El gesto de cruzar las piernas al sentarte te está destrozando por dentro sin que te des cuenta, un hábito que, según el fisioterapeuta y osteópata Pablo Costa, es mucho más que una simple manía postural. Puede que lo hagas por comodidad, por costumbre o incluso por elegancia, pero y es que esta postura aparentemente inofensiva esconde consecuencias que pocos imaginan, afectando a tu cuerpo de forma silenciosa y progresiva. ¿Sientes a menudo un dolor de espalda que no sabes de dónde viene?
Quizás la respuesta esté justo en cómo colocas tu cuerpo mientras lees esto, una advertencia que lanza Pablo Costa para que tomemos conciencia de los riesgos. Millones de personas adoptan esta posición al sentarse sin pensar en ello, ya que la repetición diaria de este hábito puede ser la causa de dolencias que achacas al estrés o al cansancio, pero cuyo origen es puramente mecánico. Sigue leyendo, porque lo que vas a descubrir podría cambiar tu forma de sentarte para siempre.
¿UN SIMPLE GESTO INOCENTE? LA VERDAD SOBRE TU PELVIS
Cuando adoptas esta postura, tu cuerpo deja de estar simétrico, obligando a una de las caderas a elevarse y rotar ligeramente mientras la otra desciende. Este movimiento, que puede parecer mínimo e insignificante, provoca que la pelvis se incline hacia un lado y rote ligeramente, perdiendo su alineación natural y forzando toda la estructura vertebral que se apoya sobre ella. Como insiste Pablo Costa, este es el punto de partida de muchos problemas musculoesqueléticos.
La persistencia en el tiempo es lo que agrava el problema de sentarse con las piernas cruzadas. Si pasas horas trabajando o descansando así, tu cuerpo empieza a «memorizar» esa posición anómala, ya que este desequilibrio sostenido obliga a los músculos a trabajar de forma asimétrica para compensar, generando tensiones innecesarias en la zona lumbar, los glúteos e incluso el abdomen. Es una bomba de relojería silenciosa que se gesta en tu propia silla.
EL DOLOR DE ESPALDA QUE NUNCA SE VA: ¿TIENE LA CULPA TU FORMA DE SENTARTE?

La conexión es directa y devastadora, un hecho que Pablo Costa ve cada día en su consulta con pacientes que buscan alivio sin encontrar la causa. Al inclinar la pelvis, como hemos visto, la base de la columna vertebral se desestabiliza, y es que esa inclinación pélvica ejerce una presión desigual sobre los discos intervertebrales lumbares, siendo una de las causas más comunes y menos diagnosticadas de dolor crónico en la zona baja de la espalda.
Este mal hábito postural no solo afecta a los discos, sino que desencadena una reacción en cadena que se extiende por toda la espalda. El cuerpo, en su intento por mantener la cabeza erguida y la mirada al frente, realiza adaptaciones, porque la columna intenta adaptarse a la postura incorrecta creando curvas compensatorias que, a la larga, derivan en contracturas musculares severas y un malestar persistente que ni los masajes ni los analgésicos logran solucionar de raíz.
«SE ME DUERME EL PIE»: EL NERVIO QUE PAGA LAS CONSECUENCIAS
Esta sensación, conocida técnicamente como parestesia, tiene una explicación muy sencilla pero preocupante. Al colocar una pierna sobre la otra, especialmente si lo haces a la altura de la rodilla, comprimes directamente una estructura vulnerable, ya que la presión constante sobre el nervio peroneo, que pasa por el lateral de la rodilla, puede interrumpir su función temporalmente, provocando esa molesta sensación de que el pie «se ha dormido».
Aunque en la mayoría de los casos la sensación desaparece al cambiar de postura, el fisioterapeuta Pablo Costa advierte sobre los peligros de cronificar este hábito. La compresión repetida y prolongada del nervio puede llevar a problemas más serios, pues en casos extremos, este maltrato continuo puede provocar una neuropatía por compresión, con síntomas que van desde el adormecimiento persistente hasta la debilidad para levantar el pie, algo que sin duda nos indica que este gesto nos está «destrozando por dentro».
MÁS ALLÁ DE LOS HUESOS: EL IMPACTO OCULTO EN TU TENSIÓN ARTERIAL

Puede que te sorprenda, pero numerosos estudios han demostrado que esta postura provoca un aumento temporal de la presión arterial. La razón es doble: por un lado, al presionar una pierna contra la otra, dificultas el retorno venoso, y por otro, la contracción isométrica de los músculos de las piernas para mantener la postura envía señales al corazón para que bombee con más fuerza, elevando así las cifras de tu tensión.
Si bien este aumento es transitorio en personas sanas, Pablo Costa señala que para quienes sufren de hipertensión o problemas cardiovasculares, el hábito de cruzar las piernas debería estar totalmente desaconsejado. La recomendación médica de tomar la tensión con los pies apoyados en el suelo no es casual, pues evitar esta postura durante las mediciones es crucial para obtener un resultado fiable y no alarmarse innecesariamente, demostrando su impacto fisiológico real e inmediato.
ROMPER EL HÁBITO: PEQUEÑOS CAMBIOS PARA UN GRAN BIENESTAR
La clave, según los expertos como Pablo Costa, no está en obsesionarse, sino en introducir pequeñas correcciones en tu día a día. Intenta sentarte con la espalda recta y ambos pies apoyados firmemente en el suelo, manteniendo las rodillas y las caderas a la misma altura, ya que esta «posición neutra» es la que distribuye el peso de manera equilibrada y minimiza la tensión en la pelvis y la columna lumbar, permitiendo que tu cuerpo trabaje sin sobrecargas.
Si te resulta difícil mantener la postura correcta, no te preocupes, es normal al principio. Una buena estrategia es ponerte alarmas cada 20 o 30 minutos para revisar tu posición y, si estás con las piernas entrelazadas, simplemente descruzarlas. Verás que poco a poco tu cuerpo se irá acostumbrando a una forma de sentarse más saludable porque, en definitiva, la reeducación postural es un proceso gradual que requiere constancia, pero cuyos beneficios para prevenir el dolor y mejorar tu bienestar general son inmensos.