Yanis Varoufakis es una de las grandes figuras de la izquierda europea en el último siglo. Este brillante economista denunció hace una década las barreras que creaba la globalización y a principios de 2015 se convirtió en el ministro de finanzas del Gobierno heleno de Alexis Tsipras.
Y los cinco meses que van desde que tomó posesión en el cargo hasta su dimisión son dignos de estudio. ¿La razón? Varoufakis vio en primera línea que la Unión Europea buenista surgida de la Guerra Fría se había convertido en una máquina tecnocrática controlada por el gran capital.
El ministro grabó hasta al apuntador y contó su breve pero intensa experiencia en el muy recomendable ensayo ‘Adultos en la habitación’. Varoufakis cuenta que aquellas reuniones tenía que soportar a Luis de Guindos, absorbido por la chulería provinciana del que se cree que Alemania es su amigo del alma (cuando en realidad nos llaman PIGS).
El ministro de Rajoy se hacía el gracioso con chistes clasistas que irradian neoliberalismo: «¿Pero van a abrir los bancos griegos mañana?». Varoufakis no contestó, prefirió retratar a la troupe neoliberal, y en julio de 2015 dimitió para facilitar una negociación entre Tsipras y la UE que él creía que iba a complicar por haber llamado «terrorista» a la Troika (BCE, FMI y Comisión Europea).
LA TRAICIÓN DE TSIPRAS A VAROUFAKIS
La ensimismada prensa española apostaba al fin por la información internacional. Corría 2015 y los periódicos madrileños miraban a Caracas y Atenas para destrozar a Podemos, que había puesto en la picota a los amigos del papel: el bipartisimo, la monarquía y el IBEX35.
Aquel año Tsipras traicionó al espíritu del referéndum que había ganado y Varoufakis tomó la puerta de salida mientras veía con sorpresa que otros líderes europeos regeneradores como Pablo Iglesias callaban ante la facilidad de digestión del Ejecutivo liderado por SYRIZA.
No fue el único golpe del líder de Podemos, que en 2016 se negó a acudir a Berlín a la presentación del proyecto paneuropeo de Varoufakis. Ada Colau intervino en un acto al que acudieron el eurodiputado morado Miguel Urban y Baltasar Garzón.
Aquel proyecto perdió fuelle y en las europeas de 2019 Varoufakis no consiguió el apoyo de Podemos, que prefirió a la ‘izquierda clásica’ europea. Pablo Iglesias le dijo ‘no’ por tercera vez… y no ha sido la última.
PODEMOS CON DIE LINKE Y FRANCIA INSUMISA
Podemos apostó por integrarse tras las europeas de 2019 en el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea en el Europarlamento. Pablo Iglesias, que había escogido el mismo camino en 2014, creyó en el proyecto que hoy tutelan Die Linke y Francia Insumisa.
Este partido francés y alemán tienen su origen en el hartazgo de la intelectualidad europea a finales de los noventa por la deriva liberal de las formaciones socialdemócratas, que habían girado a la derecha con Felipe González en los ochenta y Tony Blair en los noventa.
El alemán Oskar Lafontaine dimitió como ministro de Finanzas del socialista Gerhard Schröder y Jean-Luc Mélenchon, que había participado como ministro delegado por la Formación profesional del gobierno Lionel Jospin, se alejó de los socialistas galos.
De aquel barrizal nacieron Die Linke y Francia Insumisa (ambiguos sobre la inmigración y el euro), que forman junto a Podemos o EH Bildu el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea que surgió a finales de los ochenta gracias al histórico PCI o al PCE integrado en Izquierda Unida (que intentaban salvarse del colapso del Este ante la inminente caída del muro).
DE DIEM25 A LA INTERNACIONAL PROGRESISTA
Varoufakis encontró como socio en España a Actúa, que con Gaspar Llamazares y María Garzón al frente logró unos números muy flojos en nuestro país. El exministro griego se presentó con unos números muy discretos en Alemania y sus compañeros no sacaron un escaño siquiera en Grecia por un escaso margen de votos.
El Democracy in Europe Movement 2025 (DiEM25) fue un fracaso, pese a que Varoufakis se rehízo en parte con un aceptable resultado en las griegas del pasado verano. Y de aquellas cenizas ha nacido la Internacional Progresista apoyada por Noam Chomsky o Naomi Klein.
La intención del proyecto, aseguran sus fundadores, es «fomentar la unión, coordinación y movilización de activistas, asociaciones, sindicatos, movimientos sociales y partidos en defensa de la democracia, la solidaridad, la igualdad y la sostenibilidad» y «frenar a los autoritarismos».
ALBERTO GARZÓN Y VAROUFAKIS
No cuenta con buenas previsiones esta ‘pequeña Internacional de Varoufakis’ o Internacional Progresista (de ser llamada V Internacional supondría al marxismo aceptar la IV de Trotsky, calificada como «oportunista» por Lenin).
Y es que desde que hace tres décadas el castrochavismo impulsó el exitoso Foro de São Paulo (que tiene actualmente representantes en los gobiernos de México, Argentina, Ecuador, Cuba, República Dominicana, Venezuela, Panamá o Nicaragua), no parece haber un proyecto supranacional que haga resonar el antinacionalista «¡Proletarios de todos los países, uníos!» del ‘Manifiesto comunista’ de Marx y Engels.
Lo tendrá difícil la Internacional Progresista, ayuna de figuras de renombre en nuestro país a pesar de que el gubernamental Unidas Podemos podría estar en su ámbito ideológico. Pero Iglesias parece estar centrado en los problemas domésticos y Alberto Garzón, tentado por Varoufakis y presionado a sumarse desde algunos sectores de Izquierda Unida, parece pensárselo antes de decir… ‘no’.