La violencia yihadista alcanzó niveles récord en 2020 en África, continuando la tendencia iniciada en 2016. Los casi 5.000 incidentes violentos atribuidos a los grupos vinculados a Al Qaeda y Estado Islámico en el continente dejaron algo más de 13.000 víctimas mortales, un tercio más que el año anterior, según los datos recogidos por el Africa Center for Strategic Studies (ACSS), dependiente del Pentágono.
Las acciones de estos grupos permanecen concentradas principalmente en cuatro escenarios, con Somalia como uno de los más antiguos junto al del lago Chad, a los que el Sahel se ha unido con fuerza en los últimos años y ha venido a sumarse más recientemente el norte de Mozambique. Egipto, donde la actividad yihadista también es de larga data, se mantiene activo, pero es menos virulento.
En total, según el recuento de ACSS, en 2020 hubo 4.958 acciones yihadistas, un 43 por ciento más que el año anterior, y al menos 13.059 víctimas mortales.
Según explica este centro de estudios dependiente del Pentágono, la actividad yihadista en África sigue siendo obra de grupos arraigados a nivel local y que se nutren de las especificidades concretas de cada zona en lugar de ser «una amenaza monolítica en todo el continente».
El aumento de las acciones –con un 60 por ciento más de choques con las fuerzas de seguridad y un 29 por ciento más de ataques contra civiles– «demuestra el crecimiento sostenido de la capacidad» de estos grupos en todos los escenarios en los últimos años y pone de manifiesto no solo «su voluntad de atacar a las fuerzas de seguridad estatales» sino su «creciente sofisticación para aprovechar fuentes de ingresos en el marco de lo que a menudo equivale a actividad del crimen organizado».
En el caso de los países bañados por el lago Chad –Nigeria, Camerún, Chad y el sureste de Níger–, hubo un 60 por ciento más de ataques islamistas, con 1.223 frente a 766 en 2019, obra en su práctica mayoría de Boko Haram y de su escisión, Estado Islámico en África Occidental (ISWA).
Este aumento es resultado en gran medida de la escalada en la confrontación con las fuerzas de seguridad y las milicias que les apoyan. Así, hubo un 73 por ciento más de enfrentamientos de este tipo en 2020, lo que supone el 46 por ciento de toda la actividad violenta vinculada a los yihadistas en esta zona. Además, los ataques contra los civiles aumentaron un 32 por ciento, hasta representar el 37 por ciento de las acciones cometidas por estos grupos.
En total, en la región del lago Chad hubo 4.801 víctimas mortales, lo que convierte este escenario en el más mortífero del continente y supone un aumento del 45 por ciento con respecto a 2019. De ese total, el 59 por ciento de las muertes se produjeron en enfrentamientos. Aquí, Nigeria sigue siendo el país más afectado, con más de la mitad de las acciones, pero también hubo un aumento considerable en Camerún, donde se produjeron un tercio de los incidentes violentos.
Por lo que se refiere al Sahel, donde la actividad que comenzó en el norte de Malí se ha extendido al centro de este país, a la vecina Burkina Faso y al oeste de Níger, en 2020 hubo 1.170 incidentes violentos, un 44 por ciento más, confirmando así la tendencia al alza iniciada en 2015.
Según ACSS, detrás de estas acciones están principalmente Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS), la filial en el Sahel y que depende de ISWA, y el Frente de Liberación de Macina (FLM), una de las organizaciones que integran el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), la franquicia de Al Qaeda en el Sahel.
Aquí, los yihadistas han dejado 4.122 muertos, un 57 por ciento más que en 2019, si bien el 70 por ciento del total, 2.902, corresponden a víctimas en enfrentamientos, lo que pone de manifiesto el aumento de los choques con las fuerzas de seguridad de estos países así como otras fuerzas desplegadas en la región, como el G5 Sahel o la operación ‘Barkhane’ francesa.
España cuenta con un contingente que llegará a los 530 efectivos en 2021 dentro de la EUTM Malí, encargada de formar a las tropas de este país y que está previsto que este año extienda su actividad a otros países de la región. Además, ofrece apoyo logístico tanto a esta misión europea como a la operación francesa.
En 2020, además, la ‘excepción’ del Sahel, donde los milicianos de Al Qaeda y Estado Islámico habían convivido sin roces e incluso con un cierto grado de cooperación, quedó definitivamente rota. El resultado ha sido que el 21 por ciento de los enfrentamientos registrados en la región han sido precisamente entre milicianos de JNIM y ISGS.
Somalia fue durante años uno de los principales focos yihadistas en África debido a Al Shabaab, pero ahora solo está detrás del 35 por ciento del total de actos violentos, frente al 50 por ciento de la pasada década.
En 2020, las acciones atribuidas a este grupo vinculado a Al Qaeda aumentaron un 33 por ciento –1.742 incidentes frente a 1.310 en 2019– y los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad se incrementaron en un 47 por ciento. Por lo que se refiere a las víctimas mortales, cayeron un 14 por ciento hasta 2.369 y representaron el 18 por ciento del total en el continente.
En el caso de este grupo yihadista, su acción está destinada principalmente contra las fuerzas de seguridad, lo que confirma el hecho de que dos tercios de su actividad violenta fueron enfrentamientos con efectivos somalíes, mientras que los ataques contra la población civil representaron el 13 por ciento del total, el dato más bajo en todos los escenarios con la excepción de Egipto. España participa con 20 efectivos en la misión EUTM Somalia, encargada de entrenar al Ejército de este país.
Entretanto, el norte de Mozambique ha emergido como un importante foco de violencia yihadista. Aquí, desde mediados de 2019 Estado Islámico en África Central (ISCA) ha venido reivindicando acciones, que se han intensificado en 2020. Como muestra de ello, según ACSS, el año pasado hubo un 129 por ciento más de incidentes violentos, hasta alcanzar los 437. Una de las señas de identidad de la violencia en este teatro es que dos tercios de las acciones fueron contra civiles.
Como resultado del incremento de la actividad yihadista hubo 1.600 víctimas mortales, un 169 por ciento más. Desde el ACSS advierten que «esta escalada en la violencia ha transformado rápidamente este conflicto para acercarlo a los niveles de derramamiento de sangre observados en otros teatros más establecidos».
Por último, en Egipto, aunque la actividad yihadista centrada en el Sinaí se mantiene, sus niveles están lejos de otros focos. Según resalta el ‘think tank’ dependiente del Departamento de Defensa estadounidense, «pese a siete años de esfuerzos, Estado Islámico ha sido incapaz de expandirse por el norte de África de forma significativa».
En concreto, hubo 371 incidentes violentos y 574 muertos, un 35 por ciento menos. En este caso, la violencia remota mediante artefactos explosivos, disparos de artillería y bombardeos aéreos supuso el 53 por ciento del total y el 34 por ciento de las víctimas, mientras que los enfrentamientos representaron el 37 por ciento del total y el 59 por ciento de los fallecidos. En 2020 solo hubo once acciones contra civiles, cuyas víctimas suponen el 6 por ciento del total.