Frenar las salidas y evitar el estigma: el combate contra la inmigraciĆ³n irregular en Gambia

Jacob Ndow era, segĆŗn sus propias palabras, Ā«el hombre mĆ”s popular del centro de detenciĆ³nĀ» en una ciudad de Libia cuyo nombre no recuerda. Ā«Por la canciĆ³n que cantaba. Los entretenĆ­a con ella porque habĆ­a muchas preocupacionesĀ». Eso fue en 2017 y ahora Jacob Ndow cuenta y canta su historia delante de un pequeƱo mural que incluye entre sus motivos un cayuco tachado, una forma de pedir a los jĆ³venes que no se lancen al mar para llegar a Europa.

Ndow, de 33 aƱos, es voluntario del proyecto ‘Migrants as Messengers’, que la OrganizaciĆ³n Mundial de las Migraciones lleva a cabo en Gambia y en otros seis paĆ­ses de Ɓfrica Occidental para que los retornados -quieren llegar a 300 voluntarios en 2022– cuenten sus verdaderas experiencias a los que quieren salir.

El mural adorna la primera de una hilera de casetas de un mercado de artesanĆ­a a pocos metros del mercado de pescado y la playa de Bakau, donde desembarcan los cayucos de pesca y desde donde se han detectado algunas alertas de salidas de migrantes irregulares.

Jacob Ndow no tratĆ³ de emigrar por mar, sino a travĆ©s del desierto. En 2014 optĆ³ por la que pensĆ³ Ā«la forma mĆ”s fĆ”cil de llegar a EuropaĀ» y recorriĆ³ en autobĆŗs los 5.700 kilĆ³metros que separan Banjul de Agadez, en NĆ­ger, y de ahĆ­ en camiones ‘pick-up’ hasta Libia. En un blog cuenta que llegĆ³ a TrĆ­poli y que allĆ­ pintaba para mantenerse hasta que regresĆ³, repatriado en aviĆ³n, en 2017.

Ā«QuĆ© equivocado estaba, fue la forma mĆ”s difĆ­cil que pude encontrar, desde el dĆ­a uno era un problema dĆ³nde comer, dĆ³nde dormir, y el dinero que se suponĆ­a que me llevarĆ­a a Europa no fue asĆ­Ā», relata a los periodistas. Es mĆ”s, asegura que en la ruta puede llegar a pagarse mĆ”s que por un visado.

Ā«Si un barco se hunde no te lo dicen, te dicen que ha llegado y todo el mundo lo celebra y piensa que Ć©l serĆ” el prĆ³ximo. Si te dicen que un barco ha volcado no les darĆ”s tu dinero, asĆ­ que te dicen que ha llegado y asĆ­ te sientes mĆ”s fuerteĀ». Esta es la historia que Jacob Ndow les canta a sus compatriotas Ā«porque a la gente le gusta la mĆŗsica, simpatizan con ellaĀ».

A su vuelta a Gambia, Jacob se encontrĆ³ con unos familiares descontentos, aunque felices de que hubiera vuelto vivo y sano. Ā«Me vi estigmatizado por la sociedad, porque cuando vuelves de esos viajes la sociedad te ve como un fracasoĀ», seƱala en el blog.

Ā«NOS LLEVA A LA RUINA Y VUELVE SIN NADAĀ»

Ese estigma, en ocasiones, tiene motivos muy contundentes, segĆŗn explica a los periodistas Malang Sambou, fundador del centro de formaciĆ³n Fandema. Ā«Depende de como vuelvas. Si lo tienes difĆ­cil e insistes a tu familia en que te quieres ir, estĆ” obligada a vender lo que tiene, o a pedir prĆ©stamos. Si una familia de 20 depende de ti y terminan mal dirĆ”n ‘nos lleva a la ruina y encima vuelve sin nada’ y eso es un sentimiento muy decepcionanteĀ».

Lo explica tras reunirse junto a responsables de ONG espaƱolas en el paĆ­s con la secretaria de Estado de Asuntos Exteriores, Cristina Gallach, que ha finalizado con ellas una visita a Gambia para reforzar la cooperaciĆ³n en materia de inmigraciĆ³n pero tambiĆ©n de desarrollo.

