La reválida de Sánchez vs los territorios de Casado

La reválida de Pedro Sánchez, y la de Albert Rivera, y la de Santiago Abascal, e incluso Pablo Iglesias. Y también los territorios de Pablo Casado… Todo esto entra en juego hoy. Cuando parecía que el mundo se acababa el pasado 28 de abril, cuando parece que ya estaba todo dicho, los españoles se enfrentan con las elecciones de hoy a tres urnas, casi al borde da la saturación electoral. Pues más vale aprovecharlas, porque con esta convocatoria se cierra el ciclo electoral para cuatro años. En un mes se habrá ventilado casi todo el poder político en España. Y sus resonancias europeas.

La triple convocatoria de este domingo es de enorme importancia en el devenir político de España. Y, sobre todo, en el día a día de sus ciudadanos. En un país descentralizado, el poder de los gobiernos regionales y sobre todo de los locales es decisivo para la calidad o libertad en la vida de un español. Parafraseando aquel magnífico espasmo verbal de Rajoy, son los vecinos los que eligen al alcalde, y el alcalde el que elige la calidad de vida de sus vecinos.

Pero partiendo de esta premisa, a pocos se les escapan la calidad de segunda vuelta de las elecciones generales de hace menos de un mes que han adquirido estos comicios. La victoria de Pedro Sánchez –más ajustada en diputados y votos que ninguna otra socialista–, tras un mes de parálisis de pactos y casi de declaraciones, el PSOE confía en tener un cuatrienio tranquilo basado en un considerable poder electoral. Un poder que solo logrará si se repiten los datos de las generales de abril y si tiene habilidad en los pactos. Y los pactos locales tendrán que basarse, sí o sí en Podemos, por más que en cierto territorios Ciudadanos coquetee con el socialismo de Sánchez.

Un mes de paralización política paradójica, pese a que estábamos en campaña electoral. La principal declaración de Sánchez no la ha hecho en un mitin o una entrevista, sino que se le ha leído en los labios: “Tranquilo”. Eso le dijo a Oriol Junqueras el día de constitución del Congreso de los Diputados. Al clásico –y a veces temible– “tenemos que hablar” del líder de ERC, Sánchez miró de abajo arriba –estaba sentado en el escaño– y le respondió entre dientes: “Tranquilo”.

Lo que quiera decir “tranquilo” ya queda en las especulaciones, porque el PSOE, lógicamente no ha querido abrir el melón de los pactos de investidura hasta que pasen las elecciones de este domingo. Pero pocas dudas quedan de que el conflicto con los independentistas va a pasar por una tranquilización de sus airados reproches, ya se verá por qué vía.

La reválida del domingo afecta también a Albert Rivera, que ha llevado a sus Ciudadanos a una posición inesperada, cerca del ‘sorpasso’ al PP. Sin embargo, su magro 15% de respaldo electoral el 28A necesita una actualización en el poder local. Las elecciones locales y autonómicas de 2015 fueron un leve pinchazo a las enormes expectativas que siempre levanta Rivera con su formación política de centro. Pero no fueron excesivamente decisivos en los territorios más importantes. Madrid, Castilla y León, Murcia, incluso Castilla-La Mancha pueden decidir sus gobiernos en función de los pactos que elija Rivera. Y ahí se le espera, en un pacto hacia la derecha como ha hecho en Andalucía –tras haber pactado con el PSOE en la anterior legislatura– o un pacto a la izquierda. Un pacto no inédito, ya que, además del precedente andaluz con Susana Díaz, en sitios como la Asamblea de Madrid, Ciudadanos y su líder Ignacio Aguado, han ido frecuentemente en unidad de destino con Ángel Gabilondo y el PSOE.

En el caso de Pablo Casado, no se trata de revalidar un aprobado, sino de la convocatoria de mayo tras un suspenso en las generales. El PP se juega casi más que el 28A. Pese a su bajada en 2015 –“un tsunami” decían entonces, sin sospechar lo que les esperaba cuatro años después–, mantienen hasta este domingo una considerable cuota de poder autonómico y local. Casado sobrevivirá unos meses si logra salvar territorios clave del poder del PP como Castilla y León, Murcia, La Rioja o, singularmente, Madrid.

Madrid es un territorio inesperadamente minado para el joven líder del PP. Su apuesta en la Comunidad de Madrid y el ayuntamiento de la capital ha sido más personal que en ningún otro sitio. Mientras José Luis Martínez Almeida venía respaldado por su labor de oposición los dos últimos años en los plenos de Cibeles, Isabel Díaz Ayuso es un invento de la nueva cúpula del PP. Un invento que ha causado escalofrío en las nutridas filas del partido en Madrid tras una campaña repleta de dolorosas perlas y patinazos de la candidata a la presidencia de la Comunidad. Perder el Gobierno en Madrid no solo sería doloroso políticamente, sino que dejaría en el aire uno de los bastiones y refugios de altos cargos histórico del PP. Cuando todo iba mal, siempre estaba Sol y su descomunal presupuesto y estructura para dar cobijo y respaldo de poder al partido. Hoy, todo esto está en duda con unas encuestas ligeramente en contra.

Pero, al margen de lecturas nacionales, la principal reválida se va a dar en lo local. Este cuatrienio ha sido el de los experimentos en los que se llamaron “las ciudades del cambio”. Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Santiago, han tenido alcaldes de Podemos o sus marcas blancas. Es significativo el enorme grado de división con que llegan estos alcaldes y alcaldesas a las elecciones. En Madrid, por ejemplo, más de la mitad de sus concejales se presentan contra su propia jefa, Manuel Carmena. La magistrada jubilada, Ada Colau, Joan Ribó o Santisteve se presentan a la reválida tras cuatro años dubitativos y de escasos éxitos de gestión. Ni las capitales españolas son un vergel de bicicletas sin humos, ni han brillado sus políticas de vivienda, ni ha cambiado a significativamente mejor la vida de sus vecinos, que ya sabemos que son los que eligen al alcalde.

Es todo un síntoma de la deriva autodestructiva de Podemos. Ni Errejón –que se presenta contra Podemos–, ni Bescansa, ni Monedero, ni Tania Sánchez… En Madrid han cambiado hasta cuatro veces de jefe de grupo parlamentario en la Asamblea. Ni José Manuel López –¿se acuerdan? ¿No? Pues fie el candidato de Podemos a Madrid hace solo cuatro años–, ni Lorena Ruíz-Huerta, ni Ramón Espinar… Ni siquiera el general Julio Rodríguez. Ninguno está ni hace campaña por el partido que los lanzó a la fama.

Y Europa. ¿Se van a acordar de votar a los parlamentarios europeos? De manera injusta, pero significativo de cómo es la política española, el debate europeo ha quedado totalmente opacado por peleas locales. Y afrontamos un lustro decisivo en Europa. Un lustro, porque, a diferencia de los demás, los parlamentarios europeos se eligen por cinco años. Normal que nos olvidemos de ellos.