El PSOE ha resucitado tras el triunfo de Pedro Sánchez en las elecciones generales y el bipartidismo parece haber cortado la hemorragia de votos que comenzó a producirse en 2014, año en el que los aires del 15-M propinaron un puntapié al damero político que comenzó a tejerse en 1977.
El presidente del Gobierno afronta con aparente tranquilidad la triple cita electoral tras su gran resultado en las generales del 28 de abril. En Ferraz se han rebajado las miradas suspicaces sobre Iván Redondo, que había susurrado años atrás a Xavier García Albiol, José Antonio Monago y Antonio Basagoiti.
Este ‘spin doctor’ demostró su valía ante las bases socialistas tras una campaña en la que se apoyó en algunos excesos dialécticos del centro-derecha, exultante tras su triunfo en Andalucía y excesiva de aspavientos, improperios y sobreactuaciones patrióticas tras la desafortunada fotografía de la Plaza de Colón.
Pedro Arriola, treinta años en la sala de máquinas del PP, comprendió desde el minuto uno que si la derecha quería recuperar el poder debía unirse, dejar atrás los aires identitarios por la vacuna del franquismo y no agitar el avispero para no asustar a los votos del centro.
Iván Redondo también conocía ‘la receta española’: si Felipe González arrasó en 1982 ‘gracias’ al susto involutivo del 23-F, Pedro Sánchez ha logrado un meritorio triunfo gracias a la pelea entre una derecha fragmentada y radicalizada que ha contribuido a sacar de la abstención a cientos de miles de votantes progresistas.
Al jefe del Gabinete de Sánchez le fue la campaña rodada, el PP absorbió en parte el discurso de Vox y tan solo le falló que la Junta Electoral Central le negase el acceso a Santiago Abascal a los debates televisivos.
Pero el guión de la resaca del 28-A también está saliendo rodado: el PSOE ha logrado distanciarse de sus socios más incómodos, el centro-derecha ha agudizado su pelea interna y algunas encuestas pronostican la desmoralización de miles de votantes de Vox.
CATALUNYA, EUSKADI Y LA MONCLOA
El PP, Ciudadanos y Vox comprendieron el 28-A que España no es solo Castilla: las regiones con fuerte presencia del nacionalismo periférico les arrearon un tortazo. ‘La derecha de Colón’ sumó tan solo 7 de los 66 diputados que reparten las provincias catalanas y vascas.
El ‘empate técnico’ en el resto del Estado no sirve de nada si Casado, Rivera o Abascal no logran recuperar parte del terreno perdido en Euskadi y Cataluña (en las que el Partido Popular sumó 19 escaños en el año 2000).
El PSOE sabe que si deja en fuera de juego a los independentistas vascos y catalanes puede anular el discurso estrella del centro-derecha y arañar algunos votos en el centro que en las pasadas generales se llevó Ciudadanos.
UNA ESPINITA CLAVADA
Contaba hace unos días Raúl del Pozo en El Mundo que el pasado 28 de abril Iván Redondo envió a las ocho de la tarde un mensaje a Pedro Sánchez para felicitarle por un triunfo rotundo que confirmó dos horas después.
El amante de la serie ‘El ala oeste de la Casa Blanca’ solo sufrió un ligero pinchazo cuando advirtió que a la suma de PSOE, Unidas Podemos y las fuerzas regionalistas solo les faltaba un escaño para prescindir tanto de la ‘derecha de Colón’ como del independentismo.
Cierto es que la situación judicial de algunos diputados de ERC y Junts per Catalunya les dará la mayoría de facto. Pero Iván Redondo sabe que le queda una legislatura muy larga por delante en la que el asunto catalán, y las previsibles condenas e indultos, y la situación económica marcarán la agenda política.
TRES MUESTRAS DE LA ESTRATEGIA DE SÁNCHEZ
Pedro Sánchez puso cara de circunstancias cuando en Ferraz le gritaron el lema estrella de Podemos, «¡Sí se puede!’, y arremetieron contra Ciudadanos, «¡Con Rivera no!». Pero Iván Redondo quería jugar la partida a dos barajas y dejar abiertas las opciones de pacto tras las municipales y autonómicas.
El PSOE emprendió una estrategia particular de desprecio a sus socios de la moción de censura: vetó de forma implícita a Unidas Podemos en el Gobierno; y anunció por la prensa que postulaban a Miquel Iceta como presidente del Senado para provocar el enfado de ERC y Junts per Catalunya, que no quieren oír hablar de «cortesía parlamentaria» mientras tienen algunos compañeros en prisión.
Los independentistas mordieron el señuelo, rechazaron la investidura de Iceta como venganza a su aplicación del artículo 155 y el PSOE sacó las sorpresas de la chistera: Meritxell Batet y Manuel Cruz se situaban al frente del Congreso y el Senado.
Días antes, Sánchez había ninguneado a ambas formaciones en su ronda de contactos en La Moncloa, donde convocó a Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias. Y el PSOE se anotó el ‘hat-trick’ dejando a ERC fuera de la Mesa del Congreso.
Dos sucesos también han marcado la agenda política: la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba, que levantó una ola de simpatía transversal que refuerza la imagen del PSOE como ‘partido de Estado’; y la detención de Josu Ternera tras 17 años fugado, suceso que ha levantado varias teorías de la conspiración que sostienen que al Gobierno le interesaba alejarse del ‘socio’ que el centro-derecha más le ha tirado en la cara, Euskal Herria Bildu.
Es evidente que a Pedro Sánchez e Iván Redondo les colocan algunas medallas que no merecerán por el extraordinario resultado del PSOE el pasado 28 de abril. Ellos saben que el PP promete el viaje al centro. Pero en Ferraz lo están realizando después de unas primarias y una moción de censura en las que el presidente del Gobierno exhibió su retórica más progresista.
Los tres botones que demuestran esta teoría son sus renuncias a tumbar la Reforma Laboral de Mariano Rajoy, su negativa a publicar los nombres de la lista de evasores fiscales (que podría salpicar a familiares de altas instituciones del Estado) y sus oídos sordos a que el CIS pregunte por la monarquía tras los años de descrédito que acumula.
Sánchez, al que hasta anteayer le llamaban «okupa», al que lo ninguneaban por su tesis, al que le pedían que dejase de pactar con los «golpistas», al que le exigían que cortase relaciones con los partidos «que tienen las manos manchadas de sangre», al que le gritaban que convocase «elecciones ya», ha ganado tres partidas tras su caída de 2016: las primarias, la moción de censura y las generales.
Si consigue ‘desactivar’ el conflicto con Barcelona y si la economía no sufre una gran recesión, el PSOE puede disfrutar de un horizonte similar al que disponía en los ochenta. Para ello tiene que contentar a los votantes de ERC y Podemos con ‘limosnas’ que no afecten a la estructura del Estado ni corten algunos privilegios de las élites: indultos y algunas medidas sociales cosméticas.