Cuando la prensa de papel habla de crisis histórica de Podemos, corneado en Galicia y Euskadi, a Pablo Iglesias se le escapa una media sonrisa. Y es que el vicepresidente segundo del Gobierno es consciente de que su partido ha alcanzando el poder en España tras ocho décadas de ostracismo comunista.
‘Bendita crisis’, parece decir. Y es que él como marca dispara los números de Podemos, marca que ya se muestra ineficaz por sí sola. La formación morada ya está por debajo de los números de Julio Anguita en IU a mediados de los noventa… a nivel autonómico.
Porque Iglesias bien sabe que Anguita nunca pudo disfrutar el poder y siempre estuvo demasiado lejos del BOE porque el PSOE de entonces prefirió pactar con Jordi Pujol que con una formación comunista.
PALOS CONTRA IGLESIAS
Íñigo Errejón parece haber olvidado que apadrinó una ruina llamada Más País. Y es que el diputado estatal, que no ha sido capaz ni de presentar marcas afines en Euskadi y Galicia, da por muerto a Podemos: «Eso ya no existe. Existe una cosa que se llama UP y que tiene los resultados de siempre de IU».
Ramón Espinar fue más allá y asegura que «lo que antes era un partido, ahora son tres, y lo que era un proyecto de refundación de este país, ahora es un partido político de nicho». El ex secretario autonómico dice que Iglesias debería realizar «una revisión de lo que está haciendo desde sus inicios hasta esta parte».
«Pablo Iglesias no tiene ninguna voz crítica dentro del partido», asegura. Y lanza diatribas contra Podemos: «Endogamia, incapacidad para llegar a acuerdos, sectarismo, agresividad indiscriminada con los medios, expulsión sistemática de la disidencia y el talento, burocratización que impide desarrollar iniciativas locales, autoritarismo… La autocrítica es fácil de hacer«.
ANGUITA VIO VENIR LA CAÍDA DEL PARTIDO DE IGLESIAS
Los decepcionantes resultados de Podemos y sus confluencias en las elecciones de 2019 provocaron que Julio Anguita insinuase que Iglesias no sabía qué proyecto quería. Y decía que la izquierda debía hacer «una reflexión organizada y lo más amplia posible para fijar la respuesta colectiva a tres preguntas: ¿Qué queremos? El proyecto concreto que nos une. ¿Con quién y cómo? ¿Con qué tipo de organización para todo el territorio nacional?».
Anguita decía que «la izquierda que se autodenomina transformadora no tiene derecho a permitirse juegos mediáticos, escisiones precipitadas, infantilismos de terruño y campanario o nuevos diseños para un espectro electoral de supermercado».
Y añadía: «La izquierda que quiera ejercer de ello tiene ante sí una travesía del desierto, que será fructífera si asume que para ella los procesos electorales no son otra cosa que el examen al que se somete para ser evaluada sobre su trabajo de hormiguita en la sociedad y en las instituciones».
ANGUITA HABLABA CLARO
El Califa’, eso sí, creía que no iba a haber pacto entre Sánchez e Iglesias: «El PSOE no puede admitir un Gobierno de coalición con Unidas Podemos. Va contra su auténtica identidad de cariátide izquierda del templo de la Transición, con todos los apaños, pactos tácitos entre poderes económicos y políticos, que presididos por la Monarquía restaurada, allí se encuentran custodiados. Y que, por otra parte, aparecen de vez en cuando sobre la mesa del Consejo de Ministros». Y ahora están apareciendo…
El exalcalde de Córdoba decía que «Pablo Iglesias ha sido y es consciente del órdago que ha puesto en marcha. Su insistencia en estar presente en el Gobierno marca una estrategia que ya no admite marcha atrás. Salvo la claudicación, y con ella su dilución en un futuro inmediato. Ha apostado por una lógica impecable pero perturbadora para el estatus, el cual, conjuntamente con las cloacas del Estado, lleva poniendo toda la carne en el asador en destruir a Unidas Podemos y a su cabeza más visible».