Pedro Sánchez ha cumplido con los protocolos exigidos por la ley, tras ser recibido en la segunda ronda de contactos por Felipe VI para su designación como candidato a la presidencia del Gobierno. El secretario general del PSOE, con 300.000 votos menos que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha informado al Monarca lo avanzado de sus negociaciones y el Rey le ha nominado.
A partir de este martes, Sánchez deberá emprender un proceso frenético de negociación con Carles Puigdemont y el resto de las formaciones con los plazos marcados: el 27 de noviembre. Si no convence a todos los involucrados, y son muchos, habrá repetición de elecciones el 14 de enero.
Sánchez tiene muchos frentes de negociación abiertos y, a día de hoy, no se puede dar ninguno por cerrado. Incluso los que creía más que atados acaban de ponerlo en duda. Su inseparable vicepresidenta tercera y líder de Sumar, Yolanda Díaz, acaba de informar al Rey que el acuerdo no está cerrado, y destacados dirigentes de la formación han lanzado su aviso para navegantes, porque los votos de Sumar no suponen un «cheque en blanco» y reclaman más cambios sociales.
En esta misma tesitura se encuentran los cuatro votos del PNV. El presidente del partido vasco, Íñigo Urkullu, acompañado de todas las tensiones de su partido ante las elecciones vascas en 2024, tampoco se lo va a poner fácil. En EH Bildu también comienzan a querer debatir sobre la territorialidad. O la única diputada de Coalición Canaria (CC), Cristina Valido, que ya le ha advertido que solo podrá contar con su voto si el acuerdo con los independentistas catalanes no incluyen la amnistía. También el único diputado del BNG asegura que, de momento, Sánchez no tiene su apoyo.
PUIGDEMONT SERÁ EL CONTRINCANTE MÁS DURO DE CONVENCER
Pero si sus ya casi cerrados acuerdos ahora parecen que pueden saltar por los aires, el hueso más duro de roer para Sánchez lo encarna Carles Puigdemont. Desde un principio puso sus condiciones sobre la mesa, bueno inicialmente una: la amnistía. ERC alardeó de haberla conseguido en el acuerdo para elegir la Mesa del Congreso.
Pero con el paso de los días, con la investidura de Feijóo ya fallida, y creyéndose más necesario que nunca ha ido sumando más condiciones. La segunda, conceder a Cataluña un concierto económico similar al vasco, con un paso previo, como es que el Estado español pague los 425.000 millones de euros que el dirigente de Waterloo considera que se debe a Cataluña.
Sánchez es imposible que consiga los dos tercios de votos del Congreso que se necesitan para que pueda haber referéndum
La tercera condición es todavía más difícil de realizar para Sánchez e imposible de cumplir ya que la celebración de un referéndum de autodeterminación supone chocar con la línea de flotación de la Constitución. Esta exigencia nunca puede salir adelante porque supondría una reforma de la Carta Magna que requiere el voto de los dos tercios de la Cámara Baja. Sánchez, en el momento de aceptar el encargo del Rey, ya ha dicho que no es viable el referéndum, mientras que no ha querido hablar abiertamente de amnistía, ha preferido decir «generosidad con Cataluña».
Hoy por hoy, los resultados del 23J muestran que esos dos tercios nunca se comseguirán, con el PP denunciando en comunidades, ayuntamientos y manifestaciones multitudinarias que significa la ruptura de España. ERC se suma a estas exigencias para no quedarse fuera del acuerdo, aunque el presidente de Cataluña, Pere Aragonés, ya le ha pedido a Sánchez que «se ponga las pilas» porque la negociación va muy lenta.
Pese a la determinación de Puigdemont, algunos de los políticos de Junts exiliados, como la eurodiputada Clara Ponsatí considera que España aún no está en condiciones de negociar, porque lo único que se hará es para «volvernos a capturar dentro de la política española». También se ha mostrado convencida de que Europa presiona a España de forma «no explícita» porque prefieren un gobierno de Pedro Sánchez a otro de Feijóo «apuntalado por Vox».
SÁNCHEZ TAMBIÉN TENDRÁ QUE CONVENCER AL PSC Y A LOS CRÍTICOS DEL PSOE
Por si fuera poca presión en este encaje de bolillos que le supondrá lograr los votos para su investidura, Sánchez también tendrá que aplacar las críticas dentro de su partido, y no sólo las de la vieja guardia socialista. El Partido Socialista de Cataluña (PSC), con Salvador Ila a la cabeza, no transigen por la exigencia de conceder la amnistía a Puigdemont, el resto de los fugados y hasta alcanzar los más de 1.000 encausados por los sucesos del 1-O. De momento, Sánchez parte de negociar la «generosidad» que está dispuesto a dar.
En el PSOE parecen circular varias corrientes de lo que se debería hacer durante estas negociaciones urgentes. Por un lado, en Ferraz pretenden proteger la figura del presidente para que no salga muy ‘quemado’ de lo que vaya trascendiendo de las negociaciones.
Y por otro, deberán dar con el mensaje que convenza a los ciudadanos de toda España de lo que se está acordando. Los mensajes que parecen estar llevando la voz cantante es la desjudialización del conflicto catalán para volverlo al terreno político, de donde nunca debió salir. El problema es que salió y que los hechos son tan tozudos que no se pueden borrar. Se enviaron guardias civiles y policías, hubo enfrentamientos, detenidos, fugados, procesados, se declaró por unos minutos la independencia y se pusieron urnas y se voto. La consecuencia fue la aplicación del artículo 155 de la Constitución, pero sobre todo la salida de muchas empresas. En las elecciones de 2025 en Cataluña todos los ciudadanos podrán opinar de lo que ha hecho Sánchez para salir investido.
Muchos ciudadanos catalanes no olvidan que muchas familias se dividieron y se rompieron amistades de toda la vida
Los propios ciudadanos catalanes no entienden cómo se puede conceder la amnistía ante la ruptura que supuso el 1-O al dividir familias y romper amistades de toda la vida . Tampoco se comprende cómo Oriol Junqueras y los miembros de ERC procesados, encarcelados e inhabilitados aceptan que los exiliados no pasen por los mismos malos tragos.