Podemos quiere robarle al PNV a Innerarity: viaje al cerebro de Euskadi

  • Pablo Iglesias se ha desecho en elogios ante Daniel Innerarity en el espacio 'Otra vuelta de Tuerka'.
  • Podemos propuso al filósofo de cabecera de Iñigo Urkullu como 'relator' entre España y Cataluña.
  • Los morados pretenden sumarlo a su sala de máquinas para que les tutele en su entrada al Gobierno.
  • Danniel Innerarity es un filósofo de discurso progresista que susurra desde hace años al oído de Iñigo Urkullu, que no al oído del PNV. Este pensador mayúsculo, con residencia en Zarikiegui, pueblo de menos de 200 habitantes que integra la Cendea de Zizur (a 11 kilómetros de Pamplona), lleva al centro a Iñigo Urkullu, ‘poli’ bueno jeltzale mientras Andoni Ortuzar enseña la garrota desde el monte en dirección a Madrid.

    Urkullu actualiza al personaje interpretado anteriormente por Garaoikoetxea, Ardanza o Ibarretxe: un gentleman educado y pragmático que aunque estudia económicas en Deusto luce una ikurriña cuando toca. Un personaje, la actualización, que se atreve a decir en El País que la independencia de Euskadi es una «utopía» en la Europa del siglo XXI. A Ortuzar le toca el papel imprescindible que llevó en su piel Xabier Arzalluz, quizás el político que mejor entendió qué fue, es y será Euskadi.

    INNERARITY: ENTRE EL PNV Y PODEMOS

    Innerarity, recientemente alabado por Iglesias en ‘Otra vuelta de Tuerka’, habla entre líneas y explica al que quiera oír la razón por la que un filósofo que se reconoce «de izquierdas» es el asesor áulico de un partido liberal con raíces cristianas como el PNV: en el centro, piensa, radica la virtud.

    Este pensador conoce la historia del PNV, parto tardío del carlismo y posibilitador de que el monte y Madrid no chocasen cráneos por quinta vez. ¿Son de derechas los jeltzales? La respuesta es clara: sí. Privatizan la Sanidad a su antojo y apuestan por la educación concertada gracias a que Bildu contradice sus principios y no arremete contra las ikastolas.

    [td_block_11 custom_title=»» separator=»» post_ids=»55927″ limit=»1″ css=».vc_custom_1496993590403{border-top-width: 1px !important;border-right-width: 1px !important;border-bottom-width: 1px !important;border-left-width: 1px !important;padding-top: 5px !important;padding-right: 5px !important;padding-bottom: 5px !important;padding-left: 5px !important;border-left-color: #000000 !important;border-left-style: solid !important;border-right-color: #000000 !important;border-right-style: solid !important;border-top-color: #000000 !important;border-top-style: solid !important;border-bottom-color: #000000 !important;border-bottom-style: solid !important;border-radius: 4px !important;}» tdc_css=»»]

    Pero el PNV es Euskadi. O eso han hecho creer a casi todos los vascos. Porque el PNV es un partido capaz de sobrevivir con soltura a pesar de perder la Guerra Civil, capaz de aparentar progresismo a pesar de las raíces racistas de las que surge, capaz de que los votantes del PP le presten sus votos en las autonómicas, capaz de apostar por el caballo estadounidense cuando el cuerpo pedía nazismo y capaz de controlar la única tele española que no emitió el mensaje del rey y la única denuncia en prime-time los escándalos de los Borbones.

    ACCIÓN MUTANTE: EL PNV

    El PNV, representado magníficamente en la capital por ese elegante hombre de negocios llamado Aitor Esteban, es capaz de no mancharse en el franquismo, de mantenerse en el poder a pesar de perder las elecciones contra el socialista Benegas, de sobrevivir a la escisión liderada por Garaikoetxea, de gobernar eternamente en un territorio cuyo influyente y consolidado tejido social tiene vínculos marxistas y de convertir a fuerzas progresistas como el PSE, Ezker Batua o Eusko Alkartasuna como sus socios preferentes.

    Pero no los únicos: el PNV pactó con Alianza Popular en las municipales y autonómicas del 83, llevó a Aznar a La Moncloa en el 96 y le aprobaron unos presupuestos a Rajoy dos semanas antes de echarlo a patadas.

