de fruta madura y levadura, lo inunda todo. No es el olor de una copa, es el alma de la cosecha de la uva flotando en el ambiente, ya que el aire se carga con los ésteres y aldehídos liberados por el mosto en su fase más enérgica de transformación. Es un perfume denso, casi masticable, que se pega a la ropa y a la memoria.

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Este milagro olfativo solo ocurre con la llegada de la vendimia. Durante el resto del año, Briones es un pueblo tranquilo, pero en septiembre explota en una sinfonía de aromas que lo envuelve todo, porque es el único momento del año en que todas las bodegas trabajan a pleno rendimiento simultáneamente. El pueblo entero se pone a fermentar al unísono, y el resultado es esta atmósfera absolutamente única.

¿MAGIA O QUÍMICA? LA CIENCIA DETRÁS DEL AROMA

Lo que parece brujería es en realidad pura química. Durante la fermentación alcohólica, las levaduras devoran el azúcar de la uva y lo convierten en alcohol y dióxido de carbono. Es un proceso violento, casi una ebullición, y ese gas arrastra consigo las moléculas aromáticas de la uva recién prensada, liberándolas al exterior. Lo que olemos es, literalmente, la esencia más pura del futuro vino escapando hacia el cielo.

La peculiaridad de Briones es su arquitectura. Muchas de sus bodegas son calados subterráneos excavados bajo las propias casas, con respiraderos que dan directamente a la calle, pues las chimeneas de las bodegas, llamadas tuferas, liberan estos gases directamente a las calles estrechas. Esta estructura urbana actúa como un difusor gigante, atrapando y concentrando los aromas en un laberinto de piedra.

BRIONES: MÁS QUE UN PUEBLO, UN MUSEO VIVIENTE

El escenario de este milagro olfativo en La Rioja es uno de los pueblos más bonitos de España.
El escenario de este milagro olfativo en La Rioja es uno de los pueblos más bonitos de España. Fuente Pexels.

Colgado de un cerro con vistas a un mar de viñedos en la Rioja Alta, Briones es un espectáculo en sí mismo. Declarado Conjunto Histórico-Artístico, sus calles transportan a otra época, dado que sus casonas de piedra esconden bodegas familiares que llevan siglos haciendo vino de la misma manera artesanal. Es el corazón de una tradición que se respira en cada rincón, y no solo en sentido figurado.

Lejos de ser un decorado para el enoturismo, el pueblo mantiene una autenticidad que enamora. Aquí el vino no es un producto, es una forma de vida que impregna la cultura y el carácter de sus gentes, ya que pasear por aquí es como viajar en el tiempo a la esencia de la viticultura riojana. Cada puerta y cada piedra tienen una historia que contar, y en septiembre, esa historia tiene un aroma inconfundible.

LA FIESTA DE LOS SENTIDOS: VIVIR LA VENDIMIA DESDE DENTRO

Durante la vendimia, La Rioja no solo huele a vino, sino que vibra con una energía contagiosa.

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El aroma es solo una parte de la experiencia. En septiembre, el ambiente de la cosecha lo transforma todo. El traqueteo de los tractores cargados de uva, el bullicio de los vendimiadores y la alegría palpable de los bodegueros crean una atmósfera festiva y vibrante, porque el pueblo entero se convierte en un hervidero de actividad, desde el amanecer hasta la noche. Es el momento más importante y emocionante del año.

No es un espectáculo para turistas, es la vida real del pueblo. Sin embargo, la hospitalidad riojana hace que el visitante se sienta parte de ello. Es fácil acabar charlando con un viticultor o probar el primer mosto del año, dulce y turbio, directamente de la prensa, dado que muchos bodegueros locales abren sus puertas de forma informal para compartir el fruto de su trabajo. Es una inmersión total en la cultura del vino.

UN TESORO EFÍMERO QUE SE ESFUMA CON EL OTOÑO

Este espectáculo sensorial en La Rioja es un regalo fugaz que la naturaleza y la tradición nos ofrecen solo una vez al año.
Este espectáculo sensorial en La Rioja es un regalo fugaz que la naturaleza y la tradición nos ofrecen solo una vez al año. Fuente Pexels.

Quien quiera vivir esta experiencia debe saber que tiene fecha de caducidad. El milagro anual dura lo que dura la primera fermentación, apenas dos o tres semanas. A medida que el vino nuevo se calma y empieza su crianza, el aire recupera su normalidad, pues una vez que la fermentación se calma, el aroma se desvanece tan rápido como llegó. Es un tesoro efímero que hay que saber atrapar.

Ese perfume que se va es la antesala del placer que vendrá. Es el alma de la añada que se eleva antes de encerrarse en la botella, un anticipo de lo que se descorchará meses o años después en la cuna del vino. Quizás por eso es tan especial, porque nos permite ser testigos del momento exacto de la creación, y ese aroma es la promesa del vino que se disfrutará en los meses venideros.

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