Fatiga y dolor de cabeza son las principales secuelas de la COVID-19, segĂșn un estudio

El cansancio y el dolor de cabeza son los sĂ­ntomas mĂĄs comunes declarados por las personas que han pasado una media de mĂĄs de cuatro meses desde que pasaron la COVID-19, segĂșn un estudio realizado por investigadores del Medical College of Georgia (Estados Unidos).

La investigaciĂłn, publicada en la revista cientĂ­fica ‘ScienceDirect’, apunta que los dolores musculares, la tos, los cambios en el olfato y el gusto, la fiebre, los escalofrĂ­os y la congestiĂłn nasal son los siguientes sĂ­ntomas persistentes.

«Nuestros resultados respaldan la creciente evidencia de que existen síntomas neuropsiquiåtricos crónicos tras las infecciones por COVID-19. Hay muchos síntomas que al principio de la pandemia no sabíamos qué hacer con ellos, pero ahora estå claro que existe un síndrome COVID-19 persistente y que muchas personas estån afectadas«, ha comentado la doctora Elizabeth Rutkowski, autora correspondiente del estudio.

El estudio informa sobre los resultados preliminares de la primera visita de los 200 pacientes inscritos en el Estudio de Cohorte Neurológico y Molecular de COVID-19 en Georgia, o CONGA, que fueron reclutados una media de unos 125 días después de dar positivo en COVID-19.

El 80 por ciento de los primeros 200 participantes informaron de sĂ­ntomas neurolĂłgicos, siendo la fatiga el sĂ­ntoma mĂĄs comĂșn, informado por el 68,5 por ciento, y el dolor de cabeza le sigue de cerca con el 66,5 por ciento.

Un poco mĂĄs de la mitad sufriĂł cambios en el olfato (54,5%) y el gusto (54%) y casi la mitad de los participantes (47%) cumplĂ­a los criterios de deterioro cognitivo leve, con un 30 por ciento que mostraba un vocabulario deteriorado y un 32 por ciento que tenĂ­a una memoria de trabajo deteriorada.

El 21 por ciento sufriĂł confusiĂłn, y la hipertensiĂłn fue la condiciĂłn mĂ©dica mĂĄs comĂșn reportada por los participantes ademĂĄs de su combate contra la COVID-19.

NingĂșn participante declarĂł haber sufrido un derrame cerebral, la debilidad o la incapacidad de controlar los mĂșsculos que intervienen en el habla y los problemas de coordinaciĂłn fueron algunos de los sĂ­ntomas menos frecuentes.

El 25 por ciento cumplía los criterios de depresión, y la diabetes, la obesidad, la apnea del sueño y los antecedentes de depresión estaban asociados a los que cumplían los criterios. La anemia y los antecedentes de depresión se asociaron con el 18 por ciento que cumplía los criterios objetivos de ansiedad.

Aunque los resultados obtenidos hasta la fecha no son sorprendentes y coinciden con lo que otros investigadores estĂĄn encontrando, Rutkowski dice que el hecho de que los sĂ­ntomas reportados por los participantes a menudo no coincidĂ­an con lo que indicaban las pruebas objetivas, fue sorprendente. AdemĂĄs, era bidireccional.

Por ejemplo, la mayorĂ­a de los participantes informaron de cambios en el gusto y el olfato, pero las pruebas objetivas de estos dos sentidos no siempre coincidĂ­an con lo que informaban. De hecho, un porcentaje mayor de los que no informaron de los cambios tenĂ­a en realidad pruebas de deterioro de la funciĂłn basadas en medidas objetivas, escriben los investigadores. Aunque las razones no son seguras, parte de la discrepancia puede deberse a un cambio en la calidad del gusto y el olfato, mĂĄs que a un deterioro puro de la capacidad, dice Rutkowski.

«Comen un såndwich de pollo y les sabe a humo o a velas o a alguna otra cosa extraña, pero nuestras tiras gustativas intentan representar sabores específicos como el salado y el dulce. Otros, por ejemplo, pueden confiar mås en estos sentidos, incluso cuando estån preparando la comida, y pueden ser capaces de notar incluso un ligero cambio. En cualquier caso, sus datos y otros sugieren una pérdida persistente del gusto y el olfato tras la COVID-19», dice Rutkowski.