La bomba en el ramo de flores que casi mata a Alfonso XIII el día de su boda: 23 muertos en la calle Mayor de Madrid

El 31 de mayo de 1906, la calle Mayor de Madrid se convirtió en escenario de una tragedia que marcó la historia de España. El día de la boda de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg, un ramo de flores escondía la muerte.

El atentado contra Alfonso XIII en su boda fue uno de los episodios más dramáticos de la España de comienzos del siglo XX. La explosión en plena calle Mayor dejó una huella imborrable en la memoria colectiva, convirtiéndose en símbolo de la violencia política que sacudía Europa en aquellos años, y situando al joven monarca en el centro de un relato de supervivencia.

La boda real, que debía ser un acontecimiento festivo y de unidad nacional, se transformó en un día de luto. El vestido de la reina Victoria Eugenia quedó manchado de sangre, recordando que la monarquía no estaba a salvo de las tensiones sociales y del odio anarquista, mientras la ciudad se enfrentaba al horror de un atentado inesperado.

EL RAMO DE FLORES QUE ESCONDÍA LA MUERTE

Mateo Morral, un joven anarquista, preparó cuidadosamente el atentado contra Alfonso XIII. Desde el balcón número 88 de la calle Mayor, lanzó una bomba oculta en un ramo de flores al paso de la carroza real. El artefacto estalló con una violencia que destrozó caballos, carruajes y espectadores, dejando un reguero de cuerpos en el suelo.

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La escena fue dantesca: gritos, humo y sangre en un día que debía ser de celebración. Alfonso XIII y Victoria Eugenia resultaron ilesos, pero el impacto psicológico fue enorme. La imagen del vestido de la reina manchado de sangre se convirtió en símbolo de aquel horror, y en recuerdo de la fragilidad de la vida incluso en los momentos más solemnes.

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EL PERFIL DE MATEO MORRAL

Morral no era un improvisado. Había trabajado en la Escuela Moderna de Francisco Ferrer Guardia, donde se impregnó de ideas revolucionarias. Su radicalización lo llevó a planear un golpe contra la monarquía, convencido de que la violencia era la única vía, y eligió el día de la boda para dar el mayor impacto posible.

Tras el atentado, Morral huyó de Madrid, pero fue localizado días después en Torrejón de Ardoz. Allí, tras matar a un guardia, se suicidó. Su muerte cerró un capítulo de violencia anarquista, pero dejó abierta la herida de un país dividido, incapaz de encontrar estabilidad política en aquellos años convulsos.

LA CALLE MAYOR, ESCENARIO DE TRAGEDIA

La calle Mayor de Madrid, engalanada para la boda, se convirtió en un campo de batalla improvisado. Los balcones estaban llenos de curiosos, las aceras abarrotadas de ciudadanos que querían ver a Alfonso XIII y su esposa. El estallido transformó la alegría en caos, con cuerpos tendidos y caballos agonizantes en medio de la multitud, mientras la carroza real seguía su camino.

El contraste fue brutal: unos metros más adelante, la pareja real saludaba como si nada hubiera ocurrido, intentando mantener la calma. La ciudad, sin embargo, quedó marcada por el recuerdo de aquel día, con un monumento erigido en 1908 para honrar a las víctimas, que aún hoy recuerda la magnitud del atentado.

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EL IMPACTO POLÍTICO EN LA MONARQUÍA

El atentado contra Alfonso XIII no debilitó inmediatamente a la monarquía, pero sí mostró su vulnerabilidad. La imagen del rey ileso reforzó su aura de superviviente, aunque también evidenció que la monarquía estaba rodeada de enemigos dispuestos a todo, incluso en los momentos más solemnes.

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La prensa internacional recogió el suceso con asombro, destacando la sangre en el vestido de la reina y la frialdad con la que los reyes continuaron la ceremonia. Ese contraste entre el horror y la continuidad del protocolo se convirtió en metáfora de una España que intentaba aparentar normalidad, pese a las tensiones internas.

LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS

Veintitrés personas murieron aquel día, entre ellas soldados, curiosos y ciudadanos que habían acudido a ver la boda. Más de cien resultaron heridos, muchos de gravedad. El monumento levantado en 1908 frente al lugar del atentado, recuerda a esas víctimas anónimas, que pagaron con su vida la violencia política de la época.

Durante décadas, el recuerdo del atentado permaneció vivo en Madrid. La calle Mayor se convirtió en un espacio de memoria, donde la tragedia se mezclaba con la rutina diaria de la ciudad, recordando que la historia puede irrumpir de forma brutal en cualquier momento.

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EL LEGADO HISTÓRICO DEL ATENTADO

Hoy, más de un siglo después, el atentado contra Alfonso XIII sigue siendo estudiado como ejemplo de la violencia anarquista en Europa. La boda real, que debía ser símbolo de unión, quedó marcada por la sangre y el miedo. La historia recuerda que incluso los momentos más solemnes pueden ser interrumpidos por la violencia, y que la monarquía española vivió desde entonces bajo la sombra de la inseguridad.

El legado de aquel día es doble: por un lado, la resiliencia de los reyes que sobrevivieron milagrosamente; por otro, la memoria de las víctimas que nunca pudieron celebrar. La calle Mayor guarda aún el eco de aquel estallido, como advertencia de que la historia nunca se olvida, y como recordatorio de que la fragilidad humana puede cambiar el rumbo de un país.

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