El acusado del ‘crimen de los tirantes’, Rodrigo Lanza, ha afirmado este martes que, el 8 de diciembre de 2017, golpeó «por instinto» al zaragozano Víctor Laínez, quien falleció cuatro días después. Lanza ha dicho que pensó que Laínez le quería «matar».
Rodrigo Lanza ha declarado este martes en la Audiencia Provincial de Zaragoza, en la segunda sesión de la vista oral del segundo juicio por este caso. El acusado se ha negado a responder a las preguntas de la fiscal y las acusaciones, contestando únicamente a su abogado, Endika Zulueta.
En su declaración, Lanza ha indicado que ha sido detenido en tres ocasiones y que, en 2006, fue condenado por lesiones a un policía local de Barcelona –que quedó tetrapléjico–, trasladándose a Zaragoza en 2008, donde está empadronado. Trabajaba en un bar restaurante del barrio de La Madalena.
Lanza ha declarado que, el 8 de diciembre de 2017, tomó unas consumiciones en el establecimiento en el que trabajaba, al concluir la jornada laboral, y se dirigió al bar donde trabajaba un amigo suyo, donde bebió un tubo, para después esperarle en otro local, donde se encontró con otro amigo con el que, junto con otras personas, bebió cerveza y chupitos de tequila.
A continuación, vio al primer amigo con dos chicas y les acompañó al bar ‘Tocadiscos’, aparcando su bicicleta en las inmediaciones. En este establecimiento «había poca gente» y vio al camarero hablando con un hombre. Su amigo le comentó que esta persona, Víctor Laínez, quien se encontraba en la barra, «era un conocido fascista del barrio» y él se lo tomó «como nada», continuando la conversación «con otros temas».
Al cabo de unos minutos, «el hombre me mira y yo me acerco a él», aunque Lanza no lo había visto «nunca», ha indicado el acusado, quien intercambió «palabras» con Laínez, aunque ahora no lo recuerda «muy bien». Sí ha asegurado que Laínez le llamó «sudaca» y le exigió que se fuera a su país. «No me acuerdo si le llamé racista o fascista y me fui» durante la «tensa» e «incómoda» conversación, ha dicho este martes el acusado, negando que hubiera «ningún gesto ni nada».
Rodrigo Lanza ha afirmado que fue «muy imbécil» al hablar con Laínez, «una estupidez de borrachera» y se quedó «avergonzado» porque las dos mujeres del grupo se lo reprocharon. Ha dicho también que una de las chicas «se empezó a poner nerviosa» y le dijo que Laínez no dejaba de mirar el teléfono móvil y de mandar mensajes, por lo que tuvieron «miedo» y decidieron marcharse «para evitar problemas».
Lanza salió a la puerta del bar, cuando su amigo le gritó ‘Ojo, que lleva una navaja’, momento en que -ha afirmado– se giró y vio a Laínez a dos metros de distancia y le vio «con una navaja en la mano» que «brillaba».
El acusado ha reconocido que pegó una patada en el estómago a Laínez y ha aseverado que él se le abalanzó «con el cuchillo», intentando «alejarlo con patadas con la pierna». «En ese momento empieza a tirarme navajazos hacia la cara, el pecho, el cuello y yo empiezo a pensar que me va apuñalar».
Según el relato del acusado, ambos forcejearon y Laínez entró de nuevo en el bar, momento en que Lanza le pegó «un puñetazo en la cara», cayendo Laínez al suelo. Lanza ha asegurado que dejó de oír «todo» y de ver –cuando le golpeó en el suelo– hasta que escuchó a alguien que le decía que parara, tras lo que volvió en sí mismo, vio a Laínez «aturdido» en el suelo y observó «un objeto brillante debajo de la banqueta», y se fue. Lanza pensó que Laínez tenía «una lesión facial», no que pudiera fallecer.
«En ningún momento pensé que iba a poder causar el daño que he causado», ha expresado Rodrigo Lanza. Tras salir del bar, cogió la bicicleta y se marchó por el Camino de las Torres, parando en la avenida de Cesáreo Alierta, donde se sentó junto a un portal y rompió a llorar. A continuación, fue a un bar donde trabajaba una amiga suya, a quien pidió hielo, y después se fue a casa y se acostó.
Al día siguiente, comentó «lo ocurrido» con su compañero de piso y se fue a trabajar, solicitando trabajar en la cocina y no de camarero, ese día, haciendo vida normal hasta que, el día 11, le detuvo la Policía Nacional.
El día en que fue detenido, recibió una llamada de la Policía Nacional, que le exigió que compareciera en la Jefatura Superior de Aragón, a lo que él respondió que iría con un abogado, con el que contactó por teléfono tras varias llamadas. Dos policías «superamables» le arrestaron cuando entraba en el portal de su casa.
TESTIGOS
También han comparecido en esta sesión varios testigos. Una agente de la Brigada de Información de la Policía Nacional ha afirmado que Lanza «no se entregó voluntariamente» y que los facultativos que atendieron a Laínez en el Hospital Clínico le indicaron que la víctima falleció a causa de un traumatismo cráneo-encefálico causado con «un objeto contundente». También ha dicho que el ataque a Laínez fue «sorpresivo y por la espalda», sin que tuviera capacidad de defensa.
Otro agente que se personó en el establecimiento en el que tuvo lugar la agresión a Laínez ha declarado que la víctima tenía «la cabeza hinchada y sangraba por todo», tenía problemas para respirar y «los ojos, prácticamente, se le salían de las órbitas».
Un tercer agente ha dicho que un testigo les comentó que el agresor llevaba «algo contundente en la mano» y que encontraron a Laínez «ahogándose en su propia sangre». Ninguno encontró la navaja de la que ha hablado Lanza, tampoco el objeto contundente.
JURADO
Al inicio de la sesión, la magistrada, María Josefa Gil, ha advertido al miembro del jurado que, este lunes, ha interrumpido la sesión en varias ocasiones para hablar, que «a la siguiente» le impondrá una multa de 150 euros y le tomará testimonio por un presunto delito de obstrucción a la justicia.
La magistrada ha zanjado así la petición del abogado de la defensa, Endika Zulueta, de sustituir a este miembro del jurado por uno de los dos suplentes, al considerar que esta persona había «quebrado el orden de la sala» y le había faltado al respeto en al menos cinco ocasiones, «exteriorizando su interés en la causa y pretendiendo contaminar al resto de miembros del jurado». Para Zulueta, con esta advertencia, la magistrada «da a entender que haga lo que haga va a seguir manteniéndole en el jurado».
La jueza ha espetado al miembro del jurado que, con sus interrupciones, «no solamente falta al respeto del letrado, sino también a toda la sala», insistiendo en que esta conducta «no se puede aguantar».
Al respecto, el letrado Enrique Trebolle, de la acusación particular, ha considerado que «es suficiente con advertirle que sea la última vez, incluso una multa», pero ha rechazado la recusación porque esta persona «no tiene interés directo o indirecto» en la causa y «lo que ha hecho es exteriorizar el arcano de su conciencia porque no sabe las reglas del juego».
El abogado de la acusación popular, David Arranz, ha dicho que la conducta de este miembro del jurado «no es correcta» pero a la vez «no hay una causa legal para recusarle ni expulsarle», estimando que es «suficiente» que se le haya apercibido.