Hace 50 años los pilotos de caza de Marruecos intentaron matar a su Rey

Hoy es 16 de agosto, una fecha que a los españoles nos pasará inadvertida, aunque los telediarios de Marruecos abrirán recordando que hace justo medio siglo su monarca estuvo a punto de ser asesinado.

Ese día de 1972 el entonces rey Hasán II volvía a Rabat de un viaje oficial a Francia en su Boeing 727, un avión de pasajeros de la aerolínea Air Maroc adaptado a funciones VIP. A las cuatro de la tarde se acercaron tres aviones de combate Northrop F-5A de la Real Fuerza Aérea de Marruecos. Sorprendentemente el líder de la formación, el mayor (comandante) Ouael Kouera empezó a disparar contra el avión de su rey con los cañones de 20 mm del cazabombardero, incluso algunas versiones hablan de que intentó estrellarse contra el Boeing al no funcionar dicho armamento.

El ataque fue secundado por los otros dos F-5A que dispararon al avión regio, provocando graves daños, incluidos en dos de los tres motores, y matando  o hiriendo a varios de los pasajeros, a pesar de que no llevaban misiles y la munición de los cañones estaba limitada para realizar misiones de entrenamiento. Del indefenso avión salió un mensaje de radio que decía «¡Alto el fuego! El tirano ha muerto, somos inocentes».

Este no era el primer intento de acabar con el rey marroquí; hacía un año del último, donde había salido ileso de otra conspiración militar que incluyó el ataque de 1.500 cadetes de la escuela de suboficiales cuando estaba en el palacio costero de Sjirat, según la versión oficial el monarca los convenció de desistir.  

Marruecos había sido colonizado por España y Francia a principios de siglo XX, este último país había mantenido a los alauís, la dinastía de Marruecos desde el siglo XVII, como reyes títeres. Pero Mohamed V, padre de Hasán II y abuelo de Mohamed VI (el actual rey del país africano) había conseguido la independencia en el 1956 prometiendo muchas reformas.

En el 1961 Mohamed V murió y heredó su hijo Hasán II, que no hizo reformas. El sistema era de facto una monarquía absoluta, donde el parlamento apenas tenía poder y la familia real controlaba gran parte de la riqueza y de los poderes estatales. Tampoco hubo reformas modernizadoras, el rey se proclamaba príncipe de los creyentes, un titulo que usan los califas por lo que era además el líder religioso y seguía con un gran harén de mujeres.

El país tampoco era estable, los rifeños protagonizaron una gran revuelta a finales de los cincuenta del pasado siglo, secundada con manifestaciones que se saldaron con cientos de muertos. Los grupos de izquierdas pedían medidas de reparto de la riqueza, y la situación no mejoró, ya que desapareció el principal líder izquierdista Ben Barka en París, supuestamente eliminado en una operación franco-marroquí. Y existe la teoría de que dicho opositor pudo ser el cadáver encontrado un año después en un pueblo al norte de Navarra, lo que no parecía extraño ya que apenas unos años antes el gobierno portugués había aprovechado Badajoz para deshacerse de Humberto Delgado uno de sus principales opositores a su dictadura.

Volviendo al país africano, el rey también recibía críticas de parte de los nacionalistas marroquíes que deseaban una política más agresiva contra España, que poseía territorios que consideraban suyos como Ceuta, Melilla, Ifni y Sahara Occidental.

La ideología nacionalista, republicana, occidentalizadora e izquierdista se unía en estos momentos en gran parte de los jóvenes militares árabes que soñaban con emular al coronel Nasser que, con otros militares, derrocó a la monarquía egipcia en1953, y que fue tremendamente popular por aplicar todas esas medidas durante los años (1954 y 1970) que gobernó Egipto.

Era esperable que las Reales Fuerzas Armadas de Marruecos intentaran cometer el regicidio. Y parecía que lo habían conseguido aquella jornada del 16 de agosto de 1972, cuando dos de los cazas F-5A volvieron a su base aérea de Kenitra (el mayor Ouael se eyectó al quedarse sin combustible)  y el maltrecho avión de Air Maroc logró aterrizar en el aeropuerto de Rabat. Alguien informó a los golpistas que el rey acababa de aterrizar sano y salvo. Y era así, según la versión oficial ideó el ardid del mensaje por radio. Hasán II por lo visto tuvo otra genialidad, con un corriente coche utilitario Peugeot salió del lugar para dirigirse a la seguridad de la embajada de Francia, previendo que otros F-5A de Kenitra, principal foco de la conspiración,  ametrallasen la sala VIP del aeropuerto de Rabat y a continuación el palacio principal de Rabat, lugares a los que se libró mucho de acudir.

Parte de los conspiradores, que vieron su plan fracasado, intentaron huir a Gibraltar a bordo de un helicóptero AB-205, desde donde fueron rápidamente devueltos y luego, junto a otros mandos implicados,  torturados y fusilados delante de las cámaras de la TV marroquí. Respecto al principal promotor del magnicidio, el general Oukfir, según la versión oficial se suicidó, aunque todo indica que fue asesinado a tiros aquel mismo 16 de agosto, según algunas fuentes por el mismo Hasán II.

 Este evento tuvo y tiene una grandísima importancia, le dio a la monarquía una percepción popular de protección divina, la baraka, también atribuida al general  Francisco Franco durante su época de africanista. También, según muchos analistas la razón de la fijación de la monarquía alauí en el Sahara Occidental y las pretensiones sobre Ceuta y Melilla se deben a un deseo de mantener ocupadas y entretenidas a la Fuerzas Armadas Reales ante un adversario foráneo, y evitar que intentasen otro golpe de Estado mediante la eliminación del monarca.