El anuncio de que la ministra de Industria, María Reyes Maroto, será vicepresidenta si Ángel Gabilondo puede gobernar en la Comunidad de Madrid le ha importado lo mismo a los madrileños que el hecho de que en abril vaya a llover. Ante este anuncio fallido que nadie se esperaba en Ferraz, el entorno del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sigue empeñado en sacar a la ministra de Defensa, Margarita Robles, de su lujoso despacho para mandarla a otro lugar donde pueda hacer un mejor servicio. Ya se sondeó a la ministra por si quería liderar la candidatura en la Comunidad de Madrid y ésta se negó. Ahora las presiones siguen aunque la magistrada sigue empeñada en aferrarse al asiento y en hacer algún que otro mérito: como el hecho de cesar al jefe de la Sanidad Militar por saltarse el protocolo.
La Comunidad de Madrid se da por perdida, al menos en cuanto a golpes inesperados se refiere. Desde el PSOE aseguran que la única esperanza que les queda para desmovilizar al voto de la derecha y para conseguir atraer votantes de centro es anunciar que Margarita Robles caerá en la Comunidad de Madrid de algún modo. Evidentemente no se contempla en las filas socialistas que la jueza vaya al partido en la capital en calidad de segundona. Si lo hace, desplazará a Reyes Maroto, a Hana Jalloul y, por supuesto, a un Ángel Gabilondo de salida. Pero el problema es que Robles ha acudido al Leroy Merlín a comprar herramientas y ferretería para atornillarse al sillón del Ministerio de Defensa.
El PSOE ha dejado caer que aún habrá altos cargos del Gobierno central que caerán a la candidatura de Gabilondo. Por supuesto, no irán en las listas de ninguna manera, pero sí que estarán de alguna forma en un cargo relevante (como consejeros o vicepresidentes) en un hipotético gobierno socialista de la Comunidad de Madrid capitaneado por Gabilondo. El caso es que estos puestos quieren anunciarse mucho antes de que se celebren las elecciones para conseguir un golpe de efecto que atraiga voto a la causa socialista.
Desde Ferraz están deseando que sea Robles quien acuda a la llamada. Sánchez se la quiere quitar de encima y la magistrada se niega por activa y por pasiva. Si no atiende a razones por Whatsapp, la socialista se dedica a convocar a los medios para que le hagan caso y decir en público cualquier asunto relacionado con su departamento que deje claro que la Comunidad de Madrid no forma parte de sus planes. Y si la cosa sigue enquistándose, Robles toma decisiones impopulares dentro de las propias Fueras Armadas como la de cesar al Inspector General de Sanidad Militar, el general de división médico Antonio Ramón Conde Ortiz, por haberse puesto la vacuna antes de tiempo y saltándose el protocolo sugerido por Sanidad.
Robles quiere que su futuro pase por un cargo relevante. Para ella, ser presidenta de la Comunidad de Madrid es algo que no le disgusta, pero lo que no hará es jugársela. Vamos, que o los sondeos y las encuestas son muy favorables al PSOE o Robles no asomará los bigotes por la capital ni harta de vino. Antes vuelve a la judicatura o intenta lo que verdad quiere: ser presidenta del Tribunal Constitucional o intentar dar la vuelta a la legalidad para sondear la posibilidad de ocupar el cargo de su odiado Carlos Lesmes.
ROBLES Y UN FUTURO INCIERTO
La magistrada socialista está como loca por quitarse lo que para ella es el San Benito de acabar en la capital como candidata o de la Comunidad de Madrid o del Ayuntamiento. Las aspiraciones de la ministra de Defensa no pasan por acabar como referente del PSOE en una autonomía o un municipio, sino que quiere por algo más elevado y, a su juicio, de mayor prestigio. Dado que Margarita Robles tiene cerrado el sueño húmedo de ser presidenta del Tribunal Supremo, la magistrada se ha aferrado con uñas y dientes a la posibilidad de acabar en el Tribunal Constitucional. En cualquier caso, lo que tiene claro Robles, y lo que aseguran las fuentes, es que no quiere acabar en Madrid ni en pintura. Y menos después de todo lo ocurrido, cuando se ha visto fuera del Consejo de Ministros y como candidata de una delegación que tampoco la quiere, entre otras cosas, por su carácter.
Robles odia a Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo. Le detesta porque Lesmes simplemente aplicó la ley y en el momento en el que la magistrada abandonó su puesto para ejercer como ministra y dio un portazo al sueño de Robles de ser presidenta del Tribunal Supremo. Aún hay abierta alguna posibilidad de que lo sea, pero Robles tendría que montar un escándalo mayúsculo para conseguirlo, algo que desde el PSOE aseguran que quieren evitar. Con todo esto, las aspiraciones de Robles se han visto limitadas y tiene que elegir entre pocos destinos. Pero lo que tiene claro la ministra es que la Comunidad de Madrid o el Ayuntamiento no son santos de su devoción.