Hasta el momento, el plan para que el Metro no se convirtiera en una bomba biológica de proporciones épicas no era otro que el de usar mascarillas, independientemente de lo que la gente tocara o de la cantidad de personas que estuvieran hacinadas en un vagón. Algunos en la Consejería de Transportes sopesaron que hubiera más frecuencia de trenes, pero prefirieron coquetear con las prohibiciones y limitar el acceso a los coches. Sin embargo, Ángel Garrido considera haber dado con la clave para que el Metro no se vuelva en septiembre contra la capital: y no es otro que prohibir comer en el Metro para que los usuarios no manipulen las mascarillas, una medida que muchos califican como insuficiente ya que prevén que con la vuelta al trabajo y el fin de las vacaciones el Metro de Madrid vuelva a convertirse en un lugar donde la gente se apilará cada mañana.
«Desde hoy no está permitido comer en los medios de transporte público dependientes del Consorcio Regional de Transportes de Madrid, tanto en autobuses como en Metro de Madrid. Queremos evitar así manipulaciones innecesarias de la mascarilla durante los trayectos», ha vendido Garrido. Pero lo cierto es que no hay que alejarse mucho para ver que el metro se convierte cada mañana en un lugar de concentración de personas similar al de cualquier estadio de fútbol.
Hasta el momento se tiene claro que para reducir el riesgo en estos vagones lo más adecuado es mantener la distancia social. Esto se puede hacer de una única forma: limitando el número de personas que entre en cada vagón y, para no privar a los madrileños de un servicio de movilidad tan esencial como el metro, aumentar la frecuencia de los trenes. Sin embargo, aquí parece haber un problema.
Si a día 7 de agosto ya circulaban por las redes sociales imágenes del metro abarrotado, qué no ocurrirá en septiembre u octubre. Garrido ha anunciado que seguirá realizando pruebas PCR a los trabajadores de transportes y que mantendrá cierto control, pero la verdad es que el problema es que el Metro de Madrid no está preparado para reducir de forma considerable la afluencia de gente que lo coge cada día.
«Hemos preparado un plan de refuerzos en el transporte público para garantizar la movilidad en la vuelta al trabajo y a las aulas», ha asegurado Garrido. Y ese plan no es otro que aumentar la frecuencia de trenes e imponer prohibiciones, como limitar el acceso a los mismos para garantizar la distancia social. Sin embargo, el detalle que no convence a prácticamente ningún partido de la oposición es que ese incremento del número de trenes se hará en función de la demanda.
El gran aliado del consejero de Transportes es el porcentaje de gente que sube diariamente el Metro, pues según los datos oficiales se ha reducido en un 40% si se compara con las mismas estadísticas del año anterior.
El otro temor que circula es que Garrido solo pretende, si se lee la letra pequeña, reforzar el número de trenes en hora punta, por lo que hay quien desde la oposición considera que esto vendrá de la mano de cierto descontrol a otras horas del día donde también se pueden generar problemas. Un solo positivo en el metro que se salte las normas puede contagiar a cientos de personas; Y el coronavirus ya se sabe que crece de manera exponencial, por lo que en un contexto en el que Madrid ya es de nuevo el epicentro de la pandemia en España, septiembre se prevé un mes negro para la pandemia y para el Metro.