Las consecuencias de la COVID-19 afectan al conjunto de la sociedad, pero en casos como el de las personas con dolor crónico pueden agravar especialmente su estado de salud psicológico. Así se refleja en el estudio realizado por un grupo de investigadoras de la Universidad de Málaga (UMA), en el que se han abordado los efectos de la pandemia sobre pacientes con síndrome de dolor crónico con sensibilización central.
Esta sensibilización, caracterizada por un incremento o hiperexcitabilidad en la respuesta de las neuronas nociceptivas del sistema nervioso central, origina hipersensibilidad al dolor y dolor generalizado.
El estudio, llevado a cabo por el grupo de investigación Psicología y Dolor de la UMA y publicado en la prestigiosa revista British Journal of Health Psychology, especializada en aspectos psicológicos relacionados con la salud, ha tenido un importante impacto en indicadores procedentes de la web social, llegando a situarse entre el 25 por ciento de los primeros resultados registrados por Altmetric.
La investigación se centró en el modo en que los cambios vitales originados por la pandemia impactaban en el nivel de estrés de las personas con dolor crónico no oncológico. Para ello, se realizaron encuestas online durante el confinamiento, comprendidas entre el 10 y el 30 de abril, con la colaboración de 198 asociaciones de personas con dolor crónico que fueron invitadas a participar.
De las 477 respuestas recibidas, se consideraron un total de 363, correspondientes a personas que padecían dolor, concretamente, a causa de un síndrome con sensibilización central (fibromialgia, dolor de espalda y dolor generalizado), durante una media de siete años.
En torno al perfil demográfico de las personas encuestadas, entre otros aspectos recogidos, se indica que la edad media de participación fue de 53,03 años y que un 92 por ciento fueron mujeres. En concreto, las preguntas se realizaron alrededor de cuestiones como el grado de exposición a las consecuencias del COVID-19, la intensidad del dolor y el estrés emocional.
Los resultados mostraron que un cinco por ciento de las personas encuestadas había padecido COVID-19, un 16 por ciento había sufrido la pérdida de un familiar o de una persona cercana a causa del virus y un ocho por ciento se había quedado en paro.
OTROS FACTORES
Además, se manifestaba una modificación de las rutinas diarias, así como una disminución de la actividad física generalizada y del apoyo social en torno a un 40 por ciento. Por su parte, el 45 por ciento señalaba que había tenido dificultades para seguir recibiendo atención médica habitual.
«Las puntuaciones más elevadas en sensibilización central se asociaron con mayor malestar emocional y niveles más altos de dolor», indica la profesora Alicia Eva López, una de las integrantes del grupo de investigación, quien añade que la disminución del apoyo social, la dificultad para recibir atención médica y los cambios en las rutinas diarias, en este orden, «predijeron significativamente un aumento del nivel de malestar de estas personas».
Estos resultados ponen de manifiesto que las personas con un síndrome de dolor crónico por sensibilización central tienen un riesgo particularmente elevado de desarrollar síntomas psicológicos de malestar ocasionados por la pandemia.
Es reseñable que, incluso si la salud de estas personas no se ha visto afectada de manera directa por el COVID-19, este ha supuesto un importante factor de estrés, agregan desde la UMA. En este sentido, para promover el bienestar de estos pacientes, las investigadoras del estudio apuntan a la necesidad de una intervención multidisciplinar en la que participen, conjuntamente, profesionales de la medicina y la psicología.