Sambou viajĆ³ a Europa como turista, volviĆ³ a Senegal y despuĆ©s a EspaƱa con su mujer, espaƱola. EstudiĆ³ CooperaciĆ³n al Desarrollo y energĆ­as renovables en Barcelona y, despuĆ©s de seis aƱos allĆ­ regresĆ³ con su familia a Senegal en 2009. Su ONG capacita mujeres en oficios como las energĆ­as renovables o la electricidad -las Ā«chicas chispaĀ», dice– con financiaciĆ³n de distintos socios, entre ellos varias instituciones catalanas y la Comunidad de Madrid.

De Gambia tambiĆ©n emigran mujeres, pero en su mayorĆ­a no por mar. Isatou Dansireh, tambiĆ©n voluntaria de la OIM, tiene hoy 30 aƱos. Se marchĆ³ en 2014, vĆ­ctima de trĆ”fico, a Kuwait, para trabajar en el servicio domĆ©stico. Ā«SufrĆ­ mucho porque desde que lleguĆ© no tenĆ­a dinero para pagarĀ», cuenta. VolviĆ³ en 2017 y quiere, ademĆ”s de hacer su vida, hacer algo por su paĆ­s.

A unos cientos de metros de donde Isatou y Jacob cuentan su historia, en el mercado de pescado de Bakau se vende el producto que descargan en la playa los cayucos pintados de colores. Son las mismas barcas de madera que intentan cruzar hasta Canarias, pero en esos casos zarpan llenas de ocupantes demasiado abrigados para las suaves temperaturas de Banjul.

Al grupo de espaƱoles se acerca Ibrahima, de 23 aƱos, rodeado de una decena de jĆ³venes. Lleva en la mano un cuaderno rayado donde apunta los nombres de los cayucos que quieran participar en una carrera. SegĆŗn dice, busca patrocinadores para organizar una serie de competiciones, de lucha en la playa, carrera de cayucos y nataciĆ³n, el prĆ³ximo 23 de diciembre. Ā«Quiero que los jĆ³venes sean felices, que no quieran marcharse de GambiaĀ», asegura Ibrahima, que tiene un hermano que llegĆ³ a Italia desde Libia.

UN 15% DEL PIB PROCEDE DE REMESAS

Pero las raĆ­ces de la emigraciĆ³n son muchas. En Gambia, un paĆ­s que es una estrecha lengua de tierra y rĆ­o rodeada enteramente por el vecino Senegal, la emigraciĆ³n es una cultura. MĆ”s de un 15 por ciento del PIB del paĆ­s procede de las remesas. En EspaƱa estĆ”n registrados 25.000 gambianos, pero se calcula que el total puede sumar 40.000.

A veces, la presiĆ³n para emigrar procede de las propias familias y otras pesa lo que ellos llaman Ā«la curiosidadĀ». AsĆ­ se lo ha dicho la vicepresidenta del paĆ­s, Isatou Touray, a la responsable espaƱola, a la que ha pedido oportunidades para que jĆ³venes gambianos puedan viajar a EspaƱa y volver.

Ā«Tenemos que educarlos y crear oportunidades y decirles que esa (la emigraciĆ³n irregular) no es la respuesta pero la curiosidad va mĆ”s allĆ” de lo que pensamosĀ«, dijo a los periodistas espaƱoles que acompaƱaban a Gallach. Malang Sambou, el fundador de Fandema, cree que un reto es la educaciĆ³n. Ā«AquĆ­ es nefastaĀ», dice sin ambages; a Ć©l mismo le dijeron al llegar a EspaƱa que sus tĆ­tulos no valĆ­an.

Sambou tambiĆ©n cuenta que antes de conseguir viajar a Europa por turismo pidiĆ³ visados tres aƱos seguidos y no se los dieron. Ā«Gambia era pequeƱa para mĆ­, querĆ­a hacer otra cosa porque era un nervioĀ», cuenta. Ɖl tenĆ­a dinero y Ā«una opciĆ³n era ir en pateraĀ». Ā«Es como un reto que la gente se pone, piensan ‘si me muero da igual, ya he hecho mi sueƱo'Ā», prosigue, convencido de que harĆ­an falta buenos reportajes que expliquen a los jĆ³venes gambianos cĆ³mo viven los inmigrantes en Europa.

Los jĆ³venes gambianos, concluye, no tienen las mismas facilidades que uno europeo, Ā«que puede hacer su maleta y venir aquĆ­Ā». Ā«MuchĆ­sima gente irĆ­a y volverĆ­a, porque ya tiene su experienciaĀ», dice convencido, como hizo Ć©l mismo.