Annual 1921: más de 10.000 soldados españoles muertos en cinco días y el general Silvestre se suicidó antes de la derrota

Fue un verano abrasador de 1921 cuando el calor del Rif se convirtió en el escenario de la mayor tragedia sufrida por el Ejército español en tiempos modernos. En apenas dieciocho días, lo que parecía una campaña colonial controlada se transformó en un infierno de sed, pánico y sangre que sacudió los cimientos de la monarquía de Alfonso XIII.

El nombre de Annual resuena todavía hoy como sinónimo de desastre absoluto, una catástrofe que borró del mapa a más de 10.000 soldados españoles en un parpadeo histórico. Las tropas, mal equipadas y peor dirigidas, se vieron envueltas en una trampa mortal orquestada por las huestes de Abd el-Krim, quien supo aprovechar la orografía y los errores garrafales del mando español para ejecutar una carnicería sin precedentes.

El general Manuel Fernández Silvestre, un hombre impulsivo y amigo personal del rey, avanzó temerariamente sin asegurar la retaguardia ni el suministro de agua, desencadenando una retirada caótica que se convirtió en una cacería humana, donde el miedo se contagió más rápido que la pólvora. Este derrumbe no solo costó vidas, sino que quebró la moral de un país entero que asistía atónito a la llegada de noticias sobre oficiales suicidados y soldados degollados en el norte de África.

EL EXCESO DE CONFIANZA DE UN GENERAL QUE SE CREÍA INVENCIBLE

YouTube video

La tragedia comenzó mucho antes del primer disparo, cimentada en la soberbia de un mando que subestimó la capacidad de resistencia de las cabilas rifeñas en el territorio de Annual. El general Silvestre, ansioso por ofrecer una victoria rápida al monarca, estiró sus líneas de suministro hasta el punto de ruptura, dejando decenas de posiciones aisladas en la cima de lomas indefendibles, sin agua corriente y rodeadas de un enemigo invisible que conocía cada piedra del terreno.

Publicidad

Los soldados de reemplazo, muchos de los cuales apenas sabían disparar un fusil y calzaban alpargatas rotas, se encontraron de repente en un avispero, siendo víctimas de una planificación militar inexistente y suicida, que ignoró todas las advertencias de inteligencia sobre el levantamiento general que se estaba gestando. La euforia inicial por ganar terreno se tornó rápidamente en una sentencia de muerte cuando las rutas de abastecimiento fueron cortadas, dejando a los destacamentos a merced de la sed y los francotiradores.

IGUERIBEN: EL PRÓLOGO SANGRIENTO DEL INFIERNO

Días antes del colapso total, la posición de Igueriben sirvió como un macabro aviso de lo que esperaba al grueso del ejército en Annual si no se tomaban medidas drásticas. Los defensores de esta posición avanzada vivieron un auténtico martirio bajo el sol de julio, llegando a situaciones límite como beber el líquido de las latas de pimientos, tinta e incluso su propia orina ante la imposibilidad de recibir convoyes de agua debido al cerco rifeño.

La caída de Igueriben fue brutal y no dejó lugar a la esperanza, pues los pocos que lograron escapar de aquel cerco relataron horrores que helaron la sangre de sus compañeros, narrando cómo los oficiales tuvieron que suicidarse para no caer vivos en manos de un enemigo que no hacía prisioneros. Aquella masacre fue la señal definitiva de que el frente se desmoronaba, pero en el campamento base, la parálisis y la incredulidad impidieron organizar una evacuación ordenada mientras aún había tiempo.

PÁNICO TOTAL: EL MOMENTO EN QUE TODO SE DERRUMBÓ

YouTube video

La mañana del 22 de julio, el pánico se apoderó del campamento principal de Annual tras ordenarse una retirada que, al carecer de instrucciones claras, se transformó instantáneamente en una huida desesperada y vergonzosa. Oficiales y soldados abandonaron material, cañones y heridos en una carrera frenética hacia Melilla, mientras las balas de los rifeños llovían desde las alturas, convirtiendo el camino en un matadero donde la jerarquía militar se disolvió por completo entre gritos de terror.

En medio de aquel caos dantesco, la figura del general Silvestre se desvaneció para siempre, alimentando la leyenda de que se suicidó al ver la magnitud de la catástrofe que él mismo había provocado. Su cuerpo jamás fue identificado con certeza, desapareciendo entre la multitud de cadáveres que quedaron sembrados en el campo de batalla, mientras sus tropas eran masacradas en los desfiladeros en una de las persecuciones más sangrientas del siglo XX.

LA CARGA DEL ALCÁNTARA: MORIR PARA QUE OTROS PUDIERAN VIVIR

Entre tanta ignominia y deshonra, surgió la luz del Regimiento de Cazadores de Alcántara, cuya actuación heroica evitó que la masacre de Annual fuera aún mayor y llegara hasta las mismas puertas de Melilla. Estos jinetes, conscientes de que iban a una muerte segura, cargaron una y otra vez contra las filas enemigas en el río Igan, agotando sus caballos y luchando al final cuerpo a cuerpo, con el único objetivo de proteger la retirada de sus compañeros aterrorizados.

Publicidad

Casi la totalidad del regimiento pereció en aquellas jornadas, sacrificándose con un valor que tardaría décadas en ser reconocido oficialmente con la Laureada de San Fernando. Su sacrificio permitió que una pequeña parte de la columna lograra alcanzar posiciones más seguras, demostrando un honor militar que contrastaba con la cobardía de muchos mandos, y dejando para la historia un ejemplo de lealtad extrema en medio del descalabro generalizado.

LA TRAMPA MORTAL DE MONTE ARRUIT: RENDIRSE PARA SER ASESINADO

YouTube video

El horror culminó en la posición de Monte Arruit, donde unos 3.000 soldados supervivientes del desastre de Annual se refugiaron esperando un auxilio que nunca llegó desde Melilla. Tras resistir días de asedio sin agua y con los hospitales de campaña desbordados de gangrena y miseria, el general Navarro pactó la rendición con los jefes rifeños bajo la promesa de que se respetaría la vida de la guarnición si entregaban las armas.

Sin embargo, en cuanto los españoles depositaron sus fusiles y salieron del recinto, se desató la traición y los rifeños se lanzaron sobre ellos con cuchillos y gumías. Se produjo entonces una matanza sistemática y atroz, siendo asesinados a sangre fría miles de hombres indefensos en cuestión de minutos, cuyos cadáveres quedaron insepultos bajo el sol africano durante meses, hasta que el ejército español pudo reconquistar la posición y encontrarse con un escenario de pesadilla.

EL INFORME PICASSO Y LA SOMBRA DE UNA CORRUPCIÓN LETAL

Las consecuencias de lo ocurrido en Annual sacudieron a la sociedad española, provocando una crisis política que desembocaría en el golpe de estado de Primo de Rivera dos años después. La investigación oficial, conocida como el Expediente Picasso, destapó una red de corrupción, negligencia y falta de preparación que llegaba hasta las más altas esferas del poder, revelando que muchos soldados habían ido a la muerte con munición defectuosa y fusiles inútiles.

Aquel expediente, que muchos intentaron ocultar para proteger al rey Alfonso XIII, puso negro sobre blanco las vergüenzas de un sistema colonial caduco. La indignación popular fue inmensa al conocerse los detalles, marcando el inicio del fin de la monarquía parlamentaria de la época, pues el pueblo español no pudo perdonar que miles de sus hijos fueran enviados al matadero por la ambición ciega de unos pocos generales incompetentes.

Publicidad
Publicidad