La exjefa de ETA María Soledad Iparraguirre, alias ‘Anboto’, se enfrenta desde este martes a la petición de Fiscalía, que solicita una pena de 27 años de prisión por presuntamente dar la orden de atentar contra Juan Carlos I con ocasión de su asistencia a la inauguración del Museo Guggenheim de Bilbao el 18 de octubre de 1997.
El juicio arrancará a las 10.00 horas en la Audiencia Nacional varios meses después de que se suspendiese su celebración, inicialmente prevista para el mes de marzo. La Fiscalía solicita para ‘Anboto’ 27 años de prisión por un delito contra la Corona con finalidad terrorista y otro de depósito de armas de guerra.
Según el escrito de conclusiones provisionales del fiscal, entre 1993 y hasta, al menos, diciembre de 1997, Iparraguirre asumió la dirección y coordinación de los comandos «legales» de la banda terrorista, es decir de aquéllos integrados por personas no identificadas policialmente.
En el año 1996 se conformó el comando «Katu», integrado por los ya condenados por estos hechos Eneko Gogeaskoetxea Arronategui y Kepa Arronategi Azurmendi, los cuales recibieron el pertinente adiestramiento en el uso de armas y explosivos y en la fabricación de los mismos.
‘Anboto’, según la acusación fiscal, ordenó a Eneko Gogeaskoetxea Arronategui y Kepa Arronategi Azurmendi que mataran al Rey de España con ocasión de su asistencia a la inauguración del Museo Guggenheim de Bilbao.
DESTRUIR CON GRANADAS
El asesinato debía cometerse «siempre y cuando ello no implicara el riesgo de afectar a personas ajenas al aparato del Estado, en cuyo caso se limitarían a atacar el museo con la finalidad de destruirlo por medio del lanzamiento de granadas».
Para la ejecución de la orden dada por la acusada, en fecha no concretada pero aproximada al mes de septiembre de 1997, ésta proporcionó a los citados integrantes del comando «Katu», 12 granadas autopropulsadas Mecar de calibre 83 (10 anticarro y dos antipersona), cuya carga inflamadora estaba constituida por pólvora negra.
Dada las características de estas granadas, habrían perforado las paredes del museo, accediendo a su interior y provocando su destrucción y la muerte de cuantas personas se encontraran en su interior o aledaños.
El día 13 de octubre, «en ejecución de las instrucciones dadas por la acusada, los ya condenados por estos hechos, cargaron las granadas ocultas en unas jardineras en una furgoneta a la que, para evitar su identificación, sustituyeron sus placas de matrícula y se dirigieron hasta las inmediaciones del museo.
Tras descargar una de las jardineras, fueron sorprendidos por dos agentes de la Ertzaintza por lo que huyeron, no sin antes disparar contra uno de los agentes y causarle la muerte.