Alberto Garzón ha aprovechado bien el verano: tildó a Marcos de Quinto de «explotador del ERE a los trabajadores de Coca-Cola»; parece haberse distanciado de Pablo Iglesias por la decisión de Podemos de no regalar la investidura de Sánchez a cambio de una nueva remesa de promesas programáticas y ha estudiado con detenimiento la relación entre la clase social y el voto en España.
Como aperitivo ha redactado ‘¿A quién vota la clase trabajadora en España?’, adelanto del libro ‘¿A quién vota la derecha?’, que publicará en otoño una de las filiales del Grupo Planeta (Península), siempre presta a tener contratos con las élites políticas de todo signo.
El avance lo ha publicado laU, revista cultural que Garzón puso en pie en 2016. El coordinador federal de Izquierda Unida dirige un medio alternativo en el que comparte staff con la eurodiputada Sira Rego, el exlíder de IU en Castilla y León José Sarrión, la diputada madrileña Sol Sánchez y el informático Jorge Navas, acusado de ejercer de troll contra su compañero Francisco Guarido.
GARZÓN APUESTA POR LA LUCHA DE CLASES
Alberto Garzón miró con desagrado ‘La trampa de la diversidad’, brillante tesis de Daniel Bernabé en la que el joven autor denuncia como el neoliberalismo asume la derrota conservadora en la guerra de guerrillas (etnia, sexo o religión) a cambio de que nadie ponga en duda el sistema económico hegemónico en Occidente.
Pero el líder de IU, que tildó de «antiguas» las recetas de Bernabé, parece apostar ahora de nuevo por la lucha de clases tras estudiar a quién votan las diferentes clases sociales. Garzón recuerda que los sociólogos anglosajones apostaron por el invento de Thatcher o Blair, la tercera vía laborista, que apostaba por «concentrar el foco político en las clases medias y no en la clase trabajadora».
El diputado afirma que «España sigue manteniendo un voto de clase muy marcado en el que las clases trabajadoras tienen mayor probabilidad de votar a la izquierda y las clases medias mayor probabilidad de votar a las derechas».
Y sostiene que «no es cierto que la clase trabajadora» en nuestro país «vote más a la derecha. De hecho, sucede exactamente lo contrario. El problema es que los bloques que hemos construido pueden ser heterogéneos y se puede estar perdiendo información».
DEL PSOE A VOX
Garzón señala que «el PSOE es significativamente más apoyado entre la clase trabajadora y los supervisores, mientras que no es apoyado entre directivos y cuadros y los profesionales tradicionales. Esto es coherente con los datos de estudios anteriores y, además, con la propia esencia de un partido de tradición obrera. Las variables de control no modifican sustancialmente los resultados, aunque demuestran que el voto del PSOE es mayor entre las personas de mayor edad y menores niveles de estudio».
También dice que «Unidas Podemos es destacadamente más apoyado entre las profesiones socioculturales y no es apoyado por directivos y cuadros, pequeños propietarios y autónomos».
Ciudadanos, según el líder de IU, «es significativamente más apoyado entre directivos y cuadros y profesionales tradicionales», y su voto se parece sociológicamente más al de Vox que al de el Partido Popular.
REPLICA CONTRA GARZÓN
Antonio Antón, colaborador de Nueva Tribuna, afirma que Alberto Garzón yerra porque no reinterpreta los datos estadísticos de la EPA: «No es suficiente el convencional de ser asalariado o no (o autónomo o propietario)».
Y remata: «La figura jurídica del contrato laboral esconde una gran segmentación de rentas salariales, posiciones de poder y control de procesos productivos y recursos humanos. Tampoco el de ocupaciones o sectores económicos. Una parte asalariada forma parte de los grupos de poder (o de las clases medias-altas); gran parte de las personas autónomas forman parte o son similares a la clase trabajadora«.
LUCHA DE CLASES
Alberto Garzón estudia el comportamiento electoral de las clases populares unos meses después de arremeter contra las clases altas: «No les pido el voto a quienes ganan más de 120.000 euros. Sé que no les gustamos».
El economista malagueño ha instado al Gobierno socialista a debatir sobre «seguir con la lógica de la regla de gasto o si vamos a optar por otras vías alternativas» porque, asegura, que en Alemania está el debate abierto.
Y afirma que la regla de gasto «es la cristalización concreta de una política económica que institucionaliza lo que se ha llamado políticas de austeridad, políticas de reducción del peso de lo público, particularmente en indicadores como el PIB. Eso lo que hace es reducir el peso del Estado social«.
Izquierda Unida sigue apostando en su discurso por arremeter contra las formaciones que pretenden desmontar el Estado del Bienestar y por cargar contra instituciones como la monarquía, que según sus líderes, es un elemento «anacrónico» y «antidemocrático».