Vox recula. Es cierto que el discurso de un partido con tanto ego y orgullo como el de Santiago Abascal no podía permitirse el lujo de mostrar debilidad tras la patada que le dio el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, durante la moción de censura. Sin embargo, parece que el partido verde se ha cerrado en banda y ha dado órdenes a los suyos de no criticar en público al PP para evitar mayor «fricción política». La realidad es que las encuestas muestran que los populares han salido reforzados de la moción de censura y que Vox solo podrá optar a una parte de la tarta siempre y cuando el PP tienda su mano. Así que la nueva orden es «evitar fricciones» con Casado. Y la llevan a rajatabla.
Esta estrategia se ha deslizado a raíz de la llegada de miles de inmigrantes a las costas de las islas Canarias. El archipiélago está desbordado. No sabe cómo responder a tal problema migratorio y desde el Gobierno aún no se ha dado una respuesta clara sobre cómo se debe proceder ante las miles de pateras que llegan cada día. El ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, ha decidido ir a Marruecos para intentar «seducir» a las fuerzas del orden para que se tomen más en serio el control de sus fronteras. Pero Vox quiere ir más allá y ha propuesto directamente desplegar los buques de la marina para que intercepten los cayucos que se pongan por delante y devuelvan en caliente a los inmigrantes.
Pero en este caso, Vox curiosamente no ha querido criticar la actitud del PP en ningún momento. La razón por la que los de Abascal huyen de valoraciones o críticas dirigidas a Casado es porque saben que es un partido al alza y que en ese conflicto el líder popular es capaz de arrastrar más voto moderado a su seno. Es decir, que Abascal es perfectamente consciente de que su fuerza nace de canalizar el odio y el descontento de muchos votantes y no quiere perderlos por un enfrentamiento directo con Casado, así que: «evitar fricciones».
Las encuestas realizadas indican que Vox sube ligeramente. Son buenos augurios a pesar de que el PP los mejora con creces. Según los datos de un sondeo de NC Report para La Razón, Vox pasaría de los 52 diputados que actualmente tiene en el Congreso a 56. También el polémico CIS de Tezanos, que directamente no cocina los resultados, pronostica que Vox aumentaría su representación parlamentaria. Todo está de cara, pero el PP encontró su mantra, que no es otro que enfrentarse a Abascal y poner en valor su marca. Y en esta coyuntura se mueven los dos partidos de la derecha.
Desde Vox saben (y esperan) que podrían llegar a una solución similar a la que han llegado el vicepresidente del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, y el presidente, Pedro Sánchez. Una coalición que podría convertir a Abascal en vicepresidente, algo a lo que no piensan renunciar por un enfrentamiento ideológico que no les llevaría a ninguna parte.
La nota interna que circula dentro del partido es una orden directa de Abascal que busca una estrategia clara: no hay que jugar el encuentro contra el PP, ya que esto solo beneficia a Casado, hay que canalizar el malestar de quienes han sido más golpeados por la pandemia y esgrimir algunas banderas como las de la inmigración ilegal, los menas y otros asuntos a los que les han sacado más rédito político del que esperaban los propios dirigentes de Vox.
No se espera, por tanto, desde las entrañas de Vox, que haya próximos enfrentamientos directos con el PP. La moción de censura ya es agua pasada. Y si hay que odiar a alguien, mejor a Ana Oramas, portavoz y diputada de CC, antes que a Casado.