Ayer la convocó con urgencia y sin premeditación. Cuando llegó a oídos de los periodistas que Inés Arrimadas quería comparecer de forma repentina, todos se imaginaron lo que era, en un principio, evidente. Inés se subió al atril con rostro serio, lo agarró con fuerza y cuando se dispuso a hablar, todos en Ciudadanos contuvieron el aliento. «Va a dimitir», decían los mensajes de Whatsapp de los integrantes del partido. Por supuesto, quienes lo decían no eran cercanos a la presidenta de la formación, dado que al minuto de empezar a hablar en esa comparecencia express del pasado lunes, todos entendieron lo que pasaba. Inés Arrimadas no dijo nada, se atrincheró en el poder con tal de sobrevivir seis meses más en la política y se negó a dimitir. Tras las palabras de la presidenta de Ciudadanos, los que aún sobreviven en la formación naranja ya dan por hecho que la dimisión no tendrá lugar hasta que Arrimadas acabe de hundir el partido en el resto de municipios y comunidades autónomas del país.
Inés Arrimadas piensa más de una vez en cómo se reciclará en la vida privada. LinkedIn o Infojobs son algunas de las opciones, pero de momento la presidenta de Ciudadanos se siente lo suficientemente bien relacionada como para encontrar trabajo por su cuenta. La salida más esperada es la de acabar en una consultora de asuntos públicos, esas que se han puesto tan de moda de forma repentina. Sus antiguos compañeros de partido lo han hecho con muy poco éxito, pero ella se cree mejor que el resto y entiende que podrá llegar más lejos. En cualquier caso nos queda Arrimadas para rato, pues no se ha dado por aludida tras la debacle electoral en Andalucía, como tampoco se dio por señalada con la de Castilla y León. Desde la formación naranja esperan que las debacles que quedan para 2023 sean lo suficientemente claras como para empujar a Arrimadas a dejar el cargo, pero no las tienen todas consigo aún.
Ya no es una cuestión de que Inés Arrimadas quiera dimitir o no. Es una cuestión de que su propio equipo, el que aún queda vivo, quiere que deje el cargo de una vez para escenificar un cambio profundo. Para los suyos, es evidente que el volantazo que dio Inés Arrimadas con el partido no ha hecho más que hundirlo. Arrimadas se lo achaca a Albert Rivera y así se justifica para seguir adelante a medida que va haciendo desaparecer a su partido de los parlamentos autonómicos. En cualquier caso, lo cierto es que cuando sean las elecciones autonómicas y municipales, Inés Arrimadas tendrá que salir por la puerta de atrás si no consigue levantar la imagen de su partido.
Seis meses para que Arrimadas vuelva a hacerse un currículum. Eso es lo que le dan los suyos tras ver que Inés se ha aferrado a la poltrona como si no hubiera alternativa laboral presente. Ni que decir tiene que las viejas glorias de Ciudadanos como Juan Carlos Girauta o Toni Cantó tienen una imagen de Arrimadas bastante negativa, dados los resultados. Pero los que aún quedan flotando en el equipo también entienden que Inés Arrimadas se ha aislado en una burbuja y que ha perdido casi todos los apoyos reales en el partido. No es que Begoña Villacís tenga mucho más tirón que Arrimadas, pero a ojos de los integrantes del partido cualquiera es mejor que la diputada catalana.
Para Arrimadas las elecciones deberían celebrarse al revés. Pero los tiempos son los que son y no parece que sus candidatos en las comunidades autónomas que quedan vayan a conseguir gran cosa. Solo Villacís, y con suerte, podrá quedarse con algún asiento en la capital. El resto no conseguirá absolutamente nada si los pronósticos electorales se cumplen. Cuando Albert Rivera dejó el cargo fue por hundir Ciudadanos en seis meses, de unas elecciones generales a otras. Pero Arrimadas no se ha dado por aludida tras hacer desaparecer el partido en tres comunidades autónomas clave, como son Andalucía, Castilla y León y la Comunidad de Madrid.
Su apoyo en pandemia al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le ha salido mal. Ahora mismo, esa manía de Arrimadas por recuperar una centralidad escorada a la izquierda ha estigmatizado tremendamente a su partido hasta el punto de que no tiene ninguna proyección política. Arrimadas entrará en el sector privado en seis meses porque será víctima de los suyos, no porque quiera dimitir. Puede que haya aguantado la presión interna tras las elecciones andaluzas, pero no lo hará en las autonómicas y municipales de mayo de 2023.
Lo que sí tienen claro desde su entorno es que dentro de seis meses, cuando Arrimadas deje su puesto como presidenta del partido, se volverá a vivir a Barcelona. La estancia en Madrid no parece que le haya salido demasiado bien y nadie cree que Arrimadas quiera seguir flotando en la política por la capital. Su idea es acabar en alguna consultora de asuntos públicos, aunque nunca haya gestionado nada. Pero si no sale, su ego le permitirá ejercer otras profesiones, siempre que el empresario de turno la acepte, claro.