Estos han sido los fallos de nuestro sistema sanitario frente al coronavirus

Dicen los expertos que el famoso COVID-19 no es más mortal que otros anteriores. El problema es que es nuevo. No estamos preparados y no tenemos tratamientos, contagia masivamente y tiene algunas características únicas, como son la velocidad de su transmisión y su alta letalidad especialmente en los grupos de riesgo. La concentración de la población en las áreas urbanas y la necesidad de los desplazamientos ha permitido que, desde un primer infectado en China hace solo unos meses, el virus haya podido llegar en muy poco tiempo, prácticamente a todos los países del mundo.

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La alta mortalidad del virus en personas mayores o con patologías previas tiene una gran incidencia en la atención de los mismos en los hospitales, al requerir su ingreso en las Unidades de Cuidados Intensivos, UCI, cuyas infraestructuras no han sido diseñadas para esta eventualidad. Y llega la clave: “colapsa cualquier sistema sanitario “.

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ESPAÑA NO ESTÁ ORIENTADA A LA PREVENCIÓN

En nuestro país tenemos un sistema sanitario, probablemente uno de los mejores del mundo, orientado fundamentalmente a la atención/curación de las enfermedades, pero poco orientado a la prevención. Un sistema sanitario cuya gestión ha sido transferida a las Comunidades Autónomas, por lo que el Ministerio de Sanidad ha ido perdiendo liderazgo y poder de decisión. Todo ello complica la capacidad de nuestro gobierno, no sólo de detectar el problema si no de poder poner en marcha las medidas eficientes para la solución, especialmente en un problema de esta magnitud, probablemente el mayor con que se ha enfrentado un gobierno en la historia contemporánea de España.

Hay medidas, como el cierre de los colegios, el confinamiento familiar o la parálisis de la actividad económica de muchas empresas, que tienen unas repercusiones sociales muy importantes, lo cual podría ser la causa de su tardía implantación. Pero hay otras medidas como adquisición de materiales de protección para el personal sanitario y otros colectivos de riesgo, cuya compra debería haberse previsto con mayor antelación.

Es probable que si, a la vista de lo que estaba ocurriendo en China e Italia, se hubieran tomado antes las medidas puestas en marcha tras el estado de alarma, podríamos tener en este momento unos mejores resultados. España e Italia han tenido una mayor mortalidad atribuible al coronavirus que la que China tuvo en la misma etapa de la infección.

Por otra parte, los nuevos hospitales que se construyen ya se diseñan pensando en una ampliación de su capacidad de atención previendo el aumento de la demanda en situaciones de crisis, colocando dos cabezales en las habitaciones individuales para poder doblarlas en caso necesario, así como establecer relaciones de proximidad entre el área de urgencias y zonas abiertas como pueden ser las áreas de rehabilitación, para poder ampliar las urgencias si fuera necesario.

Las transferencias a las CCAA, el protagonismo del ministerio de sanidad como planificador y necesario unificador de las políticas de salud ha ido disminuyendo, por lo que no parece conveniente que pueda manejar él solo eficientemente la gestión de esta crisis. Esta ineficiencia se ha visto clara en su empeño en comprar centralizadamente, lo que en principio puede tener sus ventajas, cuando han sido las CCAA desde hace años las que han realizados las compras de los productos sanitarios y son ellas las que tienen la experiencia para poder hacerlo mejor. La falta de previsión y la ineficiencia en las compras de materiales de protección han complicado mucho la atención de los pacientes infectados, ya que, posiblemente por su falta de protección el coronavirus ha afectado a un alto porcentaje de profesionales sanitarios, mucho mayor que en los países de nuestro entorno. La excesiva centralización de algunas decisiones responde más a intereses políticos que sanitarios.