En polÃtica, la rueda de la fortuna gira constantemente. Los que un dÃa reinan, dejan paso a los que reinarán al dÃa siguiente que, a su vez, serán sustituidos por lo que reinaron a la espera que llegaran los que ahora no tienen reino. Este endiablado juego de palabras se resumÃa en latÃn en la siguiente inscripción de la rueda de la fortuna: Regnabo, regno, regnavÃ, sum sine regno. Bien podrÃa ser una buena descripción de cualquier camino de los siete infiernos pensados por Dante. Y es que no serÃa descabellado decir que la polÃtica actual es un limbo donde se fragua una lucha constante en la que se cometen pecados y se sufren traiciones y, mientras unos ascienden a los cielos, otros caen y son olvidados en los infiernos.
Almeida fue producto de si mismo, de sus aciertos y de sus contradicciones. Aquel abogado del estado con humor complicado, durante los primeros meses de la pandemia, se convirtió en el alcalde de España. No solo transmitÃa seguridad a quien le escuchaba, sino que también fue capaz de generar una confianza ciega en él que hacÃa que hasta a sus más acérrimos detractores comprasen, convencidos, un barco en el desierto si él se lo pedÃa.
Y demostró lo que pocos esperaban en esas circunstancias. No se cegó por el calor del pueblo, no se creyó un mesÃas ni una estrella del pop. Mantuvo la lealtad a quien le habÃa dado la responsabilidad más grande de su vida y ayudó a sus compañeros a los que tenÃa que traducir y modular todo lo que decÃan cada vez que abrÃan la boca. Fue un alcalde modélico y una buena persona.
Pero la rueda de la fortuna giró. Atrás se quedaron esos tiempos en los que no solo los madrileños sino todos los españoles esperaban dÃa a dÃa a escuchar el mensaje que transmitÃa. De repente tornaron sus cabezas hacÃa la nueva Ãdolo del pop. Los que antaño la despreciaron, ahora le entregaron la bandera de la libertad y le reconocieron méritos que antes nunca hubieran admitido. Y la luz del alcalde, que habÃa llegado a ser tan brillante como la de la Osa Mayor que todo el mundo busca en el cielo, empezó a apagarse.
Más adelante la guerra en el Partido Popular estalló. Se cometieron errores, se fraguaron alianzas imposibles, las traiciones afloraron y las ratas saltaron del barco. El resultado todos lo saben.
Y entonces en un nuevo giro de los acontecimientos, quien fuera aclamado en la calle tuvo que pedir árnica en la planta noble de ese edificio que no tiene culpa de las corruptelas que sus paredes albergaron. Quien antaño entrara sin pedir permiso, quien tenÃa amigos en cada una de las plantas y quien en la primera de todas ellas tenÃa su cuartel de invierno, se vio solo.
Carabante fue defenestrado e Inmaculada Sanz
Una soledad que sin piedad fue retransmitida, amplificada y si acaso, burdamente restregada en el reparto de poder del nuevo Partido Popular de Madrid. Nadie de la confianza del alcalde pudo repetir en sus competencias. Carabante fue defenestrado e Inmaculada Sanz, quien fuera una de sus personas de confianza, se quitó la máscara y demostró su verdadera esencia de cambia capas. No olvidemos que esa capacidad la debió adquirir en su camino de supervivencia que empezó intentando borrar de la memoria colectiva que fue la jefa de gabinete del vicepresidente de Aguirre, Nacho González.
Almeida tuvo que tragar bilis y salir sonriente de esa criba en la acabaron con concejales y personas que le habÃan acompañado desde que era un desconocido portavoz en la oposición. Sus jefes de prensa se afanaron en intentar vender como un éxito la vocalÃa en la Junta Directiva a la que accedió Andrea Levy omitiendo que la importancia es tan mÃnima que hasta Nuevas Generaciones nombra 20 vocales como lo es Levy. O la vocalÃa de Carabante en el Comité Ejecutivo que, sin ningún tipo de competencia, se limitará simplemente a llenar una silla en las reuniones. Definitivamente, la melodÃa del alcalde que sonaba a música clásica habÃa sido sustituida por un nuevo pop estridente pero pegadizo.
Pero las modas pasan, las canciones del verano mueren cuando acaba su estación. La rueda de la fortuna siempre vuelve a girar. Y mientras tanto el calvario sigue y las humillaciones con ello.
La última de ellas se produjo durante la celebración del primer Comité de Dirección del Partido Popular de Madrid. La mesa donde se celebran estos comités, siempre ha estado encabezada por los presidentes de la Comunidad de Madrid y los alcaldes de Madrid junto con la presidencia del partido. No solo es lo estético sino también lo ético. Ayuso siempre se sentó junto a Almeida, Pio GarcÃa Escudero y Ana CamÃns.
Pero ahora habÃa que dar un paso más, una vuelta más a la humillación a Almeida. Despojado de todo poder orgánico, ahora también habÃa que escenificarlo. Fue sacado de la cabecera y sentado en un costado flanqueado por Jorge Rodrigo, vicepresidente de la Asamblea de Madrid, y por Francisco Galeote, secretario de la misma cámara autonómica. Y si no escocÃa suficiente, su portavoz en el Ayuntamiento fue ubicada un puesto por delante de él en la mesa del Comité. Algo a lo que Inmaculada Sanz debió negarse. Ni Andrea Levy cuando era miembro del Comité de Dirección Nacional osó nunca situarse por delante de su jefe directo en la alcaldÃa. Pero claro, el jefe de Inmaculada ya no es Almeida, su capa ha cambiado.
El nuevo poder dio más importancia a la amiguÃsima alcaldesa imputada por presunta corrupción y número tres del nuevo PP de Madrid y a ese alcalde gris y desconocido para la mayorÃa. Se trata de no opacar a la musa y bien lo consiguen.
Muchos empiezan a recordar ya con añoranza a los sustituidos. Convencidos de que la rueda sigue girando, lo que hoy brilla en el cielo también llegará a su ocaso. Y entonces, quizá, quien fuera aclamado, quien por el camino sacrificó a tantos para sobrevivir, vuelva a resurgir.