El Papa ha desaprobado la religiosidad «de fachada» que no interpela la conciencia y su responsabilidad y ha indicado que la verdadera fe en Dios exige «renovar cada día la elección del bien respecto al mal».
«La fe en Dios pide renovar cada día la elección del bien respecto al mal, la elección de la verdad respecto a la mentira, la elección del amor del prójimo respecto al egoísmo», ha indicado el pontífice durante el ángelus de este domingo.
Asomado al balcón de su estudio privado en la Biblioteca Apostólica del Vaticano, el Santo Padre ha señalado que los que se convierten a esta elección, después de haber experimentado el pecado, encontrarán «los primeros lugares en el Reino de los cielos, donde hay más alegría por un solo pecador que se convierte que por noventa y nueve justos».
El Papa ha dejado claro que esta afirmación no debe inducir a pensar que «hacen bien los que no siguen los mandamientos» de Dios y la moral, y dicen: «Al fin y al cabo, ¡los que van a la Iglesia son peor que nosotros!». «Jesús no señala a los publicanos y las prostitutas como modelos de vida, sino como ‘privilegiados de la Gracia’, que Dios ofrece a todo aquel que se abre y se convierte a Él», ha asegurado tras comentar la parábola del hijo pródigo.
Para el Papa, quien queda mejor es el primer hermano, «no porque ha dicho ‘no’ a su padre, sino porque después el ‘no’ se ha convertido en un ‘sí'». Y ha señalado después: «Dios es paciente con nosotros: no se cansa, no desiste después de nuestro ‘no’, nos deja libres también de alejarnos de Él y de equivocarnos. Pero espera ansiosamente nuestro ‘sí’, para acogernos nuevamente entre sus brazos paternos y colmarnos de su misericordia sin límites».
De este modo ha incidido en que el Evangelio de hoy cuestiona la forma de vivir la vida cristiana, que «no está hecha de sueños y de bonitas aspiraciones, sino de compromisos concretos» y ha instado abrirse «cada vez más a la voluntad de Dios y al amor hacia los hermanos».
De otro lado, el Papa ha aseverado que la conversión es un «proceso de purificación de las incrustaciones morales» y por eso «nunca es un proceso indoloro». «El camino de la conversión pasa siempre a través de la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual. El proceso espiritual conlleva la ascesis y la mortificación, que poco a poco conducen a vivir en la paz y en la alegría de las bienaventuranzas», ha señalado.