El avión americano que operó sobre el Ártico y que ahora preserva el Ejército del Aire en León

El Ejército del Aire ha restaurado y expone en la Academia Básica del Aire (ABA) uno de los entrenadores Lockheed T-33A, que pasaron a la historia de la Institución por ser sus primeros reactores y simbolizar el inicio del cambio de época, tras los duros daños de la posguerra.

El personal técnico de la referida ABA, sita en la localidad de Virgen del Camino (León) donde se forman los suboficiales del Ejército del Aire, ha trabajado durante meses en la restauración de uno de los T-33A que conserva. Destaca la fase de pintura, en la que se han vuelto a aplicar sus colores originales y su cola roja, preservando así la historia de la Institución. En concreto hablamos del biplaza matriculado en España como E.15-09 (la E es por entrenador), número de serie de fabricación 580-8087, y que tenía el numeral de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos o United States Air Force (USAF) 52-9941. Para los vitales trabajos de documentación, la AGA contó con la colaboración del Museo de Aeronáutica y Astronáutica de Cuatro Vientos (Madrid), a través de uno de sus principales colaboradores, Alberto García Vargas, que ha servido para que el avión vuelva a verse con todo su esplendor original gracias a una minuciosa y laboriosa restauración.

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Otro imagen del T-33A restaurado en la ABA.(Foto Rubén Galindo)

Corrían los años cincuenta y, al igual que el resto de España, el joven Ejército del Aire sufría graves carencias de material, por los embargos decretados contra el régimen del general Francisco Franco, por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el inicio de la Guerra Fría y la excelente labor de la diplomacia española llevaba a romper el aislamiento, con la firma el 26 de septiembre de 1953 de los convenios de Amistad y Cooperación entre los Estados Unidos y España. Dicha entente, entre otras ventajas,  posibilitó la entrega de moderno material de defensa a las Fuerzas Armadas. 

Así, al año siguiente llegarían a España los primeros T-33A,  que pasaron a  ser el indispensable material de vuelo de la recién creada Escuela de Reactores en Talavera la Real (Badajoz). De estas estrellas fugaces, o shooting star, como se les conoció, se llegó a contar con 60 unidades que prestaron servicio en el Ejército del Aire hasta el año 1985, momento en que se dio de baja al último de ellos.

El actual  ‘cola roja’ corresponde a uno de los nueve primeros aparatos que llegaron a España, cedidos directamente de la flota operativa de la USAF, a través de distintas vías. Así los seis primeros llegaron en vuelo directo a Talavera la Real el 24 de marzo de 1954, procedentes de la base aérea de Chateauroux (Francia), por entonces bajo el control de dicha aviación militar estadounidense en Europa.

En concreto, el referido E.15-9 llegó junto a otros dos al puerto de Barcelona a bordo de un navío de la marina estadounidense, procedente de Newark (Nueva Jersey), el 2 de mayo de 1954. Una vez desembarcados, se trasladaron por carretera al aeropuerto de El Prat. Desde allí, partieron en vuelo, pilotados por instructores estadounidenses, hacia Talavera la Real, donde, una vez realizada la inspección de recepción, fueron dados de alta el mismo día. 

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Foto del aparato durante los años cincuenta. (Foto Ejército del Aire)

El aparato resultó dañado dos meses después, al realizar una toma dura en dicha instalación. Debido a ello, y a que en España no se disponía todavía de mecánicos ni de herramientas para repararlo, el avión permaneció desmontado en la propia Escuela de Reactores hasta el 17 de marzo de 1955, fecha ésta en que sería dado de baja. Posteriormente fue trasladado por carretera a su nuevo y definitivo destino en la Escuela de Especialistas del Aire, que así se denominaba por entonces la AGA, para ser utilizado en la instrucción de los mecánicos y armeros especialistas, sin posibilidad de volver nunca más a la situación de vuelo.

Además de ser uno de los primeros reactores que volaron con la escarapela española, la circunstancia especial que hace único a este aparato es que mantiene hasta el día de hoy el color original denominado rojo ártico, tanto en la cola como en la mitad de los planos, y que era el característico de los aparatos de la USAF que operaban próximos a zonas polares. Tales marcas eran muy útiles para localizar a la aeronave, en caso de sufrir un accidente sobre las extensas zonas polares de Norteamérica.                                 En estas circunstancias, al pasar a manos del Ejército del Aire fue únicamente matriculado y rotulado con los distintivos españoles sobre los americanos, en espera de la revisión y adaptación completa a las unidades operadas en nuestro país y a las que, debido al mencionado accidente sin víctimas, no pudo incorporarse. Por ese motivo, el E.15-9 ni siquiera cuenta con la cruz de San Andrés, distintivo característico en las derivas de las aeronaves militares españolas.

En total, fruto del acuerdo inicial con Estados Unidos, el Ejército del Aire incorporó 48 T-33A, que fueron fundamentales para la transición de los pilotos españoles a los modernos reactores norteamericanos, como fue el coetáneo North American F-86F Sabre y posteriormente los Lockheed F-104G Starfighter y Northrop F-5 Freedom Fighter.

En 1964, se decidió adquirir otra docena de T-33A más, siendo repartidos a su llegada a las por entones Alas de Caza Números 1 que tenía sede en Manises (Valencia), 2 en Zaragoza, 4 en Morón (Sevilla) y 5 en Torrejón (Madrid), y aunque también pasaron por la base aérea de Villanubla (Valladolid).