El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha vuelto a exhibir su poca destreza en asuntos de diplomacia internacional. El Gobierno ha tomado la decisión unilateral, sin el consenso del Congreso, de dar un giro radical a la postura de España respecto al Sáhara Occidental y ha cedido a las presiones de Marruecos. Por intentar frenar el chantaje migratorio, Sánchez ha tomado la decisión de apoyar que esta histórica colonia sea una autonomía del país vecino. El problema colateral es que Argelia, un país que apoya la independencia del Sáhara Occidental, ha visto el movimiento de Sánchez como una «segunda traición»; y no hay que olvidar que todo el gas de España proviene del este país fronterizo con Marruecos. Fuentes de Exteriores dejan claro cuál ha sido la motivación de Sánchez para tomar esta decisión tan arriesgada: cerrar de golpe la amenaza latente a Ceuta y Melilla y acercarse, de paso, a Estados Unidos, la gran obsesión del presidente.
Para Argelia ha sido un golpe bajo. Este país está enfrentado con Marruecos desde hace décadas. «Sorprendidas por este repentino cambio de posición de la antigua potencia administradora del Sáhara Occidental, las autoridades argelinas han decidido llamar a consultas a su embajador en Madrid con efecto inmediato”, ha detallado comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores de Argelia. Esto poco después de calificar la decisión de Sánchez de apoyar la postura de Marruecos respecto al Sáhara Occidental de una «segunda traición». A España solo le preocupa de este país una cosa: el gas. El problema es que ahora, tras la decisión del Gobierno, parece que hasta este activo podría estar en riesgo. En el momento más inoportuno, Sánchez ha abierto otra guerra diplomática que no casa bien con la que mantiene la UE con Vladimir Putin y la invasión de Ucrania.
Fuentes de Exteriores han detallado a MONCLOA.com que la razón por la que Sánchez se ha visto «obligado» a presentar este cambio de criterio que tanto ha ofendido a Argelia tiene que ver con, primero, la amenaza migratoria que se cierne sobre Ceuta y Melilla, en forma de invasión latente, y la obsesión de la Moncloa de acercarse a Estados Unidos a nivel diplomático. Y más ahora que se acerca la cumbre de la OTAN en Madrid. No hay que olvidar que el expresidente de EE UU Donald Trump reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, con la salvedad de que Estados Unidos no depende del gas argelino a nivel energético.
Esta decisión de Sánchez también ha generado problemas internos. Los partidos políticos españoles critican la falta de consenso. De hecho, Unidas Podemos, el socio de Gobierno del presidente, muy sensible con la causa saharaui, ha entrado en cólera por la batería de decisiones que ha tomado el líder del PSOE sin consultarles. Entre ellas, el aumento del gasto militar, algo que tampoco seduce a los de Yolanda Díaz, vicepresidenta del Ejecutivo.
Que Sánchez haya tomado esta decisión a nivel internacional ha irritado a los partidos porque hay que sumarle las consecuencias que tuvo para Ceuta y para Melilla que el Gobierno acogiera de forma oculta al líder militar del Frente Polisario Brahim Ghali. Un referente saharaui adorado por Argelia que Sánchez también visitó en Bruselas hace semanas; encuentro que supuso que Marruecos abriera el grifo migratorio de nuevo en Melilla con la consecuente invasión por parte de más de 3.000 africanos sin papeles. Pero Sánchez ha visto claro que dar el giro diplomático traerá más beneficios que perjuicios. O al menos es lo que esperan desde el Gobierno: liberar las ciudades autónomas y que se respeten por fin las aguas de las Islas Canarias.
EE UU, LA OBSESIÓN
El presidente del Gobierno tiene una espina clavada. El paseillo humillante con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es algo que obsesiona al presidente y que éste ha transmitido a su equipo más cercano. EE UU no ha tenido un gesto de complicidad con España nunca desde que Sánchez está en el Gobierno. La presencia de Unidas Podemos en el Consejo de Ministros incomoda considerablemente a la administración de Biden. Pero España tampoco ha sido capaz de ofrecer nada al país americano para que quieran viajar a la península a hacerse la foto. De hecho, Marruecos se ha posicionado como aliado estratégico de EE UU gracias a su influencia en los países musulmanes y a su capacidad de mediar con los conflictos con Israel.
Sánchez suspira por las esquinas por repetir la foto de Aznar con Bush
En cualquier caso, el equipo más cercano del presidente, con el jefe de gabinete de Sánchez, Óscar López, a la cabeza y algunos elegidos en el Ministerio de Asuntos Exteriores como la secretaria de Estado del ministerio han recibido el encargo de retomar las relaciones con la administración de Biden a cualquier precio. Incluso si esto puede poner en riesgo el gas argelino.
Estados Unidos se ha apresurado a reafirmarse y a reconocer exactamente el mismo plan que ha aceptado Sánchez, entregando el Sáhara a Marruecos 46 años después. La decisión no está del todo mal encaminada para muchos parlamentarios, pero si mal elegido el momento. La dependencia energética está en entredicho con la invasión de Ucrania. En cualquier caso, la cumbre de la OTAN en Madrid es una nueva obsesión del presidente porque vendrá el presidente de EE UU, porque la marcará la guerra de Ucrania y porque no se quiere permitir de nuevo una imagen humillante. Juega en casa.
La esperanza del Gobierno es que el giro que ha dado en favor de Marruecos no repercuta de forma negativa en la provisión de gas. Total, para el Gobierno solo es importante este abastecimiento. Nada más. En cambio, Marruecos tiene la llave migratoria, una amenaza latente a Ceuta y a Melilla y además tiene la llave de ser el punto de encuentro entre el Gobierno y Estados Unidos. Sánchez suspira por las esquinas por repetir la foto de Aznar con Bush. Pero no está siendo capaz ni de que le inviten a la Casa Blanca.