La auténtica paella es, para un valenciano, mucho más que una receta; es un pilar de su identidad, casi una religión con sus propios mandamientos. Sin embargo, fuera de su cuna, este plato icónico se ha convertido en un lienzo para todo tipo de experimentos culinarios. Y es ahí donde empieza el problema, porque hay un ingrediente concreto que, para un purista, es una auténtica declaración de guerra gastronómica. Un añadido que lo cambia todo.
Esa mezcla que muchos llaman «paella mixta» es, en realidad, el epicentro de la discordia. La has visto en menús turísticos y chiringuitos de playa, pero esa combinación es una herejía para la tradición. Al añadir ciertos ingredientes, el plato deja de ser paella para convertirse en lo que los valencianos llaman «arroz con cosas». Sigue leyendo, porque lo que José está a punto de desvelar te hará mirar ese plato de arroz con otros ojos.
¿QUÉ ES Y QUÉ NO ES PAELLA? LA LÍNEA ROJA VALENCIANA
La receta canónica, la que se ha transmitido de generación en generación, tiene una lista de ingredientes muy concreta y casi inamovible. Hablamos de pollo, conejo, garrofó, bajoqueta (judía verde plana) y, por supuesto, un buen arroz. Por eso, la auténtica paella valenciana se rige por diez ingredientes básicos que definen su ADN. Azafrán, pimentón, tomate, aceite, sal y el agua de Valencia completan el círculo sagrado.
Entonces, ¿dónde está el pecado? El principal culpable es el chorizo, seguido de cerca por guisantes, cebolla o mezclas de carne con marisco. Estos añadidos no solo alteran el sabor, sino que pervierten la esencia del plato. En el caso del embutido, el chorizo libera una grasa anaranjada que contamina y enmascara por completo el sabor delicado del sofrito, un auténtico sacrilegio para este auténtico arroz valenciano.
EL «ARROZ CON COSAS»: POR QUÉ DUELE TANTO A UN VALENCIANO

Esta defensa a ultranza no es esnobismo, es una cuestión de respeto a la herencia. Imagina que alguien le añade refresco de cola a un vino de reserva o kétchup a un jamón ibérico de bellota. Pues bien, para un valenciano, llamar paella a un «arroz con cosas» es un insulto a su cultura y a sus abuelos. Es como si pisotearan un símbolo que representa las reuniones familiares, los domingos y la alegría de compartir.
El problema es la generalización. Se ha extendido tanto el uso de la palabra que ha perdido su significado original, convirtiéndose en un cajón de sastre para cualquier arroz seco hecho en una paella. De esta manera, se trivializa una receta con siglos de historia, equiparándola a una simple mezcla de sobras. Por eso duele, porque se borra de un plumazo el esfuerzo por mantener vivo un legado.
LOS 10 MANDAMIENTOS DEL ARROZ PERFECTO
El alma de una buena paella no reside solo en lo que lleva, sino en cómo se hace. Y el objetivo final, la prueba de fuego de todo maestro paellero, es el socarrat. Esa fina capa de arroz tostado y crujiente que se adhiere al fondo es el premio gordo, ya que el socarrat es la parte más codiciada y la señal inequívoca de que la cocción ha sido perfecta. Conseguirlo requiere paciencia, buen oído y un control casi milimétrico del fuego.
El orden de los factores sí altera el producto. Primero se sofríe la carne hasta que esté bien dorada, luego se añaden las verduras y, por último, el tomate y el pimentón. Cada paso tiene su porqué, construyendo capas de sabor. Por eso, la base de un buen caldo se crea en la propia paella con el sofrito de sus ingredientes, y jamás añadiendo un caldo prehecho que estandarice el resultado final de esta receta tradicional.
¿ENTONCES EL ARROZ CON MARISCO ESTÁ MAL?

Que no cunda el pánico. Un arroz con gambas, calamares y mejillones puede ser una auténtica delicia, pero no es paella valenciana. La gastronomía levantina es riquísima en arroces y cada uno tiene su nombre y su liturgia: arroz a banda, arroz del senyoret, arroz negro… De hecho, el arroz con marisco es un plato espectacular, pero pertenece a otra categoría de la cocina española.
El conflicto, por tanto, no está en el plato, sino en el nombre. Es una cuestión de precisión y de dar a cada cosa el valor que le corresponde. Llamar a todo «paella» es como llamar «cocido» a cualquier guiso de legumbres, es una simplificación que empobrece nuestro vocabulario gastronómico. Y es que el problema real surge cuando se utiliza el término «paella valenciana» para describir una receta que no lo es.
EL VEREDICTO FINAL: ¿ESNOBISMO O DEFENSA CULTURAL?
Al final del día, esta batalla no se libra contra la creatividad en la cocina, sino contra el olvido. Proteger la receta original es una forma de honrar a quienes la crearon y la perfeccionaron, utilizando los ingredientes humildes que les daba la huerta y el corral. De hecho, la receta de la paella es un reflejo del paisaje y la historia de la Comunidad Valenciana, un plato de kilómetro cero mucho antes de que se inventara el término.
Así que la próxima vez que te encuentres ante un plato de arroz, fíjate bien. Si lleva pollo, conejo y garrofó, estás ante una paella. Si lleva chorizo, guisantes o marisco, estás ante otro plato, seguramente delicioso, pero distinto. Porque este manjar valenciano es mucho más que comida, es el sonido del fuego de leña, la conversación familiar de un domingo y el sabor de una tradición que se niega a ser llamada por otro nombre