El 31 por ciento de las enfermedades cardiovasculares se podrían evitar al eliminar los contaminantes ambientales, según ha informado la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ha señalado que la contaminación del aire es una de las principales responsables de la carga mundial de enfermedades de diversa índole.
«La enfermedad cardiovascular es extraordinariamente prevalente en las sociedades desarrolladas como la nuestra, causando más de 330 fallecimientos al día en nuestro país. Después de la dramática situación sufrida por la pandemia, debemos poner en contexto que la elevada mortalidad por las enfermedades cardiovasculares se sigue produciendo y debemos seguir luchando por intentar concienciar en todas las medidas de su prevención», ha sostenido el presidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), Ángel Cequier.
La mitad de las 6,7 millones de muertes que se atribuyen a la contaminación del aire en 2019 fueron por motivos cardiovasculares, tal y como ha mostrado el estudio ‘Taking a Stand Against Air Pollution-The Impact on Cardiovascular Disease’. Tanto es así, que ya se considera el cuarto factor de riesgo causante de más mortalidad, por detrás de la hipertensión, el tabaquismo y la mala alimentación.
«Aún no se han incorporado a la práctica clínica habitual en cardiología las estrategias para abordar la contaminación medioambiental como un elemento fundamental para la prevención. Y empieza a ser urgente este cambio de paradigma», ha explicado la epidemióloga y profesora de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia (Nueva York), Ana Navas, quien será la encargada de presentar la conferencia inaugural del Congreso SEC21.
Entre los compuestos químicos de mayor riesgo para la salud pública según, la OMS, están, además de la polución del aire, el amianto, el arsénico, el benceno, el cadmio, la dioxina, el fluoruro, el mercurio, los pesticidas y el plomo. De hecho, estudios epidemiológicos de organizaciones americanas han mostrado cómo el plomo, el cadmio y el arsénico, junto con la contaminación del aire con partículas finas, incluso por debajo de los límites establecidos legalmente, son perjudiciales para el desarrollo de la enfermedad cardiovascular de origen ateroesclerótico.
«Debemos dar un paso más para la acción. Ya hay ensayos clínicos que demuestran la efectividad de fármacos que eliminan metales pesados como el plomo y el cadmio, a través de la orina, para el tratamiento de la enfermedad cardiovascular de origen arterioesclerótico», ha explicado la experta.
En esta línea, Ana Navas ha insistido en que se debe añadir una nueva subdisciplina a la práctica clínica habitual, la «cardiología ambiental, puesto que, «resulta fundamental para afrontar los retos ambientales y el cambio climático en el siglo XXI».