Las elecciones de los caídos, los alzados y el apocalipsis zombie

Quién le iba a decir a Pablo Casado que un señor bajito, que lleva las corbatas torcidas, de dentadura poco alineada, abogado del Estado, le iba a salvar los muebles. En plena hecatombe del PP, el concejal madrileño José Luis Martínez Almeida es casi la única alegría que se pueden llevar a la boca en Génova, 13. Carmena ha caído, y con ella los ayuntamientos del cambio, que no han resistido cuatro años de gestión. Pero no debe engañarse nadie, gobierne quien gobierne en el ombligo de España, Madrid capital. El mapa de España ha consolidado su teñido a rojo. El PSOE es la fuerza dominante en esta España con más siglas y más compleja políticamente. Así ha sido esta segunda vuelta de las generales de hace menos de un mes, que ha dejado caídos (casi todos del PP), alzados (los emergentes del PSOE) y zombies, los del apocalipsis de Podemos.

El PP ha consumado su caída a la lona, solo que en plena caída parece solo un poco menos noqueado. Las elecciones europeas le han dado un 20% de los apoyos, una leve mejora sobre los resultados de las generales del 28A. Ni Ciudadanos ha mantenido su remontada, ni Vox ha confirmado nada, ha tenido un frenazo. Quien sigue sonado es Podemos. María Eugenia Rodríguez Palop, que fue valiente al echarse adelante en las listas europeas y encabezar la lista, no ha logrado un gran resultado. Las posiciones de Podemos en los llamados ayuntamientos del cambio, se han ido abajo. Se cierra así el ciclo de Pablo Iglesias. Fueron los dos momentos dulces: la sorpresa en las europeas de 2014 y los sillones municipales logrados en las locales y autonómicas de 2015. Desde entonces, no ha logrado cubrir ninguna de sus expectativas. En estas elecciones, directamente se ha derrumbado.

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El PP solo mantiene más concejales que el PSOE en sus feudos tradicionales: Madrid, Castilla y León, Galicia y La Rioja. El tsunami que arrasa a la formación de Casado no respeta ni a Murcia, donde alguna vez casi rozó el 70% de los votos. Nunca una moción de censura soñó un efecto más devastador para el rival. Pedro Sánchez no llega al poder que tuvo Rajoy, pero en estos nuevos tiempos ha colocado a su partido en la rampa de salida de un cuatrienio con viento a favor y un plausible horizonte de 2027 como formación más votada.

Cuando se pierde por goleada hay que fijarse en los pequeños detalles. Uno de ellos es la ciudad de Madrid, donde a duras penas, rozando el poste, Martínez Almeida es el alcalde ‘in pectore’. Para ello habrá de pactar con Ciudadanos y Vox. Quizás el mayor problema en este caso sea el indómito carácter de Ortega Smith, el jefe de cartel de Vox, aunque es inimaginable que sus votos le den la alcaldía a Carmena. Carmena se volverá a su apacible vida de jubilada, según ha anunciado, lo que crea una orfandad enorme en la izquierda madrileña, dado que Pepu Hernández no parece precisamente un nombre de futuro en la política.

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Pero Madrid no debe ocultar la realidad de una hecatombe del PP, llena de caídos bajo las siglas del PP. Alcaldes destronados, presidentes autonómicos vaciando sus despachos, territorios perdidos, hostiles de la noche a la mañana. El problema para el PP es que el endiablado calendario pergeñado por Pedro Sánchez los condena a una travesía del desierto previsible de cuatro años. Cuatro años duros, en los que los refugios como la Comunidad de Madrid, con sus enormes cantidades de altos cargos no estarán disponibles al 100%. “Los pocos que tengamos cargo vamos a ser capitanes generales”, comentaba esta frenética noche un flamante cargo electo del PP. En el partido que más cargos electos tenía del país, una concejalía es, hoy, un refugio.

Las elecciones Europeas son las que mejor resumen el panorama político actual, la foto fija del país. El PSOE gana con un 32%, el PP se recupera levemente del batacazo de las generales y crece al 20%, mientras que Ciudadanos, lejos de avanzar, retrocede a un triste 12%. Vox se desinfla y, aunque logra entrar con todos los derechos en cada institución está en un más realista 6% de las simpatías de los electores.

Pablo Iglesias, sus confluencias, sus plazas y demás parafernalia, no han resistido los cuatro años de gestión. Ada Colau retrocede en apoyos, el Ayuntamiento de Barcelona es un galimatías de siglas y complicados pactos plausibles. Carmena hará las madalenas en su casa y Madrid Central quedará obsoleto a los pocos meses de nacer. Solo los que saltaron del barco que dirige la familia Iglesias-Montero se han salvado. Como “Kichi”, el alcalde de Cádiz, o Íñigo Errejón, que ha logrado un resultado digno, aunque insuficienteen la Asamblea de Madrid.

Queda así Podemos como un partido zombie. Que en pleno naufragio porfía porque Pedro Sánchez le de un ministerio a su líder, aunque sea el de Marina. Y queda la pelota en el tejado del Pedro Sánchez, alero de baloncesto en otra vida. No le queda mal panorama para un pacto de legislatura, con los zombies de Podemos buscando un poco de poder institucional, en vista de que las plazas les están abandonando.

En tiempos de dominio socialista, se repite la historia: el PP se refugia en un pequeño alivio en Madrid. Pero el drama del PP en Madrid es de enormes proporciones. Sobre todo en la Asamblea, en las que la deficiente lista presentada se queda muy corta de apoyos. Con una candidata que no ha parado de cometer torpezas y deslices verbales. El desplome respecto al tíquet que representaron Cristina Cifuentes y Esperanza Aguirre no admite ni siquiera comparación.

Así las cosas, a Pedro Sánchez le vienen tiempos con viento en la popa. Además de sus buenos guarismos, el panorama de la oposición es desolador. Ciudadanos no arranca y Casado está gripado. Los malos resultados también en Galicia no permiten a Feijoo gran margen de maniobra. Posiblemente Casado salve el sillón gracias a Almeida, pero cuatro años en semejante debilidad son demasiado largos para un partido con vocación de poder, como es el PP. Los cuchillos siguen afilándose en Génova y alrededores.