La Sagrada Familia de Barcelona ha celebrado este viernes su primera misa desde el cierre de sus puertas por el estado de alarma por la epidemia del coronavirus, que ha presidido el arzobispo de Barcelona, el cardenal Juan José Omella, y que ha tenido aforo limitado y uso obligatorio de mascarilla.
En declaraciones a los medios, el rector de la basílica parroquia de la Sagrada Familia, Josep Maria Turull, ha dicho que es «un motivo de alegría» que se pueda volver a reabrir para una eucarístia, en la que se ha guardado todas las medidas de seguridad.
La ceremonia ha celebrado las bodas de oro y plata de los sacerdotes y diáconos de la diócesis –el cardenal Omella cumple 50 años de sacerdocio– y ha renovado las promesas sacerdotales de los ordenados que, normalmente, se hacen en Semana Santa en la Misa Crismal pero que este año se habían tenido que aplazar.
Turull ha subrayado que se trata de una «celebración muy significativa» en la que se agradece la labor a los sacerdotes, y ha mostrado su alegría por que la Sagrada Familia se haya abierto para lo que Antoni Gaudí la diseñó, que es para acoger eucaristías.
Ha explicado que, además de la eucaristía de este viernes, la Sagrada Familia acogerá otra ceremonia el 28 de junio donde serán ordenados sacerdotes, y el 26 de julio habrá una misa en recuerdo por los difuntos por la pandemia del coronavirus.
El párroco ha subrayado que se toman todas las medidas de seguridad habituales, con distancia en los bancos, uso de mascarilla y geles disponibles, y ha dicho que en la ceremonia de este viernes se ha previsto un aforo para 500 personas y en la del 28 de junio de unos 800.
De cara a la misa del 26 de julio, ha afirmado que se seguirá la normativa con el aforo que disponga, y ha señalado que la Sagrada Familia cumplirá «escrupulosamente» para evitar la propagación del virus.