La mentira que TVE contó sobre la muerte de Chanquete para evitar una avalancha de niños en Nerja

La estrategia secreta que se ocultó tras la escena más lacrimógena de la televisión en España. El motivo por el que un país entero creyó una verdad a medias sobre el final del mítico marinero.

La mentira que TVE contó sobre la muerte de Chanquete fue, probablemente, el acto de amor más grande hacia una generación entera de españoles. Aquella noticia, la del adiós al viejo marinero, paralizó a un país que aún se desperezaba en blanco y negro, y la cadena pública sabía que el impacto emocional sería gigantesco. Por eso, ante el desafío de rodar un momento histórico, se tomó una decisión insólita, ya que la dirección de la serie optó por crear una realidad paralela para proteger la magia del momento y evitar el colapso. ¿Te imaginas qué habría pasado si se hubiera sabido la verdad?

El eco del grito de Pancho, «¡Chanquete ha muerto!», resonó en cada casa y en cada patio de colegio, convirtiendo un personaje de ficción en un duelo nacional. La conmoción fue tal que la grabación de su despedida se convirtió en un asunto de Estado para la propia TVE, que temía una peregrinación masiva de niños y no tan niños al rodaje. La solución fue una pequeña gran argucia, porque se eligió un escenario secreto y se construyó un decorado para que nadie pudiera encontrar el lugar del entierro y la emoción fluyera sin interrupciones. Una mentira piadosa que selló un mito.

¿POR QUÉ UN PAÍS ENTERO LLORÓ POR UN PESCADOR QUE NUNCA EXISTIÓ?

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Corría el año 1981 y la sociedad española tenía la mirada puesta en una pantalla que apenas ofrecía dos canales, siendo TVE el gran catalizador de la vida social y familiar. En ese contexto, Verano Azul no era solo una serie, sino una cita ineludible que reunía a abuelos, padres y nietos cada semana. La historia de aquella pandilla de veraneantes conectó de una forma brutal con el público, gracias a que el personaje de Chanquete se erigió como el abuelo sabio y libre que todos queríamos tener, un referente de bondad y experiencia.

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El carisma de Antonio Ferrandis fue clave para dar vida a un personaje que trascendió la ficción, convirtiéndose en un icono cultural que aún perdura. La gente hablaba de él en los mercados y en las oficinas como si fuera un vecino más de su pueblo. La cuidada producción de TVE logró que el público sintiera La Dorada casi como su propio hogar, y por eso su muerte fue vivida como la primera gran pérdida para muchos niños de la época, un trauma colectivo que enseñó a toda una generación lo que significaba decir adiós para siempre.

EL SECRETO MEJOR GUARDADO DEL RODAJE

El reto logístico de filmar la despedida de un personaje tan querido era mayúsculo, y la preocupación principal era cómo aislar la grabación de la enorme expectación que generaba. El equipo de Antonio Mercero sabía que miles de personas intentarían acercarse a Nerja para dar su último adiós, lo que haría inviable rodar una escena tan delicada. Por ello, la dirección de la producción de TVE diseñó un plan cargado de secretismo, pues la decisión fue no rodar en ningún cementerio real ni en la propia Nerja, despistando por completo a los seguidores de la serie.

La estrategia fue brillante en su simplicidad: si el lugar no existe, nadie podrá encontrarlo. Mientras toda España daba por hecho que el entierro sería en el cementerio de Nerja, el lugar lógico, el equipo trabajaba en la más estricta confidencialidad en otra localización. La entonces Radiotelevisión Española protegió cada detalle, de modo que se construyó un camposanto de atrezo en un lugar apartado y de difícil acceso, garantizando la intimidad que requería un momento tan solemne y evitando una avalancha que habría arruinado la magia de la escena.

ALMUÑÉCAR, EL VERDADERO ESCENARIO DEL ADIÓS

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El lugar escogido para la «mentira» fue el Peñón del Santo, en la localidad granadina de Almuñécar, un mirador con unas vistas espectaculares al Mediterráneo. Era el sitio perfecto: controlable, hermoso y, lo más importante, completamente inesperado. Lejos del bullicio de Nerja, el equipo de la serie de TVE pudo trabajar con la calma y el respeto que la secuencia merecía. La elección fue un acierto absoluto, ya que aquel enclave natural se transformó durante unos días en el cementerio más famoso de la historia de nuestra televisión, un lugar que hoy sigue siendo visitado por nostálgicos.

La magia del cine hizo el resto, convirtiendo un paraje rocoso en un cementerio con lápidas y cruces que parecían llevar allí toda la vida. Como guiño interno, el equipo de arte decidió usar sus propios nombres para inscribirlos en las tumbas de cartón piedra, un detalle de humor negro que sellaba la complicidad del equipo. Esta cuidada producción de TVE demostró que, a veces, la mejor forma de contar una verdad universal como la muerte es a través de un pequeño y piadoso engaño, un truco que engrandeció el mito para siempre.

LA GENIALIDAD DE MERCERO: MÁS ALLÁ DE LA PANTALLA

Antonio Mercero, director y alma de la serie, no solo era un maestro de la narrativa, sino también un visionario que entendía la televisión como una herramienta social. Sabía que la muerte de Chanquete iba a ser un golpe durísimo para el público infantil, pero lo concibió como un episodio necesario. Fue una decisión valiente de TVE en su momento, porque Mercero quería que la serie sirviera para que los niños aprendieran a gestionar la pérdida de un ser querido, una lección de vida que la ficción podía ofrecer de una forma sensible y didáctica.

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El día de la emisión del capítulo, un silencio sobrecogedor se apoderó del país. La estrategia de TVE de ocultar el lugar de rodaje había funcionado a la perfección, permitiendo que la escena del entierro se desarrollara con una carga emocional pura, sin distracciones. El resultado fue una obra maestra televisiva, un momento catártico colectivo que no habría sido posible con miles de curiosos alrededor. El impacto fue tal que la muerte de Chanquete se convirtió en un hito sociológico que demostró el poder de la televisión para unir a todo un país en un mismo sentimiento.

EL LEGADO IMBORRABLE QUE NACIÓ DE UNA PEQUEÑA MENTIRA

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Aquella maniobra de despiste, esa mentira bienintencionada, es una de las anécdotas más fascinantes de la historia de la televisión en España y un ejemplo de cómo proteger una creación artística. La escena del entierro de Chanquete es perfecta en su ritmo, en su silencio y en su dolor contenido precisamente porque se rodó en un santuario de ficción, a salvo de la realidad. Con esta producción, TVE no solo emitió una serie, sino que fabricó un recuerdo imborrable en la memoria sentimental de millones de espectadores, un tesoro que pasa de generación en generación.

Hoy, más de cuarenta años después, el grito de Pancho sigue poniéndonos la piel de gallina y la melodía del acordeón de Chanquete nos transporta a un verano que nunca termina. Aquel adiós, que nació de una mentira piadosa, se convirtió en la verdad más auténtica para toda una generación que aprendió a llorar y a despedirse gracias a la magia de TVE. Y es que, como nos enseñó el viejo marinero, hay pequeñas mentiras que ayudan a contar las más grandes verdades, y esa fue, sin duda, una de ellas.

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