    El PNV, ‘rojos’ en Madrid porque defendieron la trinchera republicana, es capaz de mantener fuerza en Europa a pesar de la guerra de Urkullu contra Puigdemont, Innerarity otra vez, gracias a atar un pacto digno de pirueta con fuerzas distantes en lo ideológico como Coalición Canaria, que actúa en Madrid como una marca blanca del PP, o con fuerzas residuales de Galicia o la Comunidad Valenciana.

    PNV
    Andoni Ortuzar durante el Alderdi Eguna 2018. Foto. EAJ-PNV.

    Los jeltzales, más de un siglo les contemplan, son capaces de quedarse un artefacto creado en Navarra por la izquierda abertzale, robarles a la candidata con más tirón (Uxue Barkos) y alcanzar dentro de Geroa Bai un poder durante cuatro años en la Comunidad Foral al que ahora le añaden otros cuatro de propina gracias a un pacto con el PSN.

    ORO PARECE…

    Pablo Iglesias dice que no le gusta el PNV, pero asegura que Euskadi es un modelo en materia social. Y, en parte, no le falta razón: los jeltzales controlan un territorio matriarcal, a pesar del machismo que impera en las sociedades gastronómicas, gracias a conseguir lo que nunca consiguieron los nacionalistas catalanes: tener una agenda política en Euskadi impermeable al griterío madrileño.

    El PNV fue capaz de rechazar la Constitución sin que nadie en cuarenta años les haya llamado nunca «anticonstitucionales», es capaz de romper el eje derecha-izquierda con una línea transversal que apostaba por la liberalización en la Economía antes de que naciese Albert Rivera y que tenía una política medioambiental armónica hacia Europa antes de que diese sus primeros pasos Íñigo Errejón.

    PARADOJAS DEL PNV

    Los jeltzales han sido capaces de hacer olvidar la historia del reino de Navarra gracias al aranismo, de aparecer como garantes de los derechos humanos a pesar de sus cínicos silencios en el tiempo extra de ETA y de convertir a los cachorros abertzales que beben en las txosnas y en las herriko tabernas en padres de familia de domingo en batzoki.

    También son capaces de alardear de facilitar la libertad de empresa en la cosmopolita Bilbao a pesar de que nadie vende una escoba sin tener los ocho apellidos vascos y de impartir lecciones de ética a pesar de que en algunas instituciones públicas no trabaja ni Dios sin el carnet del PNV en la boca. Por no hablar del ‘caso De Miguel’ que evidencia cómo funcionaban en Vitoria…

    El PNV ha entendido el monte: prima la practicidad sobre la estética (mejor ropa cálida que bonita, por eso los vascos llevan Ternua y los sevillanos visten de traje con la mitad de renta per capita que sus hermanos del norte) y reina el silencio (sobran las sobreactuaciones y hay tiempo para pensar). Y esta austeridad y este hermetismo deviene en magia para los negocios y en dificultades para las relaciones sociales.

    FACTOR TERRITORIAL

    Innerarity, es evidente, se encuentra muy cómodo defendiendo un «nacionalismo integrador, europeo y moderno» que apuesta más veces «por el sí que por el no» y que tiene como lema «mejor poder que soberanía». Y eso que Navarra es la región con más autogobierno de Europa y Euskadi la segunda.

    [td_block_11 custom_title=»» separator=»» post_ids=»66701″ limit=»1″ css=».vc_custom_1496993590403{border-top-width: 1px !important;border-right-width: 1px !important;border-bottom-width: 1px !important;border-left-width: 1px !important;padding-top: 5px !important;padding-right: 5px !important;padding-bottom: 5px !important;padding-left: 5px !important;border-left-color: #000000 !important;border-left-style: solid !important;border-right-color: #000000 !important;border-right-style: solid !important;border-top-color: #000000 !important;border-top-style: solid !important;border-bottom-color: #000000 !important;border-bottom-style: solid !important;border-radius: 4px !important;}» tdc_css=»»]

    Este filósofo, que se define como «socialiberal», nombre que utilizan los pragmáticos para evitar que les digan que no tienen ideología, dice que la felicidad radica «cerca de una chimenea y de un libro». Pero también le pesarán sus amigos, con los que pasea por la montaña los sábados a primera hora. El factor territorial, una vez más, juega a favor del PNV.