La ministra de Defensa, Margarita Robles, intenta cerrar la caja de pandora que abrió hace unas semanas. Al gabinete de la magistrada le pareció oportuno apuntarse un tanto con el chat de militares retirados, ese mismo en el que se hablaba de «fusilar a 26 millones de hijos de puta». Tan pronto como saltó a los periódicos, Robles se echó al ruedo e inició una investigación. El problema es que ahora la ministra ha visto como salen a la luz otros vídeos y alguna que otra conversación entre militares de extrema derecha. La magistrada socialista ha pasado de presumir de perseguir este tipo de comportamiento en las Fuerzas Armadas a intentar tapar todos los agujeros que ha abierto su actitud. Y el malestar en el Ejército se ha dejado notar.
Es reciente la publicación del vídeo parafascista en el que una serie de militares de extrema derecha dan saltos de alegría mientras hacen el saludo nazi al ritmo del himno de la División Azul. Esto, en otras circunstancias, podría haber pasado más o menos desapercibido, pero dada la actitud de Robles ahora la ministra se ha visto obligada a apagar unos fuegos que no sabía que estaban encendidos. Estas imágenes salieron a la luz esta semana, pero fueron grabadas en Paracuellos del Jarama poco antes y en cuestión de días la ministra se ha puesto de perfil, cuando muchos en el Gobierno esperaban que la socialista tuviera la misma actitud que mantuvo con el chat de militares retirados.
Robles entendió que era buena idea apuntarse un tanto con el ala izquierda del partido al iniciar una investigación sobre el chat de esos militares que apostaban por matar a 26 millones de personas. Ella era consciente de que esto generaría malestar en las Fuerzas Armadas, al menos en algunos sectores, por abrir en canal al Ejército por las conversaciones de cuatro gatos retirados con ideas más propias del siglo pasado. Pero a pesar de ello, Robles tiró para adelante con vistas a un futuro político alejado del ámbito militar. Sin embargo, parece que le han crecido los enanos.
Ahora, tras este vídeo, Robles no ha querido hacer nada. Se ha mantenido cauta y no ha querido abrir nuevos frentes dentro de ese morboso asunto que es la relación entre la extrema derecha y el Ejército.
«Los militares se juegan la salud por un sueldo inferior al suyo y el mío», ha asegurado esta semana la ministra de Defensa en declaraciones a un diputado del Partido Nacionalista Vasco (PNV). «Cuando el nacionalismo excluye por lengua u origen también es totalitarismo», le ha espetado la socialista al diputado jeltzale, Joseba Agirretxea. Unas declaraciones que en Ferraz han interpretado como una cierre de filas en torno a las Fuerzas Armadas, ya tocadas por la investigación que quiso abrir Robles de cara a la galería contra militares retirados parafascistas.
Todo esto ha venido a cuento de una reclamación de ERC y del PNV en la que ambos alertaban a la ministra de Defensa de que tenía que controlar los «focos fascistas» de las Fuerzas Armadas, como consecuencia del vídeo que se ha difundido en las redes sociales en el que se veía a un grupo de militares saltando de alegría mientras hacían el saludo nazi, tal y como se vio en un reportaje exclusivo del diario digital La Marea.
Los gestos de Robles con el chat de militares no sentaron nada bien en las Fuerzas Armadas, el malestar se dejó entrever entre las filas y los chats del Ejército y la ministra ha tomado nota. Por eso, la reacción de Robles esta vez ha sido guardar silencio y no abrir de nuevo las vergüenzas de las Fuerzas Armadas. En su lugar, ha sido la fiscal general del Estado, Dolores Delgado, quien ha iniciado una investigación por lo ocurrido.
Al mismo tiempo, la ministra también ha querido dar otro volantazo de timón para que quede claro que no coquetea con la extrema izquierda. Este jueves, Robles no ha aplaudido en el Congreso las palabras del vicepresidente del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, a pesar de que el resto de los miembros del Ejecutivo de coalición sí lo ha hecho.
EL FUTURO DE ROBLES
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no quiere a Robles al frente de Defensa durante mucho tiempo. Esperará a las próximas elecciones, pero incluso la magistrada es perfectamente consciente de que su paso por este ministerio no será muy largo.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, tenía el sueño de ocupar la presidencia del Tribunal Supremo, pero Pedro Sánchez tiene otros planes para ella. El PSOE busca como quitarse de encima a Robles y parecen haber encontrado un puesto en el que aparcar a la ministra. La Comunidad de Madrid y la capital se han quedado huérfanas de candidatos socialistas. Ángel Gabilondo trabaja por su lado, sin rendir cuentas a Sánchez, y Pepu Hernández bastante tiene con leer las réplicas mientras sigue las líneas con el dedo. Es por eso que el presidente del Gobierno se plantea reciclar a Robles en uno de estos dos puestos. Algo que a ella no le parece del todo mal siempre que mantenga cierta relevancia.
Madrid se ha quedado sin una presencia socialista fuerte. Ni Gabilondo ni Hernández han sido capaces de presionar, ni en plena pandemia, a la alcaldía ni al Gobierno autonómico. Durante todo 2020, el PSOE ha sido un partido inexistente entre las fronteras de la capital y eso ha puesto sobre la mesa de Ferraz una vacante (o dos, según se mire): se busca candidato o candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid y a la alcaldía de la capital. Y ante un problema, una solución.